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Spreen cruza como un ciclón la puerta de madera de la casita del embarcadero y se detiene a pulsar unos interruptores. Loz fluorescentes hacen un clic y zumban secuencialmente, y una luz
blanca y cruda inunda el inmenso edificio de madera. Desde mi posición cabeza abajo, veo una impresionante lancha motora en el muelle, flotando suavemente sobre el agua oscura, pero apenas me da tiempo a fijarme antes de que me lleve por unas escaleras de madera hasta un cuarto en el piso de arriba. Se detiene en el umbral, pulsa otro interruptor halógenos esta vez, más suaves, con regulador de intensidad, y estamos en una buhardilla de techos inclinados. Está decorada en el estilo náutico
de Nueva Inglaterra: azul marino y tonos crema, con pinceladas de rojo. El mobiliario es escaso; solo veo un par de sofás. Spreen me pone de pie sobre el suelo de madera. No me da tiempo a examinar mi entorno: no puedo dejar de mirarlo a él. Me tiene hipnotizado. Lo observo como uno observaría a un depredador raro y peligroso, a la espera de que ataque, Respira con dificultad, aunque, claro, me ha llevado a cuestas por todo el césped y ha subido un tramo de escaleras. En sus ojos violetas arde la rabia, el deseo y una lujuria pura, sin adulterar. Madre mía. Podría arder por combustión espontánea solo con su mirada.

-No me pegues, por favor. -le susurro suplicante.

Frunce el ceño y abre mucho los ojos. Parpadea un par de veces.

-No quiero que me azotes, aquí no, ahora no.
Por favor, no lo hagas.

Lo dejo boquiabierto y, echándole valor, alargo la mano tímidamente y le acaricio la mejila, siguiendo el borde de la patilla hasta la barba de tres días del mentón. Es una mezcla curiosa entre
suave e hirsuta. Cerrando despacio los ojos, apoya la cara en mi mano y se le entrecorta la respiración. Levanto la otra mano y le acaricio el pelo. Me encanta su pelo. Su leve gemido apenas es audible y, cuando abre los ojos, me mira receloso, como si no entendiera lo que estoy haciendo, Me acerco más y, pegado a él, tiro con suavidad de su pelo, acerco su boca a la mía y lo beso, introduciendo la lengua entre sus labios hasta entrar en su boca. Gruñe, y me abraza, me aprieta contra su cuerpo. Me hunde las manos en el pelo y me devuelve el beso, fuerte y posesivo. Su lengua y la mía se enredan, se consumen la una a la otra. Sabe de maravilla, De pronto se aparta. Los dos respiramos con dificultad y nuestros jadeos se suman. Bajo las manos a sus brazos y él me mira furioso.

-¿Qué me estás haciendo? -susurra confundido.

-Besarte.

-Me has dicho que no.

-¿Qué? ¿No a qué?

-En el comedor, cuando has juntado las piernas.

Ah... así que es eso.

-Estábamos cenando con tus padres.
-Lo miro fijamente, atónito.

-Nadie me ha dicho nunca que no. Y eso.
me excita. -Abre mucho los ojos
de asombro y lujuria. Una mezcla
embriagadora.

Trago saliva instintivamente. Baja la mano a mi trasero. Me atrae con fuerza hacia sí, contra su erección. Madre mía.

-¿Estás furrioso y excitado porque te he dicho que no? -digo alucinado.

-Estoy furioso porque no me habias contado lo de Georgia. Estoy furioso porque saliste de copas con ese pibe que intentó seducite cuando estabas borracho y te dejó con un completo desconocido cuando te pusiste enfermo. ¿Qué clase de amigo es
ese? Y estoy furioso y excitado porque has juntado las pieras cuando he querido tocarte. -Le brillan los ojos peligrosamente mientras me sube despacio el bajo del vestido, -Te deseo, y te deseo ahora. Y si no me vas a dejar que te azote, aunque te lo mereces, te voy a follar en el sofa ahora mismo, rápido, para darme placer a mí, no a ti.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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