Capítulo 33: El castigo final parte 2

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Después de soportar horas de transformaciones humillantes, Sofía finalmente sintió cómo su cuerpo volvía a su forma normal mientras caminaba hacia su casa. Se sentía agotada y humillada, cada paso que daba le recordaba el peso de los castigos que Lucía le había impuesto. Pero el alivio de estar de vuelta a la normalidad fue breve. Apenas había recorrido unos metros más cuando sintió un escalofrío por todo el cuerpo. Su ropa comenzó a cambiar.

Cuarto Castigo: Atrapada en la calle

Su blusa y jeans se desvanecieron en el aire, reemplazados por un baby doll extremadamente revelador, hecho de encaje transparente que apenas cubría su cuerpo. Sofía gritó de sorpresa, tratando de cubrirse con las manos, pero cada movimiento que hacía parecía solo resaltar más su nueva apariencia. La tela era tan fina que dejaba poco a la imaginación, y el frío del aire hizo que su piel se erizara.

—¡No, no, no! —jadeó Sofía, sus ojos abriéndose con horror mientras miraba a su alrededor, esperando que nadie la viera en ese estado.

Trató de caminar rápido hacia un callejón para ocultarse, pero en su prisa, tropezó con una baldosa suelta y cayó al suelo. Al intentar levantarse, su cuerpo atravesó una pared mágica que apareció de repente, y quedó atrapada.

La pared misteriosa solo la dejó atrapada de la cintura hacia abajo. Su trasero y su parte íntima quedaron expuestos al aire libre y a cualquier persona que pasara. Sofía intentó desesperadamente liberar sus piernas, pero la pared la mantenía firmemente sujeta.

Pronto, un pequeño grupo de personas se reunió a su alrededor. Algunos miraban con asombro, otros con risas y murmullos. Unos pocos individuos comenzaron a acercarse y, sin previo aviso, empezaron a darle nalgadas y toqueteos a su trasero y su vagina expuesta.

—¡Ay! ¡No! ¡Déjenme en paz! —gritó Sofía, tratando de alejarse de las manos que la tocaban, pero sin éxito.

Cada toque, cada nalgada, era una nueva humillación. Su cara se sonrojó profundamente mientras la sensación de vergüenza y humillación la invadía completamente. No importaba cuánto se esforzara, no podía liberar sus piernas de la pared, y los minutos se hicieron eternos mientras soportaba la invasión de su privacidad.

Quinto Castigo: Sofía es convertida en una perra

Después de lo que pareció una eternidad, Sofía finalmente sintió que la pared la soltaba y cayó al suelo, jadeando y temblando de rabia y humillación. Trató de ponerse de pie y de retomar su camino a casa, pero antes de que pudiera dar más de unos pocos pasos, su cuerpo comenzó a cambiar de nuevo.

Su perspectiva cambió repentinamente cuando se encontró más cerca del suelo. Su ropa desapareció por completo, y una sensación extraña recorrió su cuerpo. En cuestión de segundos, Sofía se dio cuenta de que se había transformado en una perrita.

—¡No puede ser! —pensó, con una mente aún humana atrapada en el cuerpo de un animal.

La sensación de estar en celo la invadió instantáneamente. Su cuerpo comenzó a enviar señales involuntarias que atrajeron la atención de varios perros del vecindario. Los perros comenzaron a seguirla, olfateándola y ladrando excitadamente.

Sofía corrió lo más rápido que pudo, pero los perros eran persistentes y mucho más rápidos

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Sofía corrió lo más rápido que pudo, pero los perros eran persistentes y mucho más rápidos. Uno de ellos finalmente la alcanzó y la montó, y antes de que pudiera reaccionar, se dio cuenta de que estaba atrapada en el instinto natural del perro que la montaba.

Trató de liberarse, pero el perro la mantenía firmemente sujeta. Cada intento de escape solo parecía empeorar la situación, y la sensación de estar pegada a un perro la llenó de una mezcla de humillación y desesperación.

El tiempo pasó lentamente mientras Sofía permanecía en ese estado, incapaz de liberarse de la situación. Finalmente, después de lo que sintió como horas, el hechizo comenzó a desvanecerse, y Sofía volvió a su forma humana. El perro que estaba pegado a ella la soltó y corrió, mientras Sofía se encontraba desnuda en medio de la calle.

Avergonzada y cansada, Sofía finalmente llegó a casa. Su cuerpo temblaba por el agotamiento y la humillación de los eventos del día. Todo lo que quería era un momento de paz, pero sabía que el día aún no había terminado y que Lucía probablemente tenía más sorpresas reservadas para ella.

Se dejó caer en el sofá, con lágrimas en los ojos y su cuerpo adolorido por los castigos. Miró el reloj, sabiendo que aún faltaban unas horas para que terminara el día, y no podía evitar sentir miedo por lo que podría venir después.

EL CASTIGO DEL INFIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora