Capítulo 8: Nuevas Emociones

248 5 0
                                    

El día después de la humillante caminata en bikini, Sofía se despertó con una sensación de cansancio profundo. La carga de los castigos de Lucía y la constante presión de vivir en su nuevo cuerpo eran cada vez más difíciles de soportar. La desesperación y el miedo de enfrentarse a otro día llenaron su mente mientras se levantaba de la cama. Sofía intentó sacudir esos pensamientos y enfocarse en mantenerse fuerte, pero el terror de no saber qué le esperaba ese día la agobiaba.

Después de una ducha rápida, se vistió con unos jeans ajustados y una blusa sencilla, esperando evitar cualquier situación que pudiera provocar más humillación. Al menos quería sentir que tenía algo de control sobre su día, aunque fuera solo sobre su apariencia. Mirándose al espejo, se tomó un momento para examinarse. Ya no era Carlos, y aunque cada vez le resultaba más familiar verse como Sofía, la realidad de su situación seguía siendo dolorosa y confusa.

Al llegar a la universidad, Sofía se sintió aún más consciente de las miradas que la seguían por los pasillos. La humillación del día anterior seguía presente en los murmullos de sus compañeros, y cada vez que alguien reía o susurraba, sentía que todo el mundo sabía quién era y lo que le había pasado.

Mientras esperaba fuera de su salón de clases, un chico se acercó a ella. Era Jorge, un compañero de clase que Sofía había notado antes pero con quien nunca había hablado mucho. Jorge era alto, de cabello oscuro y con una sonrisa amigable que parecía poner a todos a su alrededor a gusto. Había algo en su mirada que era diferente; sus ojos parecían curiosos pero no juzgadores.

—Hola, Sofía, ¿verdad? —dijo Jorge, con una sonrisa cálida en el rostro.

Sofía se sorprendió al ser abordada directamente, y una oleada de nerviosismo la invadió. Hasta ahora, había intentado evitar conversaciones profundas con la mayoría de sus compañeros, temiendo que pudieran darse cuenta de su situación o que Lucía interviniera con otro castigo.

—Sí, hola... —respondió Sofía, su voz titubeante mientras trataba de parecer tranquila.

Jorge se apoyó contra la pared junto a ella, pareciendo genuinamente interesado.

—Quería preguntarte si estás bien. Ayer parecías bastante afectada en clase. Algunos de los chicos estaban diciendo cosas, pero no parecía justo. —Jorge bajó la voz, como si no quisiera que los demás escucharan.

Sofía sintió un calor extraño en su pecho, una mezcla de sorpresa y algo más que no podía identificar. ¿Preocupación genuina? Hacía tanto que no sentía empatía de nadie que no fuera una mirada de lástima o burla, que este pequeño gesto de bondad parecía como un rayo de sol a través de las nubes.

—Oh, sí... estoy bien. Solo fue... un mal día —respondió Sofía, intentando sonreír, pero sus palabras se sintieron un poco huecas. Luego notó algo raro. Su voz, normalmente suave y femenina desde la transformación, sonaba ligeramente más grave.

Jorge asintió, aparentemente sin notar el cambio.

—Bueno, si alguna vez necesitas hablar o cualquier cosa, estoy aquí —dijo él, manteniendo esa sonrisa cálida.

Sofía sintió una extraña mezcla de nerviosismo y emoción. Había algo en la forma en que Jorge la miraba, en su tono de voz, que la hacía sentir algo que no había sentido antes. Un ligero cosquilleo en su estómago, un nerviosismo que no era desagradable. No sabía si era atracción o simplemente la novedad de que alguien la tratara con amabilidad después de todo lo que había pasado.

Sin embargo, mientras continuaba hablando, Sofía sintió que su voz seguía cambiando. Ahora era notablemente más grave, casi como si fuera una mezcla de su voz masculina anterior con la nueva. Sus ojos se abrieron de par en par, y miró a Jorge, esperando que no se diera cuenta. Pero él parecía más concentrado en lo que estaba diciendo que en el cambio sutil en su voz.

—Gracias, Jorge. Realmente aprecio tu... preocupación —dijo Sofía, sintiendo que la gravedad en su voz aumentaba aún más con cada palabra.

De repente, sintió un cosquilleo extraño en su cara. Instintivamente, levantó una mano para tocarse la mejilla y sintió algo que la hizo congelarse. Pelos. Rápidamente se pasó la mano por la cara y sintió el crecimiento de una barba incipiente que comenzaba a cubrir sus mejillas. Miró a Jorge, quien, por suerte, parecía no haberse dado cuenta aún.

Sofía comenzó a entrar en pánico internamente. Sabía que este debía ser otro de los castigos de Lucía. Algo para avergonzarla aún más, para recordarle que su situación estaba completamente fuera de su control. Mientras trataba de mantener la compostura, sintió otro cosquilleo, esta vez en sus piernas y en su pecho.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Jorge, notando que Sofía parecía distraída, su rostro mostraba preocupación.

—Sí, sí... solo... necesito irme —respondió ella rápidamente, girándose para marcharse antes de que Jorge pudiera notar más cambios. Su voz era ahora mucho más profunda, casi masculina, y Sofía luchó por contener el pánico.

Mientras se alejaba apresuradamente, sintió cómo los pelos continuaban creciendo. Miró hacia abajo y vio que sus piernas, que habían estado perfectamente suaves esa mañana, ahora estaban cubiertas de una capa de vello grueso y oscuro. Sentía los pelos sobresalir a través de la blusa en su pecho, y la desesperación la invadió mientras intentaba apresurarse a un lugar donde pudiera esconderse de las miradas.

Se metió en el baño de la universidad y cerró la puerta de uno de los cubículos, respirando con dificultad. Miró sus brazos y vio que el vello también había comenzado a crecer allí. Pasó las manos por su cara y sintió la barba que se había formado. Estaba horrorizada. Este era, sin duda, uno de los castigos más crueles hasta ahora.

 Este era, sin duda, uno de los castigos más crueles hasta ahora

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Desde fuera del cubículo, escuchó la risa apagada de Lucía. Sabía que ella debía estar cerca, disfrutando de su reacción.

—Veo que estás experimentando algo nuevo, Sofía —dijo Lucía desde el otro lado de la puerta del cubículo, con un tono de diversión en su voz—. Espero que este castigo te ayude a entender mejor cómo es ser juzgada por algo que no puedes controlar.

Sofía se quedó en silencio, tratando de mantener la calma mientras sentía el crecimiento continuo del vello en su cuerpo. Se sentía atrapada en un cuerpo que no era el suyo y ahora, con estos cambios, se sentía aún más alejada de cualquier normalidad.

Lucía se rió suavemente y se alejó, dejándola sola para lidiar con su último castigo. Sofía se deslizó contra la puerta del cubículo, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. ¿Cuántos más de estos castigos podría soportar? ¿Y qué otra cosa tendría que aprender antes de que esto terminara?

Mientras se sentaba allí, escuchó que alguien entraba en el baño. Miró a través de la rendija de la puerta y vio que era Jorge. Sintió un pánico renovado, deseando que no la descubriera así. Pero Jorge simplemente se quedó frente al espejo, mirando su propio reflejo por un momento antes de salir sin decir una palabra.

Sofía dejó escapar un suspiro de alivio, pero sabía que tendría que enfrentar más de estos desafíos. Y cada uno, al parecer, solo se volvía más difícil.

EL CASTIGO DEL INFIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora