Capitulo 31

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Sello de la bestia.

Kira:

El caliente de las cobijas en la cama logra despertarme, Azael está a mi lado rodeando mi cuerpo con sus brazos grandes y tonificados. Me muevo aún un poco adormecida intentado levantarme de la cama, pero el demonio a mi lado no me deja tirando de mi devuelta a su lado.

—¿A dónde vas? —pregunto aún con los ojos cerrados y sin soltarme.

—Al bañó. —me suelta a regañadientes y yo solo puedo sonreir. Me siento en la cama mientras estiró mi cuerpo, estaba en ropa interior y mi cuerpo se sentía caliente por la cama.

Me muevo al baño para orinar y luego me miro al espejo sacudiendo mi cabello. Pero mis ojos no pueden evitar bajar a la marca entre mis pechos; son una cuantas líneas que van formado algo que no entiendo del todo, así como un tatuaje sin terminar, estás están en dorado y las observo por un rato mientras intento darle alguna formas.

—Ya he visto esto antes. —me digo a mi misma mientras mantengo mi atención en mi reflejo.

Después de un par de minutos salgo del baño, miro a Azael que aún parece descansar, cosa que se que no está asiendo considerando que los demonios solo necesitan dos o tres horas para tener todas sus energías.

—Azael. —lo llamo y se mueve poniendo su cuerpo boca arriba con un brazo sobre los ojos.

—Dime, monjita. —pongo los ojos en blanco. Me sigue llamando así aunque sabe que ya no soy monja, por su culpa de hecho.

—Eso que tienes en el pecho, el tatuaje dorado ¿Sales porque me empieza a salir a mi también? —se queda callado por unos segundos que se sienten eternos, pero luego el sutil sonido de su gruñido rompe el silencio.

—No es un tatuaje, es un sello.

—Eso sigue sin responder a mi pregunta. —se quita la mano de la cara y luego me mira con cara de pocos amigos, se endereza, desenredando su cabello con sus dedos.

—Sientate. —sigo su demanda sentadome a su lado, esperando sus palabras con atención.

—Supongo que ya debiste de escuchar mucho sobre la bestia con todo el tiempo que llevas aquí.

—Algo así. ¿De que trata lo del portador de la bestia? ¿Tienes algún demonio dentro de ti? —se recuesta del espalda de la cama y suspira.

—Si te callas te puedo explicar.
Asiento poniendo toda mi atención en el.

—Vale, vale, cuentame. —pone los ojos en blanco y luego me mira.

—Hace millones de años, una bestia legendaria existía: un dragón mágico, único en su especie. Era una criatura imponente, cuya presencia dominaba todo el territorio que llamaba suyo. En aquellos tiempos antiguos, las bestias eran las dueñas del mundo. Eran grandes, poderosas, y sus rugidos resonaban en los valles como tormentas desatadas. Pero aunque poseían fuerza y tamaño incomparables, carecían de la inteligencia y las habilidades estratégicas que caracterizaban a nuestra raza demoníaca.
Cuando los demonios decidimos venir al mundo para tomar posesión de estas tierras, nos encontramos con estos seres majestuosos, guardianes de los rincones más recónditos del planeta. Sabíamos que no sería fácil; no bastaba con enfrentarlos solo con fuerza bruta, pues estas bestias eran formidables en batalla. Sin embargo, con nuestro ingenio y astucia, pudimos superar sus defensas.—con un suspiro profundo y la mirada perdida hacia la ventana, pararse como si hubiera estado allí, como si el solo estuviera hablado de sus recuerdos de aquellos tiempos antiguos y cómo la balanza del poder cambió para siempre, marcando el inicio de la supremacía demoníaca sobre un mundo antes dominado por seres de leyenda.

—Una guerra feroz estalló entre los demonios y las bestias, un conflicto tan brutal que los mismos humanos, impotentes, no pudieron hacer nada para detener la batalla que rugía a través de montañas y océanos. El cielo se oscurecía con el humo de la destrucción, y la tierra temblaba bajo el peso de las fuerzas desatadas.
Como era de esperarse, los demonios prevalecimos. Con nuestra inteligencia superior y habilidades arcanas, derrotamos a la mayoría de las bestias, reclamando su territorio como nuestro. Pero una criatura, la más poderosa de todas, se negó a sucumbir. Esta bestia legendaria, un dragón de fuerza inimaginable, no pudo ser asesinada por ningún demonio, sin importar cuántos se unieran contra ella.
En un acto de desesperación y valentía, uno de mis ancestros decidió sacrificar su propia vida para sellar a la bestia dentro de sí mismo, convirtiéndose en su prisionero eterno. Con este acto heroico, el dragón fue contenido, pero a un alto costo. Una maldición cayó sobre mi familia, un legado oscuro y pesado que nos ha perseguido desde entonces, recordándonos siempre el precio de la victoria.

