Estaba sentado en una de las bancas del patio, aun tratando de acostumbrarme a la vida en la escuela secundaria como Vicky. Todo se sentía tan diferente y, en cierto sentido, ajeno. Mis pensamientos vagaban mientras observaba a los estudiantes correr y charlar durante el recreo. No importaba cuánto lo intentara, no podía evitar sentirme fuera de lugar.
De repente, un chico se acercó a donde estaba. Era uno de esos niños que solía ver a lo lejos, siempre rodeado de un grupo de amigos, hablando en voz alta sobre lo que fuera que los adolescentes hablaban.
—"Oye, Vicky, ¿estás lista para el examen de matemáticas de mañana?" —me preguntó con una sonrisa que parecía más condescendiente que amigable.
—"Sí, claro." —respondí, tratando de mantener la calma.
—"¿Segura? Porque ya sabes, las matemáticas no son tan fáciles. Quizás no entiendes del todo. Puedo explicarte si quieres." —continuó, con un tono lujurioso que inmediatamente me irritó.
¿En serio me estaba hablando de esa forma? Recordé cómo, antes de este desastre de intercambio de cuerpos, nunca había tenido que lidiar con este tipo de actitud condescendiente. Yo solía ser quien explicaba las cosas, no quien recibía explicaciones innecesarias.
—"Gracias, pero estoy bien. No necesito que me lo expliques." —dije, tratando de mantener mi voz firme, aunque por dentro ya estaba molesto.
El chico, sin embargo, no captó la indirecta.
—"Vamos, no seas así. Solo quiero ayudarte. Es obvio que no entiendes bien, y no hay nada de malo en pedir ayuda, ¿sabes?"
Mis delicadas manos se cerraron en puños. La condescendencia en su tono era como sal en una herida abierta.
—"Ya te dije que estoy bien. ¿Por qué no dejas de tratar de ser el héroe, y te ocupas de tus propios asuntos?" —respondí, mi voz empezando a elevarse.
Él se rio, como si mi respuesta fuera una broma, y eso fue la gota que colmó el vaso.
—"¿Qué pasa, Vicky? ¿Estás enojada porque no puedes entender algo tan simple?" —replicó, con esa sonrisa arrogante que me hacía querer gritar.
Sin pensar, me levanté de la banca y lo empujé. Fue un impulso, una necesidad de demostrar que no iba a tolerar su actitud condescendiente. Sin embargo, subestimé la fuerza en este cuerpo. Antes, en mi cuerpo original, un empujón como ese habría sido suficiente para hacer retroceder a un chico como él. Pero ahora, en el cuerpo de Vicky, el empujón apenas lo movió.
—"¿Qué mierda haces?" —exclamó él, sorprendido, antes de empujarme de vuelta.
Sentí el impacto en mi pecho y, antes de darme cuenta, estaba en el suelo. El dolor de la caída resonó en mi espalda y mi orgullo quedó herido. Este cuerpo era más débil, más frágil. No tenía la misma fuerza que antes, y eso me llenó de frustración y humillación.
Él se inclinó sobre mí, todavía riendo, y eso fue demasiado.
—"¿Vas a llorar ahora? Quizás deberías quedarte con las cosas fáciles, Vicky." —se burló.
El calor de la ira se mezcló con la impotencia, pero antes de que pudiera responder, escuché voces conocidas.
—"¡Oye, déjala en paz hijo de puta!" —gritó una voz femenina, seguida por dos figuras que se interpusieron entre él y yo.
Eran las amigas de Vicky, Ana y Laura. Ana, con su cabello castaño y su expresión feroz, se paró directamente frente al chico, empujándolo ligeramente para apartarlo de mí.
—"¿Qué crees que estás haciendo, simio?" —dijo Ana, sin temor alguno.
El chico pareció dudar por un momento, pero luego decidió retroceder.
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Devuélveme mi vida
ChickLit"Devuélveme mi vida" cuenta la historia de Adrián, un joven de 24 años, y su prima Vicky, de 14 años, quienes, tras romper un antiguo jarrón en una tarde lluviosa, intercambian cuerpos de manera mágica. Atrapados en los cuerpos del otro, deben naveg...