Capítulo 19. Tempestades

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Lo que quiero decir es que Natalia no es quien dice ser, y algo me dice que ella está detrás de todo esto.

Luz permaneció unos segundos en silencio, tratando de asimilar las palabras que Ainhoa había pronunciado. Quizás la falta de sueño de la noche anterior estaba afectando a sus capacidades cognitivas y había entendido mal.

—¿Qué? —fue lo único que su boca fue capaz de pronunciar, tratando de ganar tiempo para comprender aquello.

Para la morena era imposible. No tenía ni pies ni cabeza. ¿Cómo iba el padre de Natalia a estar involucrado en el caso? Él, que siempre la había tratado como a una hija más, que siempre había querido ayudarla incluso cuando Luz se negaba a utilizar el dinero de su familia política. ¿Cómo iba ese hombre de rostro afable a saber todos los datos? ¿Cómo podía haber cerrado una investigación sobre ella y luego, tras conocerla, no decirle nada? Como buen juez afirmaba que la verdad siempre iba por delante, que, aunque los criminales se forjaran una buena defensa, todo siempre salía a la luz. Era imposible y, sin embargo, en aquel informe figuraba su nombre.

Y lo peor de todo... ¿cómo iba a estar Natalia involucrada en todo eso? La miraba siempre con amor. Nunca se había sentido tan querida o comprendida por alguien. Por eso la había elegido, y por esa misma razón quería pasar el resto de su vida con ella. Apareció cuando más perdida estaba, le tendió la mano sin ningún tipo de intención más allá de ayudarla y se enamoraron. Era la historia de una novela. Su padre podía saber algo, pero ella no. Era imposible que le hubiera ocultado algo tan grave durante tanto tiempo. La Natalia que conocía no era así.

Miró a Miguel y a Ainhoa, que esperaban a que la morena hablase. La pelirroja se retorcía las manos, nerviosa. Vio cómo se llevaba la mano al cuello por inercia, en busca del colgante que ya no llevaba puesto. Sus ojos se encontraron. ¿Era verdad lo que aquella mujer le estaba diciendo? A fin de cuentas, la conocía desde hacía tan solo unas semanas; o, mejor dicho, la recordaba.

—Es mentira —afirmó en voz queda, incapaz de imaginar un mundo donde aquello fuera posible.

—¿Perdón? —el hombre sacudió la cabeza, confuso.

—L... Luz, tienes el informe —intervino Ainhoa—. No estamos mintiendo. Natalia está involucrada de alguna forma en tu desaparición.

—Que su padre lo esté no significa que ella también —replicó.

Ainhoa dejó escapar una carcajada seca, incapaz de creer lo que Luz verbalizaba. Y justo con ese sonido algo encajó en la mente de la morena. Esa indiferencia y desconfianza por alguien que ni siquiera conocía únicamente apuntaban a un motivo.

—Natalia tenía razón —dijo—. Me estáis intentando separar de ella.

—¿Qué dices? —el rostro de la pelirroja se desencajó. Esta vez era ella la que trataba de comprender a Luz.

—Dios mío. ¿Cómo he podido estar tan ciega? —se levantó del sillón, llevándose las manos a la boca.

—Luz, sea lo que sea que estás pensando, no es verdad —Ainhoa se levantó también, intentando tranquilizar a la mujer e intentando apaciguar sus nervios al mismo tiempo. Estaba saliendo todo al revés.

—¿Ah, sí? —enfrentó a la chica—. Me escuchaste hablar con ella y enseguida le fuiste con el cuento a tu primo el sargento, para que la investigara. Llevas desde el principio queriendo acapararme para volver a tener tu familia feliz. Me habéis llenado la cabeza de mierda y tú me has confundido.

—¿Que yo...?

—¡Sí! ¿Cuándo planeásteis todo esto? ¿Qué día exactamente? ¿Cuando fui a recoger a los niños yo sola por primera vez? —se dirigía a los dos alternadamente.

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