¿Que hubiera pasado si el sultán Süleyman tuviera otra hermana que volverá al palacio debido a que la Validé se encuentra enferma?
Hafize Sultán, hermana mayor del sultán Solimán, hija de Fülane Hatun, concubina del difunto Sultán Selim. Ella volver...
El sol se ponía en el horizonte, tiñiendo de rojo la tierra y las nubes, mientras el aire se llenaba del sonido de las trompetas y el fragor de los cascos de los caballos. Estaba listo, monté mi corcel negro, lideré a mis hombres hacia la fortaleza que protegía la frontera de Hungría.
La batalla fue intensa y sangrienta. Las flechas se cruzaban en el cielo, y las espadas chocaban una contra otra mientras los hombres luchaban por su supervivencia. El suelo se empapó de sangre, y los gritos de los heridos se mezclaban con los rugidos de los caballos.
El palacio de la frontera estaba protegido por una muralla alta y gruesa, pero mis soldados lograron derribarla con una enorme catapulta. El muro se desmoronó con un estruendo ensordecedor, dejando el camino libre para que mis soldados invadieran el palacio.
Las puertas del palacio de la frontera se abrieron con un ruido sordo, dando me paso a mí, el Sultán Suleyman el Magnífico y mi ejército.
El Sultán, con su imponente figura, miró a su alrededor mientras sus hombres se apoderaban del palacio. Se oían los gritos y llantos de las mujeres rogando por sus propias vidas y las de sus hijos
En ese momento, los ojos del sultán se posaron en una joven mujer que se encontraba en un rincón del salón. Era la hija del líder del palacio, y su belleza y expresión de miedo y tristeza lo conmovieron.
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La joven tenía los ojos llenos de lágrimas y se encontraba temblando, incapaz de esconder su miedo ante la presencia del Sultán. Suleyman se acercó a ella lentamente, y al verla más de cerca, notó que su belleza era todavía mayor de lo que había pensado, portaba ropa negra, la ropa del luto y el dolor.
Sultán Suleyman: ¿Quién eres tú? -preguntó Suleyman con una voz grave y profunda.
Bárbara Báthor: Soy Bárbara, hija del líder del palacio de la frontera -respondió ella con voz temblorosa.
Suleyman se quedó contemplando a Bárbara por unos instantes, y en ese momento sintió una conexión instantánea con ella. Era una conexión profunda, que le hablaba de compasión y deseo al mismo tiempo.
Sultán Suleyman: No temas, Barbara. No te haré daño -dijo el hombre, con una voz más suave- Todo ha terminado -se acercó a Bárbara y le extendió la mano, invitándola a ir con él- Ven conmigo, Bárbara - dijo con una voz firme y tranquila.