—¿Una maldición? —pregunte con asombro, intentando comprender el peso de sus palabras.

—Sí, una maldición —respondió, con la mirada perdida en recuerdos oscuros—. Mi ancestro creyó que al morir, el sello que contenía a la bestia moriría con él, llevándola consigo al más allá. Pero no fue así. Cuando tuvo a su primer hijo, el sello lo abandonó, transfiriéndose al recién nacido. La bestia, encadenada pero no destruida, pasó a habitar en el primogénito, como un huésped sombrío en su alma.
Y así, generación tras generación, el sello se transfirió al primer hijo, como una herencia maldita. Cada nuevo heredero se convirtió en el portador de la bestia, condenado a vivir con su oscuridad interna y su poder incalculable. Y ahora, ese legado ha llegado a mí, como una carga que no puedo evitar ni rechazar.

—Pero tu no eres el primogénito, el sello debería tenerlo Andras no tu. —se pasa un mano por el pelo y hace una ligera mueca de fastidio.

—Esta bestia se manifestaba como un sello que pasaba de generación en generación, portado por el primer hijo del rey. Sin embargo, cuando mi madre, una de las concubinas de mi padre, quedó embarazada y fue coronada reina, el sello desapareció del cuerpo de mi padre, sugiriendo que la bestia ya no le pertenecía.
Mi padre esperaba que su primer hijo, Andras, fuera el portador del sello. Pero cuando Andras nació, no lo tenía. Esto causó gran alarma en el imperio, pues se creía que la bestia se había liberado. Mi padre, desesperado, exigió a mi madre otro hijo. Así llegó Zargan, pero él tampoco era el portador. La incertidumbre y el miedo crecían en el reino, y se rumoreaba que la bestia había escapado de nuestra línea de sangre.

Morax nació después, pero tampoco tenía el sello. Mi padre, frustrado, consideró cambiar de esposa, pensando que mi madre era la causa de esta anomalía. Sin embargo, en un giro inesperado, mi madre quedó embarazada de nuevo, esta vez sin planearlo. Y entonces nací yo, el hijo que tanto había esperado, el portador de la bestia. Mi nacimiento trajo alivio y esperanza al reino.
Luego nació Naamah, otra hija no planeada, pero igualmente bienvenida. Ahora, con el futuro del linaje en juego, mi madre estaba desesperada por asegurar el legado. Queriendo que me case con Lilith, ya que si un portador establece una relación fuerte con otro ser, el sello se divide entre ambos hasta que tengan un hijo, que será el próximo en heredar la bestia. —con cada revelación, mi cuerpo se volvió un torbellino de emociones fuertes, suspire para relajarme y luego lo mire intentado preguntar sobre otra duda.

—¿Pero… este sello te da algún privilegio por encima de tus hermanos? —pregunte, intrigada por la naturaleza del poder que llevaba dentro.

—Sí —respondió, su voz grave y llena de resignación—. A diferencia de mis hermanos, el sello me otorga una especie de inmortalidad. No puedo morir a menos que el sello haya sido pasado a un hijo mío. Hasta que eso suceda, mi vida está ligada al destino de la bestia. Solo hay una manera de acabar conmigo antes de tiempo: ser apuñalado en el corazón con una daga maldita, una arma creada específicamente para romper el sello. Pero esa daga está oculta en lo más profundo de este reino, en un lugar tan secreto que pocos conocen su existencia y menos aún saben cómo llegar a ella.

Al escuchar esto, comprendí el alcance de su situación. No solo llevaba una maldición sobre sus hombros, sino que también vivía con la sombra de una inmortalidad forzada y la constante amenaza de una muerte única, sellada por un arma que pocos en el reino podían manejar.

Suspiro para luego mirarlo.

—Lo siento mucho...—es lo único que puedo decir después de todo.

—No hay nada que lamentar así que no te preocupes.—me da una pequeña sonrisa antes de volverme a acercar a el.

REDENCIÓN OSCURA (1# Trilogía Lazos Oscuros) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora