Volveré

13 2 0
                                    

Me había esmerado tanto, puse todo mi empeño en un amor que no iba a ningún lado. Dos años de matrimonio en el que me esforcé pensando que lograría que Benedict cambiaría esa actitud conmigo, pero no fue así. El no me amaba, de hecho parecía odiarme más que a nada en este mundo, nunca dejaba pasar un solo instante para recordarme que me despreciaba como mujer, incluso aquel día que llegó después de haber bebido con sus amigos y me tomó en sus brazos.

—Benedict… —susurré en su oreja, cuando me tomó en la sala de la casa.

—Desvistete maldita sea —ordenó totalmente ebrio apretando mi cuerpo sin compasión.

—Me lastimas, por favor —supliqué, sintiendo cómo mi piel era tratada sin cuidado.

—¿Acaso no eres mi esposa? —me gruñó con el ceño fruncido—. ¿Quieres que me vaya con Úrsula? —cuando dijo estas palabras, me dolió el corazón, esto era lo más cerca que había estado de mi esposo durante estos dos años de matrimonio, y yo no quería que fuera a ver a esa mujer.

—No —lo abracé—. No te vayas —prácticamente le supliqué, entonces él tomó mis hombros con brusquedad.

—Entonces cumple con tu papel de mujer —gruñó y yo solo cerré los ojos, dejando que él me tomara en el sofá de la sala.

Nunca pensé que nuestra primera vez juntos como marido y mujer sería en este estado, pero yo lo amaba y pensaba que por amor estaba bien aceptar esto.

Y no fue hasta el amanecer que descubrí la debilidad que tenía como mujer y ser humano, apenas y pude ponerme de pie. Benedict ya no estaba, lo único que quedaba de él en la casa, era el pequeño empaque del preservativo que usó anoche conmigo.

—Ay —me quejé, encogiéndome de dolor al sentir mi feminidad arder, resultado de lo ocurrido anoche.

—Así que ya despertaste —tuve que tomar mi vestido para cubrir mi desnudez cuando vi a Benedict totalmente vestido y oliendo a perfume, él observó mi expresión de dolor en el rostro y suspiró con incredulidad.

—¿Ahora vas a actuar como una virgen? Anoche comprobé muy bien que no lo eras, así que déjate de dramas.

—¿Es ella? —le pregunté, notando que tomaba el celular para mandar un mensaje.

—No es de tu incumbencia —contestó, luego observó más detenidamente mi cuerpo y dijo: Vístete que me repugnas, definitivamente anoche debí beber mucho, solo eso explica que haya podido tocarte.

Yo solo bajé la cabeza, observando mi cuerpo pálido, era tan pálido que con cualquier pequeño golpe se enrojecería.

—Volveré al anochecer —fue su última palabra antes de salir de casa, dejándome sola con una sensación de vacío en mi pecho.

Totalmente desnuda y solo sosteniendo mi vestido, me abracé a mi misma, soltando un sollozo acompañado de lágrimas que salían desde lo más profundo de mi ser, sé que yo era su esposa, pero me sentía sucia y usada como un objeto.

Esa noche que él prometió regresar, no lo hizo, volvió tres días después, luego de llamarme y pedirme que tuviera la casa en orden.

Creí que se había acordado de nuestro aniversario, pues hasta su voz sonó amable, y que esta vez podríamos mejorar las cosas, quizás mi esfuerzo daría frutos, pues en el fondo creí que empezaba a amarme.

Qué estúpida fuí.

Había preparado un pastel, decoré la casa con velas y lirios, me había esmerado más que nunca y ahora me estrellaba contra una pared.

Ahora eres mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora