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5 años atrás

Fue una tarde cualquiera.

Salí del trabajo y me reuní con Gabriela, mi amiga de la infancia y una Beta, que sería una de las personas "comunes" en la sociedad.

— ¿Y así nada más terminaste la relación con esa chica? —. Explota Gaby salpicando unas gotas de su té matcha en la mesa.

— Por supuesto. No tengo oportunidad con parejas que solo están conmigo porque quieren elevar su estatus con un Alfa.

— ¡Ay, ya comenzaste con eso! Solo te advierto que tu orgullo de Alfa te saldrá caro un día —me dice con algo de incomodidad.

— No digo que los Betas sean mala gente. Yo solo debo unirme con otro Alfa, así de sencillo. No quiero que otros escalen a costa de mi estatus. Me repugna.

— Y como abunda la población de Alfas en el mundo, de seguro encontrarás a tu pareja el día de mañana —entorna los ojos con un sarcasmo notorio en la voz.

— ¡Ay, Gabi! Se supone que eres mi amiga, ¿no deberías apoyarme un poquito? —le digo en un resoplido.

—Y yo que pensaba que te gustaban los chicos Omegas —Me dice con una sonrisita.

—No confundas las fantasías con la realidad —digo de manera rígida, pero pronto mi expresión cambia a una de desilusión—. Es que no he visto ningún Omega de mi tipo. Me gustan los que son lindos, tiernos pero con carácter fuerte. Además, si llegara a encontrarlo, mi familia no lo aceptaría.

—¿Por ello buscas Alfas? ¿Para que tu familia esté contenta? Bueno amiga, rezaré para que no le partas el corazón. 

— Si es así, te daré su número para que lo consueles —le digo con una sonrisa cómplice.

— Sí, cómo no —me devuelve la sonrisita.

Al terminar nuestra charla, salimos de la cafetería rumbo al estacionamiento.

— Y no para de molestar. —Era un mensaje en la pantalla de bloqueo de mi celular.

—Debiste ser más amable con ella y cortarle con una rosita o con chocolates. Oh, espera un segundo, debo atender esta llamada. —Gabriela se aparta.

— Bueno, me adelanto. ¡Nos vemos pronto! —Me despido con un beso volado, y ella se lo sacude en el aire.

Mis tacones altos hacen eco en el sótano. Cruzo la hilera de autos estacionados en ese centro comercial y me percato de algo inusual.

— ¿Qué tienen esos dos? —murmuro entre dientes al ver a una pareja discutiendo frente a mi flamante auto del año.

Con mucha incomodidad, saqué mi llave. Justo cuando quise activar la alarma, el chico de cabello negro le dio un fuerte golpe en el rostro al otro a tal punto que lo tumbo al suelo. Aquel muchacho, indefenso en el suelo, comenzó a recibir patadas violentas en el estómago y en la cabeza. Eso ya no era una escena de pareja discutiendo, era un brutal ataque. Abrí mucho los ojos, de sorpresa e indignación. Pero lo más espantoso, es que todo ocurría delante de mi auto.

— ¡Oye, oye, ya basta! —Una fuerza interna me hizo correr hacia el atacante, y lo tomé del hombro con tanta fuerza que lo lancé a un costado—. ¿Si le pasa algo a mi auto, tú lo pagarás?

— ¡Qué se mete, vieja! —me grita ese cabrón levantándose con intenciones de continuar la pelea conmigo.

— ¿Dijiste algo, pendejo? —le respondí con un rugido y me impuse sobre él; yo era más alta y más intimidante.

— Tienes suerte, putito —le dijo al muchacho en el piso, señalándole con el índice como si lo estuviera amenazando.

— ¡Oye, idiota! ¡Vete o llamo a seguridad!

Con esa advertencia, el tipejo se aparta del lugar a grandes zancadas. La gente comenzó a rodear el lugar y a sacar sus celulares. Me aterró la idea de aparecer de improviso en algún video de redes sociales, por lo que me acerqué al muchachito tendido en el suelo, quien se agarraba el abdomen y tenía la nariz manchada de sangre.

— Lo siento, ya me voy —dice él con dificultad. Trata de levantarse, pero sin éxito.

— Espera, no quiero que llamemos la atención, métete un rato en el auto.

Fue muy fácil desbloquear las cerraduras, abrir la puerta del copiloto y lanzarlo dentro. Para ser un joven alto, era bastante ligero.

Ya dentro del auto, le ofrezco unos pañuelos para que se limpie la nariz ensangrentada. Pero no hace ningún movimiento, la sangre sigue fluyendo de sus fosas nasales. Con una mezcla de pesar y preocupación, tomo el pañuelo y le limpio la nariz. Su mirada, vacía e inexpresiva, me indica que aún no asimila lo que ha sucedido. Al observar más de cerca, noto unos moretones en su cuello y una herida aún cicatrizando en una de sus cejas.

— Eleva un poco tu cabeza —el maldito le había roto la nariz, y esta sangraba mucho. Mis ojos cruzan los de él, me mira con un rostro desconsolado. Aunque ni yo misma me lo creía, en ese momento sentí mucha lástima.

— Ya me voy —dice nuevamente. Tiene el rostro tan pálido como una hoja de papel y se encorva como si tuviera frío.

— Sabes qué, te llevaré a emergencias. ¿Tienes seguro?

— No.

Me dice casi en un suspiro, y cuando comienzo a encender el auto, veo de reojo que se recuesta sobre la luna de la ventana. Parecía dormido.

— Dios, ¿en qué me estoy metiendo? —murmuro con frustración, escondiendo la cabeza en el timón. No quería meterme en problemas de pareja. Bueno, el chiquillo se veía en un estado deplorable, no podía simplemente dejarlo allí—. Sí, eso haré. Solo te dejaré en emergencias y allí te atenderán.

Me dirijo a él y veo que está sentado en una mala posición, rodeando su vientre con sus brazos. Probablemente le duele aún la tremenda golpiza que le dio ese infeliz. Me acerco a él para colocarle el cinturón de seguridad, y cuando lo muevo un poco, observo lo que sus manos celosamente estaban ocultando.

— No puede ser... —murmuro, y me llevo una mano a la boca—. Oye chico, ¡despierta!

Pero él no me responde. Comienza a respirar con dificultad.

Logro percibir un aroma dulce que invade todo el auto. Aquel muchacho estaba liberando las feromonas más embriagadoras que hubiera sentido jamás. Y eso era algo muy peligroso para mi. De hecho, para ambos.

— S-sálvalo, por favor —dice en voz baja, suplicándome, mostrándome su vientre abultado.

— Esto está muy mal... —digo ahora sí con total preocupación. Saco mi celular y llamo a mi médico de cabecera—. Aló, ¿doctor? Sí, sí, lo siento por llamar de pronto. Dígame un lugar donde atender de emergencia a un Omega embarazado. Sí, es super urgente, por favor.

Mi querido roomie es un OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora