"El Pantano de los Lirios"

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PRÓLOGO

La luna llena se alzaba en lo alto del cielo, iluminando con su luz plateada el vasto pantano de lirios. Era una noche serena, donde el silencio solo era interrumpido por el suave croar de las ranas y el ocasional susurro del viento entre los árboles. Alastor, con su mirada fija en el horizonte, decidió sumergirse en las aguas tranquilas del pantano. Su figura, de una belleza salvaje y etérea, parecía unirse en armonía con el entorno, como si la naturaleza misma lo acogiera en su seno.

El agua estaba fresca, envolviendo su cuerpo en un abrazo líquido mientras se deslizaba entre las flores de lirio que flotaban en la superficie. Cada movimiento que hacía era un reflejo de la gracia y la potencia que emanaba de su ser, una mezcla perfecta de fuerza y elegancia que brillaba bajo la luz de la luna.

No muy lejos de allí, oculto entre las sombras, un par de ojos observaban cada gesto de Alastor con una fascinación que rozaba la obsesión. Lucifer, el ángel caído, se encontraba en su forma más oculta, casi invisible para el ojo común, incapaz no pudo apartar la vista de aquella escena. Había escuchado rumores sobre la belleza indómita de Alastor, pero verlo en persona, tan vulnerable y a la vez tan imponente, despertó en él un interés que no había sentido en eones.

"Es diferente"- murmuró Lucifer para sí mismo, su voz suave como una caricia en la oscuridad.- "Un ser que no se deja domesticar por nada ni nadie... Qué intrigante."

Con una sonrisa que denotaba astucia y un toque de malicia, decidió acercarse a él. No lo haría como el rey del infierno que era, sino de una manera más sutil, más seductora. Transformándose en una serpiente elegante y sinuosa, su cuerpo se deslizó con facilidad entre las sombras, acercándose al borde del pantano sin hacer el más mínimo ruido. Era un juego que había jugado innumerables veces, pero esta vez, había algo diferente, un fuego en su pecho que no podía ignorar.

Alastor, ajeno a la presencia del intruso, se sumergió por completo en el agua, disfrutando de la sensación del líquido acariciando su piel. Al emerger, sus ojos rojos como la sangre brillaron con una intensidad feroz, una que Lucifer encontró aún más cautivadora. La serpiente avanzó unos centímetros más, sus escamas reluciendo bajo la luz de la luna, nadando elegantemente.

De pronto, Alastor percibió un leve movimiento entre los lirios. Giró su cabeza hacia el origen del sonido y sus ojos se encontraron con los de la serpiente blanca. Había algo en la criatura que lo intrigó de inmediato. Sin temor, extendió su mano y la tomó, admirando su delicadeza, la suavidad de sus escamas y la frialdad de su cuerpo.

¿Qué criatura tan inusual eres tú?- susurró Alastor, acercando la serpiente a su rostro. La curiosidad lo envolvía, sin saber que en sus manos sostenía al mismísimo Lucifer. En un movimiento inesperado y con una velocidad que tomó a Alastor por sorpresa, la serpiente se acercó a sus labios y le robó un beso. Un contacto fugaz, pero cargado de una intensidad que lo dejó sin aliento.

Alastor quedó inmóvil por un instante, su mente procesando lo que acababa de ocurrir. El beso fue suave, pero detrás de él, Alastor sintió un poder abrumador, un fuego que se encendía en su pecho, confundido por la inesperada acción.

Antes de que pudiera reaccionar, la serpiente comenzó a cambiar. Sus escamas se transformaron en plumas, su cuerpo se alargó y ante los ojos asombrados de Alastor, la serpiente se convirtió en un ave de plumas blancas y ojos dorados. Con un batir de alas, la criatura alzó vuelo, alejándose en la noche sin dejar rastro alguno, excepto el aire cargado de misterio y una sensación de deseo no correspondido en el pecho de Alastor.

El Pantano de los Lirios Blancos [Appleradio] AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora