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— Sigue, por favor. — Salgo de mi escondite y me planto frente a ese chiquillo. Mi presencia, con mi estatura y expresión seria, hace que Patricia se haga a un lado, pero Noah no se mueve. En lugar de retroceder, se cruza de brazos y me enfrenta con una mirada que no me gusta nada.

— No es muy educado escuchar conversaciones ajenas, señorita Alfa. — Su tono es insolente, provocador. Percibo una chispa de enojo en sus ojos.

— Lamento interrumpir, señor Omega. Pero ahora, ¿te importaría contarme un poco más? — Le respondo desafiante. ¿Quién se cree este mocoso para hablarme así?

— Noah, por favor, hazle caso. — Patricia interviene, con un tono nervioso y con la voz más aguda. Claramente, consciente de lo que puede suceder si alguien me provoca.

— No será gratis. Tendrás que poner algo de tu parte. — Noah continúa con esa actitud malcriada. — Siempre quise ir a este sitio. Llévame. — Termina con una sonrisa que tiene más de diabólico que de dulzura. Para ser un Omega, no tiene nada de lindo.

— Perfecto. — Le respondo sin titubear. No permitiré que este chiquillo insolente se salga con la suya, pero por ahora, seguiré el juego. Debía llegar hasta el fondo. Me intrigaba saber porqué mencionó a Luca.

Patricia suspira, llevándose una mano a la cabeza. Sabe bien que cuando alguien me provoca, ni siquiera un desconocido puede detenerme.

***

Lo llevo en mi auto hasta la cafetería que me indicó. Habría preferido hablar en su casa, pero sé que estoy en desventaja. Acceder a una de sus demandas me parece un precio justo por la información que necesito.

— Entonces, ¿qué más tenías que decirme? — Le pregunto con firmeza, manteniendo mi compostura.

— Primero, esperemos mi orden. — Me responde, abriendo los ojos con fingida inocencia, pero hay un brillo de satisfacción en ellos. Cuando de pronto, un aroma extraño se hace presente. Aunque el lugar estaba impregnado del familiar olor a café, otro aroma, cítrico y fresco, comenzaba a invadir mis sentidos, provocando que mi corazón lata de manera acelerada.

— Te ves mal. — Noah comenta con una sonrisa triunfante, clavando su mirada en mí. Siento un ligero calor que va subiendo desde el cuello a mis mejillas. Comenzaba a sentirme un poco mareada.

— ¿Qué ganas lanzando tus feromonas de pronto, eh? — Le cuestiono, ya un poco sofocada.

Convivir con Luca me enseñó a entender a los Omegas dominantes. Sabía que estos podían doblegar incluso a cualquier Alfa con sus feromonas si lo deseaban. Así que comencé a respirar lentamente, un tipo de relajación que practiqué algunas veces junto a él.

— Para serte sincero, no siento ni una pizca de simpatía por los Alfas. — Su voz se endurece mientras cruza los brazos, y el ceño se le frunce en una expresión de desdén. — Para ustedes, no somos más que recipientes, simples úteros andantes dónde depositar su asquerosa semilla.

Sus palabras son duras. Aunque ya había percibido su desprecio en nuestra primera conversación, ahora, estando a solas, podía sentir que ya no se contenía en lanzar todo su rencor.

— Mira, lo que sea que pienses de los Alfas, no me interesa en lo absoluto. Pero tienes una información que es vital para mí. — Intento ganarle a su mirada penetrante, tratando de sonar lo más neutral posible, sin reflejar mi incomodidad debido a lo asfixiante que eran sus feromonas. — Sufrí un colapso esa madrugada y necesito tu ayuda para recordar. Simplemente eso.

— Eres muy descarada. — Suelta un resoplido. — Pensaba que los Alfas eran todopoderosos, pero incluso bebiendo alcohol pueden hasta perder la memoria. Bien. Te contaré lo que pasó esa noche. O mi hermana me lanzará una reprimenda.

Mi querido roomie es un OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora