Capítulo 13: Un Juego Peligroso

183 2 0
                                    

Sofía estaba agotada. Cada día bajo la esclavitud de los castigos de Lucía se hacía más difícil de soportar. Cada nueva humillación parecía peor que la anterior, y la paciencia de Sofía había llegado a su límite. Estaba harta de ser el juguete de Lucía, de ser manipulada y ridiculizada sin cesar. Era hora de tomar cartas en el asunto y mostrarle a Lucía que ella también podía jugar sucio.

Después de la experiencia humillante con la silla, Sofía ideó un plan. Sabía que no tenía los poderes mágicos que Lucía poseía, pero podía aprovecharse de que Lucia practicaba natación en las instalaciones de la universidad.

Sofía sabía que era su oportunidad. Lucía había decidido tomar una ducha rápida después de su entrenamiento matutino, y dejó todas sus pertenencias en uno de los bancos. Sofía se quedó en la entrada, esperando pacientemente a que Lucía se metiera en la ducha. Apenas escuchó el agua correr, supo que era el momento de actuar.

Con manos temblorosas pero decididas, Sofía rápidamente recogió todas las pertenencias de Lucía: su ropa, su bolso, sus zapatos, incluso su toalla. Lo metió todo en una bolsa y lo escondió en un rincón oscuro del camerino, detrás de un armario. Sabía que lo que estaba haciendo era arriesgado, pero la sensación de tomar el control, aunque fuera por un breve momento, era embriagadora.

Cuando terminó, se quedó en silencio, esperando el momento en que Lucía saliera de la ducha y se diera cuenta de lo que había ocurrido.

No tuvo que esperar mucho. Apenas unos minutos después, Lucía salió de la ducha envuelta en vapor, esperando encontrar su ropa donde la había dejado. Pero al ver el banco vacío, su rostro pasó rápidamente de la confusión a la furia. Sofía, que había estado observando desde las sombras, sintió una mezcla de miedo y satisfacción al ver la expresión en la cara de Lucía.

"¿Dónde están mis cosas?" murmuró Lucía, su voz llena de una ira contenida. Instintivamente, comenzó a usar su magia para averiguar quién era el responsable.

No le tomó mucho tiempo. El hechizo que lanzó la llevó directamente a Sofía, quien aún estaba escondida en la esquina. Lucía la miró fijamente, su mirada helada, y Sofía sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

"Así que fuiste tú," dijo Lucía, su voz baja pero llena de amenaza. "¿Creíste que podías burlarte de mí sin consecuencias?"

Antes de que Sofía pudiera responder, Lucía levantó una mano y recitó unas palabras en voz baja. Sofía sintió una extraña sensación recorrer su cuerpo, como si algo la estuviera tirando hacia adelante. De repente, el mundo a su alrededor se distorsionó, y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en el lugar de Lucía, completamente desnuda, sin nada con qué cubrirse.

Lucía, ahora vestida con la ropa de Sofía, la miraba con una sonrisa triunfante. "Ahora tú serás la que tendrá que encontrar el camino de regreso a casa sin nada," dijo Lucía. "Y buena suerte, porque te espera una sorpresa."

Desesperada y consciente de su vulnerabilidad, Sofía miró a su alrededor, buscando una salida. Justo en ese momento, escuchó el sonido de risas y voces acercándose. Miró hacia la puerta del camerino y vio al equipo de natación de la universidad caminando hacia la piscina. ¡No podía dejar que la vieran así!

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la puerta trasera del camerino, que daba a un pequeño pasillo de servicio. Abrió la puerta con fuerza y salió corriendo, sintiendo el frío aire exterior golpear su piel desnuda. No tenía idea de cómo iba a llegar a casa, pero sabía que no podía quedarse allí y enfrentarse a más humillación.

Mientras corría, trataba de cubrirse con sus manos lo mejor que podía, pero no había forma de protegerse completamente. Sus pies descalzos golpeaban el pavimento, y la adrenalina la impulsaba a seguir adelante, incluso cuando su mente estaba llena de miedo y vergüenza.

El trayecto hacia su casa fue una mezcla de terror y determinación. Sofía tuvo que evitar a varios estudiantes y profesores, usando cada pequeño rincón y sombra para ocultarse mientras avanzaba. La sensación de estar completamente expuesta, de no tener ningún lugar donde esconderse, era casi abrumadora. Pero no podía detenerse.

Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, llegó a su casa. Entró corriendo y cerró la puerta tras ella, su respiración agitada y su cuerpo temblando por el frío y la humillación. Se dejó caer al suelo, agotada, sintiendo una mezcla de rabia, vergüenza y una pequeña victoria amarga.

Había intentado tomar el control, pero había subestimado a Lucía. Y ahora, mientras se sentaba en el suelo de su apartamento, completamente desnuda y vulnerable, sabía que la guerra con Lucía apenas estaba comenzando.

EL CASTIGO DEL INFIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora