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-¡Ya déjate de estupideces, Ovidio! -interrumpió Iván, golpeando la mesa con fuerza.

-¿O si no qué? -replicó Ovidio, levantándose para enfrentarlo, su voz firme y desafiando la tensión que llenaba la habitación.

-Ya no discutan -intervino Alfredo-. Vamos a desayunar tranquilos. Van a asustar aún más a la chica.

Ambos se calmaron y todo continuó con normalidad.

Iván le pidió a una criada que me sirviera el desayuno.

Después de terminar, Iván y los otros chicos me pidieron que los acompañara a la sala.

-Por favor, quiero irme -dije, siendo la primera en romper el silencio.

-No digas tonterías -respondió Iván, su tono brusco-. ¿Prefieres estar en ese lugar asqueroso en lugar de aquí? Tu familia no te quiere, no seas tonta, te entregaron a nosotros.

-No te vamos a hacer daño -dijo Ovidio, intentando calmarme.

-No te preocupes, hermosa -añadió Alfredo, acercándose a mí-. Estás mejor aquí que en cualquier otro lugar.

Finalmente, accedí a quedarme, y noté en los tres una expresión de triunfo en sus rostros.

Entiendo que son hermanos y son narcos.

No estaba feliz, solo sabía que no podía hacer nada.

EL MALO ♱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora