Sólo tres deseos - 爱 // Markson

Capítulo 24

Volver a Seúl fue un alivio para todos. Tras la vuelta, Mark se quedó en el piso de Jackson. El rubio no supo si fue decisión de Mark o de Youngjae, pero allí estaba. Claro, que eso no significaba nada bueno para Jackson, que a pesar de tener allí a Mark, él dormía en el sofá. Sí, quién lo diría, Mark durmiendo en su cama y él en el sofá. Estaba seguro de que su yo de diecisiete años se reiría de cualquiera que le predijera un futuro así. Jackson no se opuso, al menos demasiado, sabía que había hecho algo lo suficientemente grave como para Mark no quisiera verlo nunca más. Que lo mandara al sofá, era incluso un alivio.

Esa mañana, Jackson no durmió bien, no solo porque el sofá no era el mejor sitio para dormir, sino por el enorme sentimiento de culpa. Sin poder soportar ni un segundo más aquel incómodo, pero caro, sillón, se puso en pie. Se acercó con sigilo a su cuarto, y vio a Mark y a Nike todavía dormidos. No había recibido llamadas ni de su madre ni de su padre, eso quería decir que aún no sabían lo ocurrido, si no ya estaría telefoneándole para felicitarle por haber conseguido deshacer la boda. Aunque temía que su padre no lo vería con buenos ojos, ya que se había gastado un dineral. Quien sabe, puede que él mismo llevará a Youngjae de las orejas al altar. Quedaban exactamente tres días para la boda, y nadie sabía si tendría lugar o no.

Se preparó café en silencio. Miraba su teléfono móvil preguntándose si debía llamar a su hermana para advertirle. Justo cuando su mente abarcaba aquellos pensamientos, sonó el timbre, no una, sino repetidas veces. Jackson dejó la taza de café en la encimera de la cocina y fue hasta la puerta. Cuando abrió, la vio. Su hermana, vestida con unos simples vaqueros, una camiseta de tirantes y una chaqueta con las mangas demasiado largas. Llevaba el pelo mal recogido, algunos mechones se le caían por la cara. No necesitó preguntarse qué hacía su hermana tan temprano en su casa. Sus ojos estaban enrojecidos y su respiración acelerada.

—Yifei... —consiguió decir Jackson antes de recibir una bofetada.

Jackson se sorprendió durante un segundo, para después resignarse. Era lo mínimo que merecía.

—¿Cómo has podido? —preguntó su hermana con voz calmada, pero su respiración denotaba lo furiosa que estaba.

—Yifei, yo... —dijo antes de que otra bofetada le volviera a cruzar la cara.

Jackson, con miedo a que creara un espectáculo en medio del rellano, la agarró del brazo y tiró de ella hacia el interior. No le dio tiempo ni a cerrar la puerta, cuando Yifei comenzó a hablar.

—¡¿Cómo has podido decirle que no lo quiero?! ¡¿Cómo te has atrevido siquiera a pensarlo?! —gritaba Yifei.

Su hermano no sabía qué decir ni que hacer, pero estaba seguro de que nunca había sentido miedo de Yifei hasta aquel día.

—Ya te lo ha dicho... —dijo, y su hermana lo miró como si fuera la persona más estúpida de la faz de la tierra, y después de escucharse, Jackson también lo pensó.

—Sí, me lo ha dicho. ¡Me lo ha dicho porque me ha dejado! ¡Dice que no se casará conmigo! ¡¿Sabes la cara de idiota que se me ha quedado?! ¡Y yo como una tonta pensando que era una estúpida broma! ¡Un reto de la despedida de soltero! —gritaba ella casi para sí. —Pero no... hablaba en serio... ¿Por qué le dijiste que estaba enamorada de Mark? —preguntó desolada, sin entender realmente cómo había podido hacerlo.

Jackson, a pesar de saber que lo que había hecho no había estado bien no pudo evitar ponerse a la defensiva con su hermana.

—¡Porque ese cabrón no dejó de gritarle a Mark y de decirle que no dejaba de ser el centro de atención, ni siquiera en su despedida! —exclamó Jackson recordando lo idiota que había sido el amigo de Mark.