Capítulo 7: Supéralo

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—¡Bruno, levántate ya, cariño! —la voz de mi madre retumba en mi cabeza y hace que me despierte, aunque algo aturdido.

Abro los ojos, pero por algún motivo que no comprendo no puedo moverme. Bueno, no es que no pueda, es que no me quedan ni las fuerzas ni las ganas para intentarlo.

Los rayos de sol pasan a través de las cortinas que ondean con la pequeña brisa del campo, iluminando mi habitación. Hay varios libros en las estanterías, como de costumbre, ya que me encanta leer. A decir verdad, hay algunos que guardo como oro en paño, ya que no está permitido hablar o especular acerca de lo que hay en el exterior de los muros. Aun así, tengo varios que hablan de un posible mundo lleno de cosas que no alcanzamos a imaginar. Sea como sea, los titanes no nos otorgarán ese placer, así que, ¿para qué preocuparse?

En cuanto miro abajo veo mi joven cuerpo, el normal de un niño de siete años, aunque eso sí, bastante más blanco de lo que se puede esperar de un campesino. No sé, nunca me he puesto moreno con el sol, es más, me quemo antes de poder adquirir pigmentos oscuros.

—¡Bruno! ¿¡Estás ahí!? —reitera mi madre.

Sí, claro. ¿Por qué no iba a estar? Después de desayunar ayudaré a mamá con el trabajo en el campo y por la tarde pasaré el rato con mis únicas amigas: las hermanas Lenz. Kora y Roxy son las únicas que no me miran raro por cómo soy ni cómo pienso, y, a decir verdad, con eso me basta.

Entonces, mi madre entra en mi cuarto, aunque con una mirada vacía y sin mover los ojos. Acto seguido, se acerca a mi cama, donde estoy tumbado inmóvil, y me agarra de los hombros mientras me zarandea.

—¡Bruno! ¡Despierta! —me grita ella, con voz preocupada pero cara indiferente.

¿De qué estás hablando? ¿No ves que tengo los ojos abiertos? No entiendo nada de lo que está ocurriendo.

—¿¡Y Kora y los demás!? —enfatiza ella.

¿Kora...? ¿Qué pasa con...? Ahora me acuerdo. Kora ha sido acorralada por tres titanes, sin posibilidad de moverse o salir con el equipo. Al darme cuenta de lo sucedido, mi parte superior del cuerpo se levanta de la cama al instante.

—¡Kora! —grito, antes de darme un cabezazo con mi madre—. ¡Agghh!

Me llevo las manos a la cabeza por un dolor intenso, cerrando los ojos con fuerza. De repente, comienzo a escuchar sonido de destrucción y fuego, continuado de gritos y fuertes retumbares.

—¡Ay! Qué daño... —dice una voz distinta.

Abro los ojos y me encuentro con una Ciudad Exterior a medio destruir, con el cielo teñido de rojo por los humos que salen de las casas y el sol del atardecer cuyos rayos intentan atravesarlos. Después de eso, me percato de la presencia de dos figuras frente a mí, las que me miran con preocupación sobre el tejado en el que estamos. Poco a poco voy distinguiéndolas, hasta percatarme de que se trata de Cube y Edgar, siendo el primero el causante de mis zarandeos.

—Menos mal, Bruno, ya te daba por muerto —dice Cube con un suspiro de alivio y un sudor de nervios.

—Resulta increíble que no; con esa herida... —contesta Edgar, señalándose la frente.

—Qué herid... —Me toco la frente y noto un profundo corte que atraviesa mi ceja izquierda, con algo de sangre coagulada que ayuda a detener la hemorragia.

No parece grave, al menos no parece haber cortado una vena importante. Me intento incorporar y, al percatarse, los dos me ayudan desde cada lado para que no me caiga. La verdad es que sí que tengo un mareo importante encima, pero nada que estos últimos dos años no me haya enseñado a aguantar.

Attack on Titan - PanaversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora