Capitulo treinta y tres: una fiesta

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—¿Qué diablos te pasa? — inquirió Michael agarrándolo por el cuello de la camisa azul marino que llevaba debajo de la chaqueta del traje.

—Suéltame. — Grenor se quitó las manos de Michael de encima y levantó su dedo amenazador. — ¡No te atrevas a defenderla!

—¡Solo fue un jodido baile! — Patricia, la esposa de Michael, se acercó de inmediato y rodeó a su esposo por la cintura. —¿Crees que soy tan cabrón de hacerle eso a Patricia? ¡Esa mujer cayó en desgracia contigo!

—Cálmate, amor. La gente nos mira. — Grenor miró a todos en la fiesta y unos cuantos agacharon la cabeza, otros más apartaron rápidamente los ojos de la escena.

—¿Se puede saber por qué tanto jaleo? ¿Por qué gritan?

Él no tenía idea de por qué había reaccionado de esa manera, lo único que sabía es que su corazón se había detenido en el momento en que la vio en brazos de otro hombre. era como si un botón hubiese ganado y de repente él solamente quisiera verla lejos de cualquiera que pudiera robársela. aunque sabía que ella no le pertenecía, que lamentablemente jamás podría poseerla por toda la mierda que los rodeaba, aún así, su instinto le había obligado a accionar de aquella manera tan patética.

—Sigan con la jodida fiesta. — Dice él a los invitados que lo miran como si fuese el mismo diablo.

—Grenor, por el amor de dios. Habla conmigo. — Su madre le siguió los pasos. — ¿Qué ha pasado? Me voy cinco minutos al aseo y ya te vuelves loco.

—Mama, con todo el amor que te tengo te pido que me dejes en paz. No quiero hablar con nadie más que..

—¡No! — le gritó ella. — No vas a hablar con ella. No estando así.

—Quítate, mamá.

—No te atrevas a hablarme así. Yo te cambie los jodidos pañales. Dejaras a esa indefensa mujer tranquila. — su madre se colocó en el medio del pasillo. Habían subido las escaleras de forma apresurada.

Grenor no sabía cómo su madre, siendo tan pequeña y con ese vestido tan ajustado pudo subir a su mismo ritmo.

—Madre...

—¡Que no, Grenor! — ella se cruzó de brazos y lo observó fijamente, con esos ojos que eran igual que los suyos. Era como verse en un espejo. Mismo color oscuro de cabello, mismo color de ojos, las cejas tupidas. Lo único que él había heredado de su padre era la forma de la nariz y la estatura.

—¿Me vas a contar lo que pasó? — ella ladeó la cabeza y le acomodó la camisa. —Te vi discutir con Michael. Ustedes nunca discuten. ¡Dios mío! ¡creo que jamás lo había escuchado levantar la voz!

—Nala se le ha tirado encima como una jodida cualquiera. — le dijo Grenor pasándose la mano por el cabello y rascándose la cabeza por manía. — Sabía que no debía creer en ninguna de sus historias..

—Permíteme diferir, hijo. Dudo mucho que esa chica fuera capaz de...

—¡Tú no la viste! — Grenor logró pasar y se dirigió a la habitación de Nala. —¡Abre la puerta!

—¡Grenor! — su madre tiró de la chaqueta incesantemente hasta que el se volteo a verla.

—¿Qué? ¿No ves que estoy ocupado, mama?

—No vas a molestarla. Debe de estar avergonzada por lo que le hiciste. —Su madre se puso la mano en la frente. —Puedo imaginarme lo cruel que has sido con ella delante de todos.

Grenor maldijo y dio media vuelta dispuesta a irse pero su madre nueva vez lo impidió.

—No se que demonios te tomaste, Greg. Pero tú no eres así. No puedes tener esos arranques de celos delante de las cámaras. Harás que las cosas sean peor para ti.

Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora