𝟒𝟎 | 𝐌𝐈𝐑𝐀𝐃𝐀𝐒 𝐐𝐔𝐄 𝐇𝐀𝐁𝐋𝐀𝐍

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Estaba de pie en medio del bullicio, todavía sentía el brazo de Leonardo alrededor de mí, pero todo a mi alrededor parecía desvanecerse

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Estaba de pie en medio del bullicio, todavía sentía el brazo de Leonardo alrededor de mí, pero todo a mi alrededor parecía desvanecerse. El sonido de los vítores y las risas de mis compañeros se volvía un eco lejano, casi imperceptible. El aire estaba cargado de una mezcla de adrenalina y nerviosismo, y podía sentir mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Cada latido resonaba en mis oídos, amplificando la intensidad del momento.

El ambiente estaba lleno de energía, pero para mí, el mundo se reducía a un solo punto: Leonardo. Cuando giré la cabeza, lo vi mirándome fijamente. Nuestros ojos se encontraron y, en ese instante, todo lo demás dejó de existir. La intensidad de su mirada me hizo sentir una mezcla de emoción y nerviosismo. Podía escuchar mi propia respiración, lenta y profunda, mientras trataba de calmarme. El tiempo parecía detenerse, y el ruido a nuestro alrededor se desvanecía en un murmullo distante.

Leonardo bajó la mirada hacia mis labios, y yo, sintiendo la boca seca por los nervios, me los humedecí instintivamente. Vi cómo él tragaba saliva, y eso solo aumentó la tensión entre nosotros. Cuando Leonardo levantó la mirada de nuevo, nuestros ojos se encontraron una vez más, y la conexión entre nosotros se hizo aún más fuerte.

Sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo, intensificando cada sensación.
Nos fuimos acercando lentamente, nuestras respiraciones se mezclaban, creando una atmósfera cargada de anticipación. Podía sentir el calor de su aliento, y nuestros labios estaban a punto de rozarse.

—¡Ganamos! —gritó Valeria, corriendo hacia nosotros con una sonrisa radiante.

Leonardo y yo nos separamos bruscamente, el momento roto. Me giré para ver a Valeria, quien me abrazó con entusiasmo. Aunque le devolví el abrazo, mi mente seguía atrapada en lo que acababa de suceder, mi corazón aún latiendo con fuerza y mis emociones a flor de piel.

Mientras Valeria seguía celebrando, Leonardo y yo intercambiamos una mirada rápida, ambos conscientes de lo que casi había sucedido. Sentí una mezcla de frustración y alivio, pero no podía dejar de pensar en el momento que habíamos compartido. Mi corazón latía con fuerza, y una sensación de calor subía por mi pecho.

Valeria, ajena a la tensión entre nosotros, nos arrastró hacia el centro del grupo de los participantes, donde todos estaban abrazándose y felicitándose mutuamente.

La victoria había sido dura, pero merecida, y el ambiente estaba lleno de alegría y camaradería. Las risas y los gritos de júbilo llenaban el aire, creando una atmósfera contagiosa de celebración.
Pude visualizar a mis padres entre la multitud y me acerqué a ellos con una sonrisa. Al verme, sus rostros se iluminaron y me dieron un gran abrazo. Sentí el calor y el amor en sus gestos, y una oleada de gratitud me invadió.

—Muchas felicidades, cariño. Estamos tan orgullosos de ti, sabíamos que lo lograrías. Eres muy talentosa —dijo mi madre, con los ojos brillantes de emoción.

—Demostraste ser la mejor —añadió mi papá, sonriéndome mientras me acomodaba un mechón del cabello que se había soltado.

—Gracias a ustedes, por confiar en mí. Siempre me apoyaron y les agradezco tanto —respondí, sintiendo un picor en los ojos mientras las lágrimas amenazaban con salir.

Me volvieron a abrazar, y a medida que la celebración continuaba, Leonardo se acercó a mí nuevamente. Esta vez, su expresión era más relajada, pero sus ojos aún reflejaban la intensidad de antes.

—¿Estás bien? —me preguntó en voz baja, apenas audible sobre el bullicio.

Asentí, aunque mi corazón seguía latiendo con fuerza.

—Sí, solo... un poco abrumada.

Leonardo sonrió, y esa simple acción hizo que me sintiera un poco más tranquila.

—Lo entiendo. Hoy ha sido un día intenso.

Antes de que pudiera responder, uno de los concursantes nos llamó para una foto grupal. Nos unimos al grupo, y aunque traté de concentrarme en la cámara, no podía evitar sentir la presencia de Leonardo a mi lado. Su cercanía me hacía sentir nerviosa y emocionada al mismo tiempo.

Después de la foto, la multitud comenzó a dispersarse lentamente. Algunos se dirigieron a sus casas, mientras que otros planeaban continuar la celebración. El bullicio se fue apagando poco a poco, dejando un eco de risas y felicitaciones en el aire. Leonardo y yo nos quedamos atrás, caminando lentamente hacia la salida. Cada paso que daba a su lado hacía que mi corazón latiera más rápido.

—¿Te gustaría ir a tomar algo? —me preguntó, su tono casual, pero sus ojos aún llenos de esa intensidad que me hacía sentir nerviosa y emocionada al mismo tiempo. Su voz era suave, pero cargada de una promesa de algo más.

Sonreí, sintiendo una oleada de anticipación.

—Sí, me encantaría.

Mientras caminábamos hacia la salida, el silencio entre nosotros no era incómodo, sino lleno de una tensión palpable. Podía sentir la electricidad en el aire, una conexión que parecía crecer con cada segundo que pasaba. Mis pensamientos estaban enredados en una maraña de emociones: la euforia de la victoria, la confusión por lo que había pasado entre nosotros, y la expectativa de lo que vendría después.

El aire fresco de la noche nos envolvió al salir del edificio, y tomé una bocanada profunda, tratando de calmar mis nervios. Leonardo caminaba a mi lado, su presencia reconfortante y a la vez excitante. Nos dirigimos a un pequeño café cercano, un lugar tranquilo donde podríamos hablar sin interrupciones.

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