Prólogo

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Fernanda Herrada... Ese es mi nombre... O al menos el que considero que es... pues mi madre, cada vez que me regañaba, me gritaba, llamándome "Fernanda". Al parecer, a ella no le gustaba ese nombre, pues no recuerdo ni una sola vez que me llame así sin haberme gritado... Quién sabe. El apellido "Herrada" le pertenece a ella, así que supongo que también lo tengo yo.

Aún así, prefiero que me llamen "Nanda". Eso era mejor que el nombre de Fernanda. No lo sé. Nunca me gustó ese nombre. Nanda era una pequeña abreviación de Fernanda... Una mejora, diría yo.

No fui bautizada cuando era bebé. Mi madre no tomó esa iniciativa. Fray Godofredo me bautizó cuando tenía como 7 u 8 años, obviamente con el nombre que anteriormente mencioné. Él quiso ser también mi padrino, pues ni mi madre estuvo presente ese día.

Yo solía ir con frecuencia a la catedral de Puebla, para visitar a mi padrino. Era mi lugar seguro para cuando me aburría, sola en casa. Mamá salía por las mañanas y volvía hasta en la noche... Había noches que no volvía, quizá porque las pasaba al lado de los hombres con los que coqueteaba para sacarles dinero.

Jamás conocí a mi padre. Nos abandonó a ella y a mí desde antes de que yo naciera... De hecho, lo hizo cuando supo que mi madre me esperaba. Me hubiera gustado conocerlo, o al menos haber tenido la dicha de tener mi familia completa. Envidio a los niños que han tenido esa dicha... En verdad los envidio.

Mi infancia no fue tan mala. No diría que fue mala. Al final de cuentas, todos vivimos algo diferente. Algo bueno, algo malo, o de todo... En mi caso, diría que fue de todo un poco... Sin papá, sin el cariño de mamá... Pero aún así, era feliz, puesto que no estaba completamente sola.

Además de ir a la Catedral, también amaba ir a la Panadería "San Juan". Doña Toñita, la dueña de la Panadería, era bastante buena conmigo. Siempre me regalaba uno de sus panes. Sabía que siempre estaba hambrienta, pues mi madre nunca me alimentaba.

Doña Toñita me cuidaba mucho. Había días que se tomaba la molestia de peinarme, y hasta de arreglarme. Me regalaba los vestidos que ella guardaba, los mismos que usaba cuando era niña, pues aún los tenía conservados.

Cuánto hubiera deseado que ella fuera mi abuela. La amaba demasiado... Hasta la fecha, la sigo amando como si fuera mi abuela.

Bueno... No era mi abuela, pero sí era abuela. Sus nietos eran Nando y Leo, quienes vivían con ella desde muy pequeños, porque eran huérfanos.

Yo no soportaba a Nando en ese entonces. Siempre asustando y haciendo llorar a su hermano pequeño, contándole historias de terror, como la de "La Nahuala de la vieja casona". Lo hacía mojarse los pantalones por el miedo, y terminó apodándolo "Chisguete".

Yo casi nunca me juntaba con Nando... Lo odiaba.

Una vez fui capaz de querer darle una pedrada, usando una resortera, pero Doña Toñita no me dejó. No me regañó tan feo, pero me hizo prometer no pelear de esa manera, otra vez. Por ella, acepté hacer esa promesa.

Había momentos que me lamentaba haber prometido eso. Probablemente Nando ya estaría tres metros bajo tierra si no lo hubiera prometido. Ja, ja, ja, qué clase de cosas pensaba de niña.

Volviendo al tema de los San Juan, a mí me gustaba más jugar con Leo. Era demasiado tímido, nervioso y bastante miedoso. Para hablar con él, era cosa de tenerle paciencia, pues era muy, muy, muy tartamudo. Aún así, no era molesto para mí. Él era más soportable, comparado con su hermano. Me gustaba hablar con él y jugar.

Leo no tenía amigos. Yo tampoco tenía. Así que ambos nos volvimos amigos... los mejores amigos en ese entonces. Me volvía su defensora cada vez que Nando pretendía molestarlo. Muchas cosas las hicimos Leo y yo, juntos: Jugar, pasear por Puebla, preparar pan de la Panadería junto a Doña Toñita, ir a la misa, entre muchas otras cosas... ¡ah! Pero había una sola cosa que me gustaba más que las demás, cuando estaba junto a Leo.

La Leyenda de la Mariposa Azul 🦋 💙  (fanfic ocxcanon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora