Capítulo 2: Can't help falling in love

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Pues seguimos! Millones de gracias por la acogida, no esperaba tantas emociones, y aunque me siento un poco culpable por las lágrimas, creo de verdad que es una emoción que merece la pena. Y prometo solemnemente que, una vez superado el shock inicial, no es más que el trasfondo sobre el que se desarrolla toda la historia, y mi única intención es hablar de la preciosa historia de amor entre Marta y Fina a lo largo del tiempo y más allá de él, porque un amor así trasciende lo humano.Quiero señalar que esta historia se basa en los acontecimientos del canon hasta que Damián las descubre, por lo que es posible que empecemos a ver algunas variaciones en la historia con respecto a lo que se cuenta en la novela.Os dejo con el capítulo 2 de "Canciones para Fina", "Can't help falling in love". Como siempre os digo, escuchad la canción mientras leéis, porque aporta mucho al conjunto de lo que se cuenta y así es como ha sido escrita.Espero que lo disfrutéis, y estoy deseando leer todas vuestras impresiones.

Nos leemos pronto!


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BANDA SONORA: Can't help falling in love - Elvis Presley (1961)

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Wise men say only fools rush in,

but I can't help falling in love with you.

Shall I stay?

Would it be a sin if I can't help falling in love with you?

Like a river flows surely to the sea,

darling, so it goes, somethings are meant to be.



Madrid, 8 de julio de 2005

A Fina le había costado Dios y ayuda, y cuatro largos días de cavilaciones, ser capaz de levantar el teléfono y hacer la bendita llamada. Llegó a la conclusión de que era el único paso posible la misma noche de lo que a partir de ahora para ella iba a ser denominado "El Día del Regalo Envenenado". La clarividencia la alcanzó ya de madrugada, con un par de copas de vino recorriendo sus venas y nublando su entendimiento. Se lo había justificado a sí misma diciéndose que lo necesitaba para ayudarse a reajustar sus cimientos tras el terremoto emocional que la había arrasado en el cementerio, y no por su apremiante desesperación por mitigar un poquito el dolor. Después de releer la carta tantas veces que casi se la aprendió de memoria, y de llorar y maldecir hasta la extenuación al maldito destino que le había abierto un boquete tremendo en el pecho, y a Marta por ser capaz de elegir las palabras perfectas para hacerla sentir increíblemente afortunada por haberla tenido y terriblemente desdichada porque eso no siguiera siendo así, tuvo que gritarle al infinito para suplicar su perdón y recordarle que, por encima de todo, la seguía amando. En realidad no importaba demasiado, porque no tenía ni la más mínima duda de que su mujer no esperaba menos de ella cuando se le ocurrió la brillante idea de marcharse dejando atrás semejante bomba de relojería para Fina. Así que ahora le tocaba aguantar los improperios alternados con atormentadas declaraciones de amor eterno. Además, no podía quejarse de nada, porque a pesar del llanto y del alcohol, o precisamente gracias a ambos, al final había sido capaz de sacar de la caja el CD que Marta había preparado para ella, con cuidado extremo de ni siquiera pasear sus ojos por el resto de las cartas ahora que ya sabía lo que contenían, y había reproducido exclusivamente la primera canción en bucle. Comenzó a regañadientes, a un volumen prácticamente inaudible, apretando los ojos con todas sus fuerzas para contener las lágrimas y con un temblor incontenible en su pierna derecha que apenas le dejaba mantener el culo en la silla. Reprimió incansablemente el impulso de apagar la música durante la primera vuelta, pero cada palabra se fue clavando en su alma envolviéndola en un abrazo sanador que la condujo poco a poco a levantarse, a ir subiendo el volumen para permitir que la música llenase sus oídos y diluyese todas las nubes de su mente, y a terminar incluso cantando a viva voz intentando moverse al ritmo de la música, aunque en soledad y sin Marta apretándola contra su pecho no tuviera ni la mitad de encanto. Pero, sorprendentemente, cuando su cuerpo extenuado le exigió una pausa y fue consciente de que la una y media de la madrugada no era el momento más oportuno para el espectáculo al que se había entregado, también notó que se sentía más ligera. Aunque le costara creerlo, la petición de Marta, al menos durante esa noche y sin que fuera a servirle de precedente, había cumplido su cometido, y la garra de angustia asfixiante se había relajado en su estómago. Y justo ahí, mientras apagaba las luces del salón de su casa y se concienciaba de que debía meterse sola en la cama una noche más, supo lo que debía hacer a continuación.

Canciones para FinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora