LXXX: El regreso

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Llegó el día de abandonar Milard. Cenaron a modo de despedida con el doctor Burjan y la señora Zeynep y se despidieron con la promesa de escribir pronto.

La noche estaba despejada y la luna brillaba imponente en el cielo junto con miles de estrellas. Samira observaba como las murallas de Milard se alejaban a sus espaldas mientras Layl trotaba como si lo hubieran liberado de grilletes.

El equipaje solo eran suministros, y las armas de Zeth. No había espacios para cambios de ropa, ni nada por el estilo. Samira sabía que este viaje de regreso sería más duro que el que los llevó hasta el Este. Pero ahora se sentía muy diferente a cuando llegó. Abrazada a la cintura de Zeth, hundió su nariz en el manto de él que cubría su armadura de cuero y su ancha espalda, disfrutando de su aroma. Los muros seguros de la ciudad se perdían en el horizonte y ella ahora trataba que su preocupación por los posibles peligros no la invadan.

Zeth, mantenía los ojos en el horizonte, decidido a avanzar sin importar lo que viniera. Su plan los llevaría hacia el sur y aquella noche era crucial para alejarse lo más posible de las grandes ciudades por lo que no se detuvo en toda la noche y la mañana. Solo hicieron una parada para beber agua, comer algo, cambiar posiciones y seguir. El intenso calor del mediodía se hizo sentir, pero el sol ya comenzaba a caer cuando Zeth notó un cambio de dirección en la brisa. Tensó las riendas y miró alrededor.

-¿Qué sucede? - preguntó Samira notando que Zeth se ponía más tenso.

-Tormenta, debemos apresurarnos...- Dijo Zeth en un murmullo.

Sacó su brújula y mirando la dirección del sol, marcó un rumbo y le dio la señal para que Layl rompa en galope de nuevo.

-Sujétate Samira. - le dijo Zeth tomando su mano.

Samira miró alrededor pero no vio nada, solo después de unos largos minutos de galope vio que a sus espaldas se oscurecía el cielo.

- ¿Son nubes? - Preguntó Samira con preocupación.

-Si, pero de arena.... – dijo Zeth muy serio. –No podremos ganarle, necesitamos refugio. No estamos lejos de uno.-

Samira se ajustó el turbante y se cubrió la nariz. Los vientos se sentían con más fuerza a medida que avanzaban. De repente el viento golpeó frio en sus rostros y Zeth se giró...

- Haboob...- dijo Zeth en un murmullo

- ¿Qué? - preguntó Samira preocupada.

-No mires atrás Samira. Cubre tus ojos. - le dijo Zeth. – Rayos, tendría que estar por aquí. – protestó tratando de mirar a su alrededor.

La visibilidad comenzaba a disminuir, ya que la vehemencia de los vientos seguía aumentando y Zeth entonces se detuvo. Bajo del caballo y trató de tranquilizar al animal que relinchaba nervioso.

-Quédate aquí Layl. No te muevas. - Ordenó Zeth alzando la voz sobre el rugido de los vientos. – Me adelantaré, es solo un momento, es solo para marcar el acantilado de la grieta. Samira, no mires atrás. – Dijo Zeth a Samira y avanzó como dijo y se perdió entre el polvo y la arena que comenzaban a arremolinarse.

Layl relinchó impaciente e hizo unos pasos nerviosos hacia adelante, peor no avanzó. Samira, con el abdomen apretado y algo asustada al no poder ver a Zeth, trató de ajustarse su manto, pero sin querer dejó caer algo a la arena y decidió bajar de Layl para recogerlo. Pero al inclinarse un fuerte rugido del viento le llamó la atención y allí lo vio.

-H-Ha-Haboob...- dijo ella totalmente en shock.

Una enorme muralla de arena se alzaba detrás, amenazando con sepultarlos. El miedo la inmovilizó completamente y su mente fue incapaz de procesar la señal sonora de Zeth para avanzar.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora