Tres años antes
Salí del taxi con pasos pesados, la mochila colgando de mi hombro mientras un vacío en el pecho me consumía más con cada paso. La noticia de la muerte de mi madre seguía resonando en mi cabeza, como un eco interminable. Dos días. Solo habían pasado dos días desde que la encontraron en el baño de su pequeño apartamento, víctima de un suicidio que no vi venir. El dolor era una mezcla punzante de tristeza y una rabia contenida que no sabía cómo soltar. Ahora, frente a la puerta del edificio donde vivía mi padre, ese hombre al que apenas conocía, lo único que sentía era desdén.
El lugar era lujoso, mucho más de lo que había imaginado. Mármol en la entrada, una recepción con guardias uniformados que ni siquiera me prestaron atención después de una rápida mirada. Otro mundo, pensé, con una mezcla de resentimiento y asco. Este hombre vivía rodeado de comodidades mientras mi madre y yo habíamos luchado por sobrevivir en un apartamento diminuto y desvencijado. ¿Qué tipo de persona nos deja así?
El ascensor me llevó hasta el piso más alto, y con cada segundo, la opresión en mi pecho se hacía más fuerte. No quería estar allí, no quería verlo. Pero no tenía otra opción. La puerta del apartamento estaba ligeramente entreabierta, lo cual solo me hizo desconfiar aún más.
Entré y lo primero que sentí fue que ese espacio apenas se podía llamar hogar. Estaba impecablemente limpio, minimalista, caro. Todo lo contrario a lo que siempre conocí. El suelo de madera relucía bajo los grandes ventanales que ofrecían una vista increíble de la ciudad. Todo me resultaba ajeno, frío. La comparación con el caos cálido y desordenado del apartamento de mi madre me llenó de rabia.
Al final de la sala, lo vi. Un hombre alto, calvo, de rasgos occidentales que me resultaban extraños, como si no tuviéramos nada en común. Estaba impecablemente vestido, con un aire de control y suficiencia que me revolvía el estómago. No había rastro de dolor en su rostro, ninguna señal de duelo. Solo una sonrisa cordial y vacía.
—Nanami, bienvenida —me dijo, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Pasa, por favor.
Lo miré sin decir nada mientras recorría el apartamento con la mirada, sintiendo una mezcla de desprecio y asombro. Todo era caro, hermoso, pero frío. Los muebles de diseño, las obras de arte modernas, los ventanales perfectos... ¿Cómo podía alguien vivir así sin sentir nada?
Él me siguió, y tras unos segundos de silencio incómodo, rompió el hielo.
—Puedes elegir entre los cuartos libres el que más te guste. Haz como si estuvieras en casa.
Sus palabras me hicieron arder por dentro. ¿Como si estuvieras en casa? ¿De verdad pensaba que podía compensar todos los años de abandono con unos muebles caros y una habitación en su apartamento de lujo?
—No tienes que hacer esto —le espeté, incapaz de controlar el tono frío de mi voz—. Solo firma el maldito papel de emancipación, y me las arreglaré sola.
Él alzó una ceja, divertido, como si mi desafío le resultara entretenido.
—¿Tienes trabajo? —me preguntó con una ligera sonrisa.
Negué con la cabeza, apretando los labios. No quería que me viera vulnerable.
—¿Tienes una vivienda propia?
Otra negativa, esta vez más tensa. El calor subía por mi cuello; lo odiaba. Odiaba que tuviera razón.
Él me observó unos momentos, evaluándome como si fuera un reto. Luego se cruzó de brazos, relajado, como si este intercambio no lo afectara en absoluto.
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Toxic Ties [Suguru Niragi]
FanfictionAmar a Niragi era como bailar en el filo de una navaja: emocionante y mortal, donde cada paso prometía tanto éxtasis como dolor. «El era el fuego que la quemaba, mientras ella era la ceniza que aún se aferraba al viento».