Capítulo 14: Cuando llega la noche

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Cuando llegué a Volterra pensé que estaba viviendo un cuento de hadas. Todo el camino hacia la colina donde se erigía la ciudad era precioso y lleno de algunos de los más bellos campos de la Toscana. Era el sueño de cualquier turista o aventurero, pero en mi caso se había convertido en una auténtica pesadilla.

 Era el sueño de cualquier turista o aventurero, pero en mi caso se había convertido en una auténtica pesadilla

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El abrasador sol caía con toda su fuerza sobre la pradera y con cada minuto mi energía disminuía. Habían pasado horas desde que salí de aquella localidad de vampiros, pero la distancia a pie hasta la siguiente ciudad era más de lo que había imaginado.

"Todavía tengo tiempo" me animaba mentalmente, pero no creía tener la suficiente fuerza para poder llegar hasta la civilización antes de la puesta del sol. Además, si seguía así, perdería el conocimiento por un golpe de calor, y cuando oscureciera, sería una presa fácil si la guardia me estaba buscando.

Lo peor de todo era que me había mantenido apegada a la autopista con la esperanza de que algún alma bondadosa me dé un aventón, pero los pocos conductores que se marchaban de la ciudad, me ignoraron, a excepción de dos que me silbaron y gritaron obscenidades.

¿Dónde quedó la gente amable y la caballerosidad por una dama en apuros?

Suspiré limpiando el sudor de mi frente con la capa arrugada que llevaba bajo el brazo y caminé hasta un árbol cercano para resguardarme en su sombra fresca. Si lo pensaba mejor, mi aspecto tampoco debía ayudar mucho...

Sentía el rostro caliente, al igual que toda la piel que mi vestido no cubría; brazos, cuello y piernas. Seguro estaba roja como un tomate, con el maquillaje corrido y en mi cabello ni quería pensar.

Mis zapatos planos que, anteriormente me habían dado la comodidad suficiente para caminar sin hacerme daño en los raspones vendados, ahora me habían generado nuevas heridas que ardían con cada paso.

Descansé sentada en la hierba y sin el calzado por menos de cinco minutos, pues si me relajaba demasiado, me quedaría dormida por lo agotada que estaba.

Eran alrededor de las cinco de la tarde y aún podía ver muy a lo lejos la muralla de Volterra.

Demonios.

Intenté relamer mis labios, pero hasta mi lengua estaba seca.

Esto era horrible. ¿Y si no lo lograba?

Lamenté mi mala suerte hasta que mi cuerpo empezó a adormecerse, momento en el que me levanté con un quejido y sacudí mi ropa para volver a caminar junto a la carretera. Por fortuna, había empezado a correr una suave corriente de viento que atenuaba la quemazón en mi piel.

Tenía los ojos cerrados mientras arrastraba los pies como un zombie, cuando escuché el sonido de una canción conocida que se hacía más y más fuerte.

Hace meses que no escuchaba a una de mis bandas favoritas, y la voz del vocalista de Måneskin hacía que rememorara momentos más favorecedores que el actual. Incluso parecía ser una buena melodía para mis últimos minutos de vida.

I. Secretaria de los VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora