Capítulo 9

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Millones de veces me pregunté cómo mi papá se enamoró de Emma. En especial cuando recordaba el momento en que apareció en nuestras vidas.

Emily había cumplido su promesa y se encargó de que mi padre fuera a su fiesta de cumpleaños. Según sus palabras, le mintió diciendo que su mamá necesitaba ayuda para montar la decoración porque el señor Clark no estaba en la ciudad por asuntos de trabajo. Lo último era cierto, su papá rara vez se encontraba en casa. Aunque lo que más me sorprendió fue que mi papá aceptó.

El sábado llegó, y si alguien estaba más nerviosa que la cumpleañera era yo. Quería que mi papá compartiera su vida con alguien más, pero tenía miedo de que él me dejara. No teníamos recuerdos juntos, y pensé que aún teníamos tiempo para crearlos. En ese tiempo, lo necesitaba más que cualquier persona en la vida.

Aquel día caluroso, mi padre me ayudó a decidir qué vestir y, por primera vez, me hizo unas coletas. Teniendo en cuenta de que estaba muy grande para eso, que se encontraban muy chuecas y con nudos, me las dejé.

Llegamos quince minutos más tarde de lo acordado, de seguro le dimos una buena impresión a la señora Clark.

Mientras mi papá ayudaba a la mamá de Emily, entré a la casa.

Debía tener mucho cuidado al momento de subir las escaleras que llevaban al ático. Esta se movía al menor roce, y ese día no deseaba que alguien mirara mis pantalones cortos de rosita fresita. Cuando por fin pude entrar, Emily estaba terminando de peinarse. Me quedé congelada al verla: El cabello rubio le caía de forma delicada sobre sus hombros, los rizos le daban un aire elegante y aquel vestido rojo la hizo brillar más de lo normal. Parecía una princesa.

Su mirada pasó por el espejo y, al notar mi presencia, sus mejillas tuvieron casi el mismo color que el vestido.

—Hola —susurró con nerviosismo—. No te escuché entrar.

—Te ves hermosa. —Corrí hacia ella y la abracé—. Feliz cumpleaños.

—Gracias, dulce Amy.

—Te traje un regalo —recordé al separarnos.

—No es necesario —hizo una mueca—. Estoy feliz con que estés aquí.

—Sí es necesario. Y mucho.

Ella adoraba los regalos, solo decía aquella frase para ocultar su emoción.

—Bueno —dijo, rendida.

De la bolsa de mi vestido, saqué una cajita dorada. No soportaba la adrenalina que comenzó a recorrer mis manos, así que se la entregué.

—¿Qué es? —Sacudió la caja—. ¿Aretes? Sabes que no me gustan.

—Solo ábrela —sonreí.

Lo hizo y pude ver como sus manos temblaban. Me pareció que tardó horas en mover el papel y ver el contenido. No sabía qué reacción iba a tener a pesar de que la conocía a la perfección, pero a veces sus actitudes enredaban. Quitó el papel. Sus ojos se abrieron más de lo normal —me pregunté cómo era posible que eso pasara, ya que estos eran enormes— y un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas.

—Es hermoso —mencionó en sollozos—. Solo en sueños me han regalado algo como esto. Muchas gracias.

Era un collar de manzana verde. Ella tenía una parte en sus manos, mientras que yo tenía las otras colgadas en el cuello.

—Cuando era pequeña, mi abuela y yo fuimos de compras. Al llegar a casa me regaló un collar. Ella tenía la parte que te estoy entregando.

—¿Era de tu abuela? —asentí—. Entonces no lo puedo aceptar. —Comenzó a guardarlo en la caja con movimientos torpes.

Maravillosa sonrisa (EDDE#1) (Nueva versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora