Prólogo

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Quien quiera que esté leyendo esto, ojalá puedas llegar a comprender mis malas decisiones.

Por favor, te lo suplico, necesito ayuda. Nunca llegué a pedirla, no creí que la necesitaría, no necesito que nadie me salve, pero me gustaría que el pudiera salvarme.

Eso me asusta, me duele, me cansa, me enfada, me enamora, me deprime, me desespera, me alivia, me desmaya, me mata. Me mata de nuevo. Me mató otra vez y vuelvo a despertar en la esquina mugrienta en la que suelen revivirme. Con mi brazo derecho esposado a la reja de la celda. Estaría desnuda si no fuera por la ropa interior. Mi cuerpo está lleno de heridas, lo bueno es que no me han vuelto a cortar ningún dedo. Empiezo a extrañar poder usar la mano izquierda.

Joder, me arrepiento profundamente de no haberla matado cuando tuve la oportunidad, si tan solo yo no hubiera dudado...

—¿Compadeciéndote de ti misma? —Dijo aquel hombre, venía acompañado de sus dos guardias, llevan una sierra eléctrica.

Maldito. Levanto el rostro, no le voy a demostrar debilidad. Aun tengo dignidad y no le he dado el gusto de verme llorar, esta no será la excepción.

—Ya veo por donde vas, te lo voy a preguntar otra vez, chiquilla.

—Y yo no te podré responder otra vez, hombrecillo — le contesté al rubio.

Su mirada de molestia me causaba satisfacción, me gustaba estresarlo aunque sabía lo que vendría después. Valía la pena, su expresión de fracaso me motivaba.

—Llévensela a la camilla.

Sus dos acompañantes —hombres que parecían gorilas gemelos a los que me gustaba llamar Tilín y Pilín— me tomaron de los brazos y me arrastraron hasta subirme a la camilla, no valía de nada que yo me opusiera. Tilín y Pilín eran unos mudos muy fuertes.

—Veamos si hoy conseguimos que hables.

—Hace falta más que torturarme para obligarme a sacar información que no dispongo. —Sonreí con sorna.

Un puñetazo en la cara de parte de Pilín, primer golpe que recibo desde que me revivieron, ya tardaban.

Me recuestan en la camilla y atan mis brazos a unas cadenas, están lo más separado posible, al igual que con mis piernas, estiran mis articulaciones.

—Te lo voy a preguntar una sola vez, ¿Dónde está el? —Creo que intentaba mostrarse intimidante, después de todo llevaba una navaja y una sierra en cada mano.

—¿Ah, sí? Te tengo una mejor, ¿Puedes dejar de citar las frases de marvel?

Y recibí un puñetazo en el abdomen, debería empezar a callarme.

Bueno, no, me encanta sacarlo de quicio.

—Dime en donde está.

—¿Donde está quién? —Me encanta hacerme la tonta.

Me quema el brazo, es un dolor infernal que me llega a la cabeza, ahogue un grito al darme cuenta de lo que pasaba. El ruido de la sierra no duró mucho, pero oí el repiqueteo del líquido que impactaba en el suelo. Tengo que abrir los ojos, se lo que veré, joder, ya lo sé. Veo a ese ser detestable que me miraba con una sonrisa de satisfacción en su cara, en una mano claramente tenía la sierra, en la otra, sostiene mi dedo. Ahora solo me quedaba el pulgar en mi brazo izquierdo.

«Aguanta»

No dejaré que ellos me vean llorar.

—¡¿En donde está?! —Me apuntó con la navaja.

—No lo sé —respondí, como todas las veces que me habían preguntado.

Se acercó y empezó a dibujar en mi piel, en mi pierna concretamente, a dibujar líneas dolorosas mientras yo gritaba que parara, que levantara el cuchillo.

—Te lo he dicho, ¡no sé dónde está!

—Mientes.

Yo estaba mintiendo por él.

Yo mentía.

—No conseguirás que hable.

Seguido de mi respuesta, poco a poco empezaron a cortar mi brazo sin encender la sierra, dándome tiempo a que me arrepintiera y confesara. No dije nada, me quedé oyendo como cortaban el hueso. Mi confesión no llegó y con ello mi brazo cayó al suelo.

De nuevo, era otro día en el que me torturaban y me hacían debatir entre si quería olvidar o recordar.

Mis gritos inundaban la celda y con ellos mi corazón se volvió a detener.

Al menos no lloré.

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⏰ Última actualización: Oct 06 ⏰

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Pérdida entre el olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora