III

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El mexicano no sabía cómo había terminado sentado en la banqueta del hospital de la ciudad. Con unas pocas monedas y un vaso de café, alguien había confundido sus fachas con las de un mendigo. Bueno, tal vez si lo sabía y es que al no tener nada que hacer recurrió  a sus amigos, pero al parecer ellos si tenían vida social  pues cuando los llamo la mayoría de ellos se encontraban con su familia o pareja, llamo también a su querida hermana Ana aunque al poco tiempo se arrepintió  ya que días antes ella le advirtió que ese día no le llamara por nada ya que al parecer era la graduación de su hija menor, le dijo que ni siquiera si se estaba muriendo le llamara ya que si lo hacía  más le valía morir o de lo contrario ella se encargaría de castrarlo para luego matarlo con sus propias manos por lo que definitivamente ella no era una opción viable.

Así que recurrió a la vieja confiable, ir a comprar  unas cervezas y luego ir a la casa del lobo solitario: William, del cual estaba 100% seguro  de que tampoco tenía nada importante que hacer, aunque al llegar se encontró a su amigo saliendo de su departamento por lo que al no tener nada mejor que hacer decidió acompañarlo y así fue como termino ese lugar, esperando a Will, que debía haber entrado a una tienda a comprar algo, pero tardaba más de la cuenta, por lo que  el moreno se jugaba su sueldo a que el inglés debía estar coqueteando con alguna mujer.

Odiaba los fines de semana, definitivamente lo hacía. Y  es que eran los días que más tenía trabajo, más entrevistas, más entrenamiento y en definitiva no tenía tiempo de descansar. Quien lo escuchase decir eso creería que odia su trabajo, aunque era todo lo contrario, pero el que ames algo no significa que sea fácil de hacer.
Dio un trago al café que  recientemente había obtenido de alguien que lo había confundido con un mendigo.

–Compañero, ¿todo en orden?–dijo alguien tocando su hombro.

¡Hijo de tu madre!¡Al menos haz ruido cabrón! -dijo llevando una de sus manos a su pecho dramáticamente. –casi me da un infarto.

–Lo siento, yo no... hablar mexicano–contesto con un acento exagerado el hombre.

–Déjate de estupideces, ¿Cuándo llegaste? Y ¿Por qué no hiciste ruido?–hablo mientras se recomponía del susto. –ocupo un bolillo.-dijo para si mismo.

–No hace mucho, te hablé varias veces, pero al parecer estabas muy concentrado en la inmortalidad del cangrejo . Parecidas drogadicto.-se burló, ya que cuando lo vio pensó que era un vagabundo que solo se parecía físicamente al mexicano, pero cuando lo vio más de cerca se dio cuenta de que era el.

–perdón,  andaba disociado.

–Eres medio rarito. –¿Qué haces ?

– No me faltes al respeto niño, aquí el único que puede tener ese titulo eres tu y no hago nada, ¿no es obvio?-respondió lo primero que se le ocurrió.

–No, o sea si, pero me refiero al porque estás sentado en la banqueta.

–Primero que nada, buenos días a ti también, respondiendo a tu pregunta estoy  aquí porque estoy esperando a Will- hablo mientras se levantaba del lugar y se estiraba–el está en esa tienda–señalo una tienda de cosméticos- me dijo que solo iría por algo y regresaba, pero estoy seguro de que debe de estar liándose con alguna chica o algo por el estilo. Aunque no se me ocurre que haría un macho pecho peludo  como el en una tienda de maquillaje Digo, se que es vanidoso, pero no a tal punto.

–Tal vez debe estar comprando un regalo para Aly–razono el británico.

–¿Y porque compraría un regalo para esa pulgosa?

–Tal vez porque en dos días es su cumpleaños -respondió con total obviedad.–No lo olvidaste, ¿cierto?

–Para nada, obvio que me acuerdo, pero dime, qué pasaría si hipotéticamente, solo hipotéticamente, en un caso muy hipotético se me haya olvidado, pero solo  hipotéticamente.–dijo el mexicano.

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⏰ Última actualización: Nov 08 ⏰

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CUANDO ME ENAMORO Checo x MaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora