Continuación..

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La tarde se convirtió en noche, y Clara comenzó a sentir una mezcla de emociones mientras se encaminaba hacia su casa. Había disfrutado el día con Daniel, pero ahora la realidad de su situación empezaba a pesarle en el pecho. Sabía que tenía que hablar con Leo. No quería que él se sintiera en la oscuridad respecto a lo que ocurría entre ella y Daniel.

Al llegar a casa, encontró a Leo en la sala, relajado en el sofá, con un libro en las manos. La atmósfera era cómoda, pero Clara podía sentir que el aire estaba cargado de una tensión silenciosa.

—Hola —dijo Leo, levantando la vista mientras sonreía—. ¿Cómo estuvo tu día?

—Buena... interesante —respondió Clara, tratando de ocultar los nervios en su voz. Se sentó en la silla frente al sofá, deseando que el suelo se tragara sus inseguridades.

—Me alegra escuchar eso. Oí que había una exposición de arte. ¿Te gustó? —preguntó Leo, su tono despreocupado contrastaba con lo que sentía dentro.

—Sí, fue realmente inspiradora —dijo Clara, sintiendo que cada palabra era un esfuerzo—. De hecho, fui con Daniel.

Leo se detuvo, y la expresión en su rostro cambió. Era un detalle sutil, pero Clara lo notó. —¿Daniel? Pensé que solo eran amigos.

Clara sintió cómo la incomodidad llenaba el espacio entre ellos. —Lo somos, pero... Ha habido un cambio. Entre nosotros.

Leo la miró, la sorpresa y la confusión cruzando su expresión. —¿Qué quieres decir con un cambio?

Tomando aire profundamente, Clara prosiguió. —En la galería, hubo algo más. Daniel y yo... nos besamos.

El silencio llenó la habitación. Clara pudo ver la tristeza en los ojos de Leo, un destello de vulnerabilidad que hizo que su corazón se estrujara. Un lugar vacío creció entre ellos.

—¿Y qué sientes? —preguntó Leo finalmente, su voz suave pero cargada de gravedad.

Clara se sintió atrapada al enfrentar esa pregunta. —No lo sé exactamente. Siento una conexión con Daniel, una atracción, pero tú también eres importante para mí, Leo.

—Supongo que esa es la razón de que no me lo dijeras antes. Debería haberlo visto venir —dijo él, sus palabras llenas de decepción. Clara sintió que el remordimiento le pesaba en el estómago, pero el impulso de ser sincera la mantenía firme.

—No quería herirte. Ambos son significativos para mí, y esto ha sido confuso —admitió Clara, sintiendo las lágrimas asomarse a sus ojos.

Leo se levantó lentamente, caminando hacia la ventana. Observó el cielo nocturno, que se iluminaba con estrellas distantes. Clara podía sentir el aire entre ellos vibrando con la tensión.

—¿Y qué pasa si decides estar con él? —preguntó, la voz más fría, casi rota—. ¿Qué será de nosotros?

—No sé, Leo. No quiero lastimarte, pero no puedo ignorar lo que siento por Daniel —respondió Clara, sintiendo que cada palabra atravesaba una fina capa de hielo entre ellos.

De repente, Leo se volvió hacia ella. Su mirada era intensa, y Clara sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo. El brillo de sus ojos parecía esconder una tormenta de emociones reprimidas.

—Quiero saber si realmente quieres dejar esto atrás —dijo Leo, acercándose a ella, dejando que la distancia se redujera entre ambos.

Clara sintió que su corazón latía con fuerza. Estaba a punto de hablar, de aclarar sus sentimientos, pero entonces, en un giro inesperado, Leo se inclinó hacia ella, tomando su rostro entre sus manos con fuerza pero dulzura a la vez.

Y luego, sin previo aviso, la besó. Fue un beso lleno de pasión y deseo reprimido, un acto que llevó a Clara a recordar cada risa compartida, cada mirada cómplice. En ese breve instante, sintió cómo el mundo a su alrededor se desvanecía, y solo existían ellos dos.

Ambos se movieron con cautela hacia el sofá, el deseo palpable en el aire. El beso se profundizó, más intenso y cargado, como si ambos buscaran aferrarse a lo que aún podían compartir. Clara sintió cómo la calidez de Leo la envolvía, cada roce despedía fuego por su piel, y ya no podía pensar en nada más que en ese momento.

Sin embargo, en lo más profundo de su ser, Clara sabía que este giro solo complicaba aún más sus emociones. La pasión era innegable, pero las preguntas aún persistían. ¿Podía tener a ambos en su vida? ¿Era posible equilibrar su amistad con Leo y la nueva conexión que estaba desarrollando con Daniel?

Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban apresuradamente. Leo la miró con una intensidad ardiente, sus ojos oscuros llenos de emociones contradictorias.

—No sé cómo vamos a salir de esto, Clara. Pero sé que no quiero perderte —dijo, su voz temblando entre la súplica y el deseo.

—Yo tampoco —respondió Clara, sintiendo cómo la conexión entre ellos se intensificaba. La habitación estaba cargada de una tensión palpable que ya no podía ignorar.

Leo se acercó de nuevo, su mirada intensa se centró en sus labios. Clara podía sentir el deseo brotando entre ellos, como un fuego a punto de consumir todo a su alrededor. Sin poder resistir más, él la tomó por la cintura y la atrajo hacia él, sus labios encontrándose de nuevo en un beso apasionado, urgentemente desenfrenado.

Las manos de Clara se deslizaron a lo largo de los brazos de Leo, sintiendo la fuerza que emanaba de él. Cada roce era como electricidad, encendiendo una chispa que resonaba en lo más profundo de su ser. El ritmo de sus corazones se aceleró, y el aire se volvió irrespirable por el deseo que compartían.

—Clara... —murmuró Leo entre besos, su voz apenas un susurro, pero cargada de anhelo—. No puedo dejar de pensar en ti.

Clara respondió presionándose más contra él, sintiendo la conexión física y emocional cobrar vida con cada segundo que pasaba. Era una lucha entre lo que quería y lo que sabía que debía considerar; la tensión entre el deseo y la realidad se tornó casi palpable.

—Leo, esto... —empezó a decir, pero se perdió en el momento, sintiendo el calor de su cuerpo, la atracción que la envolvía.

Fue más que un beso; era una declaración de todo lo que habían sentido el uno por el otro. Con cada movimiento, cada suspiro entrelazado, Clara se sintió llevada a un mundo donde las preocupaciones y las decisiones se desvanecían. Estaban atrapados en un torbellino de emociones, el deseo creciendo desmesuradamente, como si no hubiera mañana.

Y en ese instante, Clara supo que esta noche cambiaría todo.

Antes de SeptiembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora