Rafael falleció cuando tenía catorce años. Participaba en una protesta cuando, al parecer, unos jóvenes lo asesinaron. Recuerdo que, al enterarme de su muerte, lloré como si hubiera perdido a mi padre de nuevo. Solo que esta vez, me mostraba más pesimista, a diferencia de mi padre, que creía que podría volver a verlo. Era joven, no tenía nada mejor que hacer. Acepté su muerte, la acepté dos veces. Mi madre murió poco después. No sé qué tenía, pero al parecer tomó muchos analgésicos y se quedó dormida. Terminé quedándome en la casa de un tío.
Me caía bien, pero nunca tuvimos una relación cercana. Ni con él, ni con mis primos, ni con nadie de la familia en particular. A veces les contaba cosas, pero ellos solo reaccionaban de manera brusca y se iban. Me acostumbré a ese comportamiento; ya no me enojaba, sabía que no servía de nada.
Dejé de usar mis armas, no tenía a qué disparar, ni con quién. Me acostumbré a la soledad, a hacer cosas por mi cuenta, a cocinar mi propia comida. Mi familia se volvía cada vez más agresiva conmigo. Ya no me veían como un integrante, sino como una plaga, un tumor, un gran tormento. Mientras mis tíos y primos se inscribían en carreras políticas y sociales, yo decidí ser como mi padre y como Rafael. De pequeño no lo notaba, pero nunca tuve una Navidad con mis tíos, nunca fuimos a sus casas. Me di cuenta de que era porque todos veían a mi padre como la oveja negra. No sé por qué, pero ahora tampoco me importa.
Cuando tuve dieciocho años me fui. Alquilé un pequeño departamento, en el que vivo actualmente. En la facultad conocí a Pedro Dalton y a José.
Siempre fui muy tranquilo, y generalmente lo soy. Sin embargo, ellos empezaron a enseñarme algunas cosas extrañas.
1989
Uruguay, Montevideo.
Era una noche fría, estaban en un estadio de fútbol local, el bullicio y los gritos eran más que evidentes. Gente proclamando alegría y emoción al ver ganar a sus equipos. El partido era intenso y desesperante. Todos estaban con la piel de gallina. Cervezas y botellas de vino aparecían por todos lados. La noche parecía interminable, como una luna eterna.
Topo estaba con sus mejores amigos, Pedro y José. Con una cerveza en mano, aplaudía y mostraba su apoyo al equipo. Estaba eufórico; el efecto del alcohol empezaba a notarse en su comportamiento, pero eso era lo de menos en ese momento.
Poco después, en el minuto 93, el partido terminó y el equipo de Gustavo ganó. Esto alegró a Gustavo, quien así ganó una apuesta que había hecho con Pedro y Alejandro.
- ¡Eso no fue falta y lo sabes! - reclamó el mayor de los tres.
- ¿Crees que me importa? ¡Paga ya, tacaño! - Antuña se burló con una risa burlesca ante la actitud infantil de su amigo. No era de salir mucho; de hecho, había sido toda una odisea convencerlo de hacerlo.
Este fue el caso en el que Gustavo terminó completamente ebrio. Por otro lado, Alejandro estaba más sobrio y consciente... A diferencia de Topo, Dalton era alguien mucho más liberal y relajado. Tanto, que desde hace tiempo quería influir en Gustavo, deseaba que Antuña experimentara lo que significa ser una persona más... relajada. De hecho, en ese momento se lo estaban pasando increíble; quería que Gustavo se sintiera bien y que no estuviera tan atado a sus tradiciones.
Pedro era mejor amigo de Antuña Desde hace años, pero, con eso, todavía eran demasiado diferentes.
...
Una hora después
El partido terminó. Todos regresaban a sus casas, algunos enojados, otros decepcionados y otros más felices que nunca. Era viernes por la noche, bueno... aún era temprano, así que no había excusa para irse a dormir. El trío estuvo unos minutos conversando, sentados en un parque cerca del lugar.
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𝗞𝗼𝗺𝗼𝗿𝗲𝗯𝗶
Fanfiction¿Alguna clase de relación amistosa? No es titopo como tal, es más una relación de amigos. Está historia está hecha con meros fines de entretenimiento. No busca retratar al cien por ciento hechos de la realidad. No busca retratar hechos de la realida...