Capítulo 05

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¿Qué nos faltó?

Emma

Lucho internamente por volver a la realidad y dejar de ahogarme en el oleaje azul de sus ojos. Finalmente, lo consigo cuando recorro su brazo izquierdo y veo tu mano entrelazada con aquellos finos dedos, adornados con anillos y una manicura perfecta. Luego, la miro a ella. Es guapa. Muy guapa. Lleva el cabello rubio recogido en un moño impecable y un maquillaje cuidadoso.

Trago saliva.

Mi corazón late rápido...

Miro nuevamente a Axel, casi por instinto, y puedo imaginar los engranajes de su mente funcionando a toda velocidad, intentando averiguar qué estoy pensando.No puedo evitarlo; empiezo a sentir el estómago pesado y las ganas urgentes de salir corriendo de allí: lejos de Axel, lejos de verlo con alguien más, lejos de todo, del mundo entero.

Escucho a la chica hablar, pero no proceso lo que dice; en mi mente solo hay una necesidad urgente de desaparecer. Mis pies se mueven por instinto y me esfuerzo por salir de la cafetería en la que ni siquiera entré mientras mi mente se llenaba de pensamientos intrusivos.

Mi móvil comienza a sonar y veo el nombre de Kate en la pantalla. Había olvidado por completo que había venido con ella y que la dejé aparcando su coche en el estacionamiento del café. Descuelgo la llamada mientras esquivo a los peatones y camino distraída por las amplias calles de Alaska, sin dejar de pensar en Axel, su mirada y la chica que lo acompaña. No debería estar sorprendida; he terminado con él y le he roto el corazón. No puedo pasarme la vida creyendo que él siempre estará esperando por mí. Pero aún así, me duele; es imposible aceptarlo.

Kate me pregunta dónde estoy y le invento una excusa para zafarme de ella. En cuanto cuelgo la llamada, me recuesto contra la pared de un edificio cualquiera e intento ignorar los murmullos de la gente y el ruido del tráfico nocturno. Trato de regular mi respiración y aliviar el ritmo desbocado de mi corazón, que late como si intentara salirse del pecho.

Cuando logro estabilizarme, me estrujo los ojos con las manos para limpiar algunas lágrimas tontas que han escapado sin mi permiso. Me acomodo el cabello sobre los hombros, sacudo algunas partes de mi ropa y decido regresar a mi apartamento; un lugar que antes no solo era mío, sino también de Axel. Era nuestro rincón, nuestra pequeña galaxia. Al menos he logrado evitar un ataque de ansiedad en plena calle, me digo.

Abro la ducha con agua caliente y me permito darme una larga ducha para intentar relajar la tensión acumulada en mi cuerpo y alejar los pensamientos del mundo real. Observo a través de la ventanilla del baño cómo comienzan a caer gotas que poco a poco se convierten en un chubasco.

No puedo evitarlo; mi mente viaja a una tarde lluviosa en la que decidimos hacer un maratón de películas en casa. Preparamos palomitas y elegimos una mezcla de comedias románticas y clásicos de terror. Nos acomodamos en el sofá con una manta grande, riendo y bromeando mientras veíamos las películas.

Recuerdo que, en medio de una comedia, Axel se puso a imitar a uno de los personajes, haciéndome reír tanto que casi me atraganto con las palomitas. Su risa profunda y amena creó un ambiente tan cálido y familiar que sentí que no había lugar en el mundo donde quisiera estar más que allí con él.

Al terminar de recordar, me doy cuenta de que esos pequeños momentos son los que realmente cuentan para toda la vida. Decido ir a la cocina a buscar algo para comer y me fijo en el sofá cama en forma de L donde solíamos quedarnos dormidos tras esas maratones de películas. No puedo evitar extrañarle.

Desde que Axel se fue, el silencio se filtra y penetra cada rincón del apartamento. Quizá por eso alucino al escuchar el timbre de la puerta. Aun así, camino descalza hasta llegar a ella y enciendo las luces del pasillo del recibidor.

La teoría de las constelaciones ©(✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora