Capitulo 1

29 2 4
                                    

El sol se cuela por los agujeros del techo, agujeros que mi padre prometió reparar hace ya meses. Abro los ojos para encontrarme con la misma vista de siempre. Mi habitación fría y húmeda como cada mañana, mis hermanos apelotonados en lo que se podría llamar una cama, por más que sean sacos de arena con una colcha encima. 

Las piernas no me responden, los brazos aun me duelen. Siento el olor a salitre aun emanando de mi piel por la pesca del día anterior. Solo me queda la opción de seguir observando, como si por mirar mas fijamente a un punto vería algo distinto a lo que veo cada mañana. Observar se me da bien, podría incluso decir que me gusta. 

Unos gritos provenientes de fuera me sacan de mi estado de trance, aunque sea de manera muy débil logro levantarme para abrir la ventana, la luz del sol quemando me las retinas. Cuando consigo ver algo más que un destello blanco, me encuentro de nuevo con una vista que conozco demasiado bien. Podrá ser monótona pero eso no quita que pueda ser bonita. El mar esta calmado y de un azul profundo, la arena brilla bajo los rayos del sol, las playas del distrito 4 nunca dejaran de ser un espectáculo a la vista, son de las pocas cosas buenas que tengo aquí. Mi distrito suele ser considerado entre lo más ricos de Panem, pero la suerte no nos sonríe a todos, algunos morimos de hambre mientras otros gozan, así funciona el mundo y así seguirá.

 La paz de la mañana se ve interrumpida por los gritos de nuevo, los pescadores se están peleando en el muelle. Entre la distancia y el sonido de las olas rompiendo en la orilla es difícil seguir la conversación, mejor dicho, el intercambio de gritos y chillidos. Saco la mitad de mi cuerpo por la ventana, poniendo mi cabeza de lado para que apunte hacia el origen del ruido, de alguna forma mantengo el equilibrio para no caerme y finalmente logro escuchar la primera fase completa.

-¿Nos han robado las cañas? ¡Quién diablos robaría cañas de pescar imbécil!- le grita un pescador a otro.

¿Un robo? No es que sea algo poco común, ¿Pero robar cañas de pescar? ¿Un objeto que tiene todo el mundo en mi distrito? Entre los que discuten distingo a un conocido, Ceto, era mi compañero en el colegio, hasta que cumplió los 18 y su padre le alisto en el grupo principal de pescadores. Ahora es tratado como el chico de los recados, y rara vez navega con su grupo. 

La curiosidad me gana así que salgo de casa silenciosamente, pero justo al abrir la puerta, escucho un golpe muy fuerte, demasiado fuerte. A este lo siguen sonidos de pánico y lo que solo puede ser gente corriendo. Cuando giro la esquina para ver la escena de cerca, me encuentro con el cuerpo de Ceto, estaba muerto. Parecía que la pelea había escalado en los segundos que tarde en salir, un simple empujón y Ceto callo, golpeándose la cabeza y muriendo en el momento. Los días antes de la cosecha se caracterizan por los nervios, la incertidumbre y las peleas ¿Pero qué diablos estaba pasando? 

Sonidos de pisadas que se acercan me hacen entrar en alerta, suenan como botas pesadas, seguramente son los agentes de la paz. Si me ven cerca podrían pensar que yo lo he matado, así que me escondo lo mejor que puedo. Parecen despreocupados cuando ven el cadáver, uno incluso se ríe un poco ante la situación, eso me da que pensar. Se llevan el cadáver y tan pronto como todo esto empezó, se termina. No se cómo sentirme, él no era mi amigo, pero nunca había visto a un conocido cercano muerto. Vuelvo a entrar en casa, estar fuera no me hace sentir para nada seguro. Justo al girarme tras cerrar la puerta me encuentro con la mirada de mi hermana pequeña ¿Desde cuándo estaba despierta? Se la ve intranquila.

-¿Qué pasa Neptune?- Me pregunto ella frotándose los ojos

Perla tendrá solo 13 años pero es mas consciente de lo que parece, será mejor que le diga lo que ha pasado, mentirle no hace que yo gane nada.

-Los pescadores se han peleado, han robado unas cañas de pescar y uno ha muerto de una caída.

-¿Por qué alguien robaría cañas y no comida?

-No lo sé Perla, todo es muy raro.

-Quizás fueron ellos

-¿Quiénes?

-Los agentes de la paz

Su respuesta me deja sorprendido, parece algo absurdo pero tiene sentido, aprovecharse de que los nervios están a flor de piel para crear disturbios. Quieren divertirse a nuestra costa.

-Eso tiene sentido en verdad.- Admito

-Saben cómo está todo el mundo, para ellos es un espectáculo.

No sé en qué momento Perla paso de ser una dulce niña a ser una tan consciente. Creo que fue cuando yo cumplí los 13 años. La situación en casa estaba peor que nunca, mis padres se mataban a trabajar para no obtener casi nada a cambio. Fue entonces cuando tome una decisión que podría arruinarme, empecé a pedir teselas, un suministro de aceite y cereales, por cada miembro de mi familia. Nunca olvidare los ojos de esa pobre niña de 9 años cuando entre por la puerta, sabiendo que mi nombre entro a las urnas 6 veces más. Pero supongo que la suerte lleva de mi lado mucho tiempo, pues aunque tengo 36 papeletas para participar en los juegos del hambre, aún sigo aquí, un año más y poder librarme de esta tortura, de estos nervios cada vez que se acerca la cosecha, del miedo de que me metan a la arena y que no pueda cuidar más de mi hermana. 

El resto del día pasó con normalidad, el capitolio insiste en tratar los 2 días previos a la cosecha y la cosecha incluida como días festivos, no tenemos colegio pero también significa que mis padres no trabajan y no ganan dinero.

-¿Estas nerviosa?- Le pregunto a Perla

-No lo sé, un poco supongo.

-No te preocupes, tu nombre solo ha entrado 2 veces.

-¿Y tú no estás nervioso? Tu nombre ha entrado muchas veces

Su pregunta me devuelve a la realidad, hasta ahora la suerte me había sonreído pero lo bueno no suele durar.

-Lo sé, pero no te preocupe, estaré bien.

Ella no parece muy convencida, pero me sonríe y vuelve a recolectar conchas en la playa. Me quedo mirándola todo el tiempo, apreciándola. Su pregunta me ha dejado mal cuerpo, la observo como si fuera el último día que podre verla. La noche llega, mis padres parecen tener mucho miedo. Esa noche solo cenamos un vaso de leche con miel y un poco de pan duro, es como una tradición antes del día de la cosecha. Todo empezó cuando yo cumplí los 12 años, una forma de al menos irse con un sabor dulce en la boca en caso de que me seleccionen.

Los juegos del Hambre: La senda del SacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora