diecisiete

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Se le hacía extraño que Haechan haya mencionado algo como "regalo" y "madre" en una misma oración, puntualmente porque hasta donde sabía la mujer todavía no regresa de su trabajo en Gangnam, y eran dos tramos lejos del otro, por lo que le hacía ruido que le dijera eso. Sin embargo y no teniendo mejor cosa que hacer, se cambió el pijama y decidió salir.

Tomó el microbús en la avenida más cercana y se dedicó en esos 15 minutos de viaje a tratar de adivinar qué tramaba su mejor amigo ahora, porque mientras más pensaba más encontraba detalles no cuadraban.

Al bajar en la respectiva parada, camina la siguiente cuadra y media hasta subir a la calle donde vivía el moreno. Su hogar era bonito y lujoso, nunca lo mencionó antes, pero Hae venía de una familia adinerada, aunque nunca presume sobre eso, prefiere mantener un perfil normal a su lado.

Sus pasos van frenando a medida que nota su portón, no obstante, se detiene por completo al advertir que alguien se acercaba del sentido opuesto. Su mente le ordena a sus pies que se den media vuelta y se alejen lo más que pueden, pero no obedecen. Renjun queda clavado en el suelo mientras ve como aquella cabellera negra y brillante frena a unos cuantos metros de él.

—Hola... —el alto saluda, esconde las manos en los bolsillos de sus jeans y mira hacia otro lado.

—Hola, Jeno. —Renjun le devuelve el saludo, tímido y pequeño. —¿Qué... Qué haces aquí?

—Haechan me invitó, dijo algo sobre... —pareció pensarlo unos segundos, luego negó con su cabeza y alzó su vista. —Olvídalo. Estar aquí me sirve para pasar tiempo con ellos, después se hará muy tarde.

Huang no entendía muy bien de lo que hablaba, sin embargo, no preguntó.

—¿Vamos?



Un mes sin hablar, un mes evitándose, un mes fingiendo que no existían en el mundo del otro, sin saber nada del otro, cada día sufriendo la agonía de no estar juntos... Quién diría que se encontrarían en el mismo lugar donde se conocieron por primera vez.

Esperaron a que les abrieran la puerta, había mucho silencio en la casa y las luces estaban apagadas, tanto él como Jeno no comprendían qué era lo que estaba ocurriendo, ni siquiera sabían dónde se hallaba situado el otro debido a la oscuridad; hasta que escuchó una suave voz la cual comenzó a cantar en conjunto de unas luminosas velas.

¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti!

Era Haechan, podría reconocer su timbre uno en un millón, sumado las demás voces que se fueron acoplando y brazos de sus amigos los cuales sentía envolverlo a medida que se hacían más claros a la luz de las llamas. Cierta nostalgia se instaló en su pecho al verse rodeado de tantas personas que, a pesar de los momentos difíciles, continuaban a su lado en un día como este, tal que las lágrimas se acumularon en sus ojos cuando terminaron de orquestar la última oración de la canción.

—¡No llores~! —exclama Chenle abrazándolo con mucha fuerza. —Adelante, pide un deseo, Junie.



Haechan extendió sonriente el pastel con las 22 velas encendidas, los invitados estaban expectantes a que las apagase, más solo causó que las emociones se arremolinaran en su estómago. Jamás le habían hecho una fiesta sorpresa, y entender que el aprecio que le tenían llegaba hasta este punto simplemente lo desgarraba por dentro. Juntó sus manos con fuerza y entrelaza sus dedos, también cerró sus ojos permitiendo que aquellas gotas se deslizaran traicioneras por sus mejillas y así ocasionaran un alboroto de que no siguiera llorando o acabarían llorando con él.

Pensó muy bien sus tres deseos, lo hizo más con el corazón que con su cabeza y se tardó unos largos segundos.

Finalmente decidido, reúne aire en sus pulmones y sopla con ímpetu, los aplausos llenas sus oídos y serpentinas explotan haciendo que se sobresaltara, no obstante, acaban en risas. Alza la mirada y se encuentra con los ojos de Jeno cayendo en él, advierte dejes de una sonrisa en sus finos labios y no evita volver a sentirse tímido con su presencia.


𝙨𝙚𝙖𝙨𝙤𝙣𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora