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Wei Ying era un niño muy dulce, que miraba todo a su alrededor con excesiva felicidad en el palacio real de la familia Jiang. Los pequeños príncipes, curiosos por la nueva adición a la familia se pegaron a el inmediatamente, haciendo mucho más fácil el proceso de pasar a ser un simple plebeyo a un príncipe de un día para otro.

Aunque el niño se sentía bienvenido en el palacio, era muy consciente de lo que su adición al palacio había ocasionado. Al inicio, el que se adoptara un simple plebeyo y se le permitiera entrar al palacio causo mucho revuelo, sin embargo, la brillante y gentil actitud del niño, así como su notable inteligencia, comenzó a ganarse desde sirvientes hasta los más altos rangos que alguna vez pasaron por el palacio, haciendo que en un par de años su posición comenzara a ser aceptada y respetada por cualquier persona en el reino.

El imperio se encontró en paz por varios años, siendo querido y respetado por su población y llevando el nombre del imperio cada vez más alto. Sin embargo, el caos llego repentinamente a ellos, cuando el pequeño príncipe de 13 años desaparece sin dejar rastro.

A pesar de las interminables búsquedas que se hicieron a su nombre durante meses sin descanso, no lograron encontrarlo.

Un año después, la poca calma que el imperio había logrado obtener desapareció por completo cuando se encontró un cuerpo de un niño que aparentaba tener 14 y estaba medio comido por los animales salvajes, lo poco que quedaba del pequeño niño y sus ropas tenían una gran similitud con el pequeño príncipe que había desaparecido. Meses después de exhaustivas investigaciones sin ningún tipo de resultados, se dio por muerto al tercer príncipe Wei Ying.

Aunque había sido algo muy impactante para el reino, poco a poco se fueron adaptando nuevamente, dejando de ser algo tan impactante para el pueblo, aunque no para la familia real. Siete años después, cuando la guerra entre imperios se desató y la lucha comenzó, un joven comandante de los Wen que era terrorífico para los enemigos se hizo de gran nombre, se anunció que era el tercer príncipe Wen, tenía una mala fama por ser un cruel tirano.

A la gente que lo admiraba por su gran fuerza militar, y para aquellos que ya había sufrido debido a sus tropas, les gustaba llamarlo "El Títere del Sol", pues se decia que una sola orden de la familia real era suficiente para que el joven comandante las siguiera como una bestia perfectamente domesticada.

Lo que nunca se imaginaron es que, al tenerlo frente a frente, iba a tener el mismo rostro del pequeño niño desaparecido años atrás. Podría no seguir siendo un niño, pero sería imposible no reconocerlo.

– ¿Wei Ying?

La cruel mirada y sus frías palabras revolvieron a todos los presentes, mientras los Jiang observaban a quien alguna vez fue su familia, los amigos y cercanos no podían evitar estar igual de afectados.

Su rayito de sol se había convertido en un tirano.

– ¿¡Wei Ying qué estás haciendo!?

Jiang Cheng estaba aterrorizado, al igual que su hermana, quien ahora se encontraba resistiendo los mortales ataques de la espada de quien alguna vez fue su hermano.

– ¡Wei Ying!

Cuando Lan WangJi fue a la ayuda de la princesa Jiang no puedo evitar pensar que, aunque Wei Ying seguía siendo hermoso, aquellos alegres ojos que alguna vez conoció ahora parecían más a los de una bestia al ataque.

Su belleza seguía siendo igual al de una muñeca, sin embargo, se parecía más a una muñeca sin voluntad que al libre amigo que alguna vez tuvo.

– ¡Wen Ying, mátalos a todos!

La lucha siguió en un tira y afloja, al menos hasta que el príncipe Jiang logró obtener el control de la batalla con Wen Xu. Cuando el Wen estuvo en el suelo Wei Ying corrió a proteger al Wen con su propio cuerpo, recibiendo así el ataque en su espalda.

Jiang Cheng estaba confundido, enfadado y herido. Nunca pensó en herir a quien fue su hermano con la espada, sin embargo, lo que más lo perturbó, fue la pequeña conversación que escuchó.

– Hermano, ¿Estás herido?

– Cállate y sácame de aquí. Ordena la retirada.

Jiang Cheng se quedó en su lugar por un rato, después de reaccionar corrió hacia el lado de su hermana, quien había resultado herida por el mismo Wei Ying. Una vez junto suyo se aseguró que la herida no fuese muy profunda y finalmente presto atención a las palabras que su muy conmocionada hermana decía.

– A-Cheng, él no es nuestro A-Ying, no puede ser el...

– No te preocupes, JieJie, averiguaré qué está pasando.

El titere del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora