Tiempo

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Finn:

Estaba en la cocina con Mónica, buscando los vasos mientras ella exprimía jugo. El aroma fresco de las naranjas llenaba el aire, pero había una tensión palpable en la habitación. Sentía que algo no estaba bien, así que, sin poder contenerme más, le pregunté con suavidad:

-Mónica, ¿qué está pasando? ¿Cuál es el misterio?

Ella se detuvo por un momento, sus manos temblando ligeramente mientras sostenía la jarra de jugo. Su respiración se volvió más profunda, como si estuviera reuniendo el valor para decirme algo importante. Finalmente, comenzó a hablar, su voz cargada de emoción:

-Hace un par de semanas, Vladislav y Ágatha nos visitaron, sé que sabes quiénes son, ellos no dijeron... -dijo, casi en un susurro-. Nos contaron la verdad sobre los orígenes de Leonardo-

Mónica luchaba por mantener la compostura, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. La vi morderse el labio, tratando de contener las emociones que amenazaban con desbordarse.

Sentí una punzada en el pecho al verla así. De repente, todo empezó a tener sentido, la tensión, la mirada nerviosa de Mónica, y el silencio incómodo de Leonardo.

Sin dudarlo, me acerqué a Mónica y la abracé con fuerza. Quería ofrecerle consuelo, aunque mi propia mente comenzaba a girar en mil direcciones, tratando de entender la magnitud de lo que me estaba diciendo. Ella correspondió a mi abrazo, sollozando suavemente contra mi hombro.

-Gracias -susurró Mónica, separándose un poco-. Pero hay algo más... Ágatha está aquí. Leonardo quería presentársela a los chicos.

Tan pronto como lo dijo, me aparté de ella, mi corazón dio un vuelco, y la miré con los ojos abiertos de par en par.

-¿Qué...? -Fue lo único que pude decir, las palabras se me quedaron atascadas en la garganta mientras mi mente trataba de procesar lo que acababa de escuchar.

-Es lo correcto... Vladislav nos dijo que ya habló con mis hijos -respondió Mónica mientras limpiaba sus lágrimas, su voz temblaba con la emoción contenida.

-¡Lo sé! Andrea también sabe que su abuela está viva, pero una cosa es saberlo y otra muy diferente es ponerla frente a ella sin previo aviso -le dije apresuradamente, ya pensando en cómo buscar a Andrea antes de que fuera demasiado tarde.

-Andy será feliz... Ya lo verás -Mónica me dio una sonrisa, intentando calmarme mientras sujetaba mi brazo, impidiéndome ir.

-Lo será, pero esta no era la manera. No entiendes... sus pesadillas, sus recuerdos... -expliqué rápidamente, pero el apuro por llegar a Andrea era más fuerte-. No importa ahora -dije soltándome suavemente de su agarre y comenzando a caminar hacia la sala.

A medida que me acercaba, vi la espalda de Andrea , parada junto a Marco. Ambos se tomaban de las manos, y la atmósfera en la sala era de un silencio absoluto.

Me detuve un poco más atrás, evaluando la situación con cautela. Andrea estaba frente a esa mujer mayor, y aunque sus ojos reflejaban confusión, noté un intento desesperado de dar un paso hacia atrás. Pero su cuerpo no respondió; era como si sus piernas hubieran perdido toda su fuerza, como si la realidad la hubiese golpeado con demasiada fuerza.

-¡Andrea! -grité, al darme cuenta de lo que iba a suceder.

Corrí hacia ella, justo a tiempo para sostenerla antes de que cayera al suelo. Se desmayó en un segundo, su cuerpo se desplomó en mis brazos. Marco, a su lado, parecía petrificado, incapaz de reaccionar, su mirada perdida en la escena, como si también estuviera luchando por procesar lo que estaba ocurriendo.

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora