El Amanecer

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Una sensación dulce y cálida en sus labios, lo hizo despertar. No recordaba la última vez que había descansado con tanta tranquilidad, al igual que no recordaba a ver sido despertado con tanta suavidad. 

Abriendo los ojos lentamente, se encontro alucinando, pues la princesa se encontraba a tan solo unos centímetros de él, humedeciendo sus labios con las mejillas enrojecidas. Hechizado por su belleza, dudaba de si realmente estaba despierto. No fue hasta que vio por el rabillo del ojo, como la luz del alba anunciaba la inminente salida del sol, que lo aceptó.

Ella se alejo en busca de sus zapatillas, al lado de la cama, él sin medir palabra, se puso de pie tomando su espada, la cuál le pareció que estaba del lado equivocado, mientras ella regresaba sobre sus paso, junto a él, sosteniendo aun su carta, y sus zapatos, con la misma mano. Él extendió la suya como una invitación, la cual ella acepto. 

Abriendo la enorme puerta de caoba negra, bajaron las escaleras envueltos en un silencio íntimo y reconfortante. Pasando por diversas habitaciones, abandonadas y deprimentes por igual, caminaron sin prisa pero sin pausa, aun cuando llegaron a lo que parecía una enorme bóveda de piedra, repleta únicamente con pilares inmensos de granito, toscos eh imponentes, pero no tan imponentes como el cadáver que ahí resguardaban como vigilantes o tal vez testigos del duelo que hubo entre un hombre y un dragón. Un escalofrío repentino le invadió al ver por fin a tan temible celador. Justo en ese momento pudo sentir una ligera presión sobre su mano. Sin apartar la mirada de enfrente había sido capaz de leer su mente, otra vez. Aún así él  nunca supo de la sonrisa tímida que la acompaño el resto del camino.

Al salir, sintió por primera vez el césped frio y húmedo, bajo sus pies y entre sus dedos, el frio de la madrugada sobre su cuerpo, así como su calma y misterio. Aunque solo esta sensación bastaba para robar toda su atención, había algo que quería ver por sobre las demás cosas. Caminaron un pequeño trecho subiendo una ligera colina al encuentro del Amanecer. El cual estaba a escasos segundos de salir. Una suave brisa jugaba con su cabello, como una caricia, mientras el primer rayo de luz, se asomaba de entre la bruma. El mismo rayo de luz, que le cerraba los ojos, todas las mañanas, ahora le daba la bienvenida, cegando momentáneamente su vista, como si la preparará a la sorpresa que le seguía. Entrecerrando los ojos, pudo apreciar como emergía de la tierra misma una llamarada de fuego y luz, reavivando los colores de cuanto era capaz de ver, y no solo era el color, también eran los sonidos de las cosas y criaturas del bosque al reincorporarse al día, eran los olores de las flores al abrir sus coloridas coronas de pétalos al sol. Si. Ese era el Sol. Lo que brillaba en el cielo, y la inundaba en su luz, era el Sol.

-Impresionante...¿verdad?- dijo su silencioso acompañante.

-Es muy hermoso- respondió con lagrimas de felicidad. 

-Es lo que yo pensé, al abrir los ojos esta mañana-. Dijo sin apartar la mirada del horizonte.

Acción que ella agradeció, pues su rostro había cambiado aun color mas llamativo, como para poder ocultarlo. Ahora lo miraba de reojo cada tanto, mientras seguía apreciando del amanecer, no fue hasta que soltó su mano, que lo miró directamente confundida y algo molesta, por lo repentino de su actuar. 

Deslizando su mano temblorosa removiendo un mechón que cubría parte de su rostro, él se acercó lentamente hacia ella. La princesa pudo ver la timidez en sus movimientos, mas no pudo ver la misma duda en sus ojos, cuando se inclino para besarla. 

La humedad del ambiente habían suavizado sus labios, que ahora presionaban los suyos, con una suavidad torpe pero genuina. Al cabo de unos segundos, él empezó a alejar sus labios. Ella acercó su rostro con los ojos cerrados tratando de retardar el momento unos segundos más antes de separarse. 

Ella lo miro a los ojos, y aunque su rostro se mostraba tranquilo, ella pudo distinguir algo de color en sus mejillas.

-¿y...ahora qué?- preguntó suavemente

Ella recordó el inicio de su carta, apoyando su mano con delicadeza sobre su rostro; -Ahora me dices tu nombre...- respondió con una sonrisa.

Erase Un AhoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora