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La vuelta a la vida real supuso un nuevo desafío para Simone.

Había logrado escapar del radar de Moro al regresar, había oído el entusiasmo de Rony al narrar su cita y el anhelo en sus ojos de que a ella le hubiera ido igual de bien. No había querido lastimarlo, le había contado a grandes rasgos acerca de la lectura y había obviado el hecho de que lo había dejado semidesnudo en medio de la calle.

Su moretón había comenzado a ganar ese color amarillento que anunciaba su pronta desaparición y su regreso al jardín fue inevitable. Con el rostro entristecido y la mirada perdida había pasado el primer día convenciéndose de que él no la estaría esperando y cuando sus predicciones se hicieron realidad, el hueco en su pecho se profundizó y la certeza de haberlo herido se hizo imposible de ignorar.

Dos, tres, los cinco días de la semana se sucedieron uno tras otro con el mismo resultado: él no regresó.

Si bien oír a Rony y Florencia le daba algo de alegría, solía alejarse para darles espacio e imaginaba que caminaba junto a Novak, que se reía de sus bromas y aprendía curiosidades a su lado.

Le gustaba recordarlo, aunque siempre derivará en aquel beso, en aquel encuentro en aquella sensación increíble que había provocado en ella y quisiera cachetearse a sí misma por haberlo alejado de esa manera.

La noche del viernes se presentó tan concurrida como solía serlo y su baile se prolongó un poco más de lo habitual. Le gustaba bailar, era algo que la transportaba y evitaba que tuviera que enfrentar su destino.

Bailó con los ojos cerrados, sin mirar a nadie, sin provocaciones, bailó como si de esa manera pudiera escapar de la oscuridad que antes simplemente la acompañaba y ahora comenzaba a molestarle. Bailó como si el lugar estuviera vacío y su ropa no fuera diminuta. Bailó porque era lo único que le quedaba, pensó y cuando Rony le hizo señas para que bajara supo que el sueño se había convertido en pesadilla.

Había logrado evitar a los clientes durante toda la semana, había fingido una reunión en el jardín, un malestar estomacal y había apelado a todos los favores para que otra de las chicas cubriera su lugar. No quería volver a acostarse con nadie, no después de lo que había sentido.

Sin embargo, el momento había llegado. Era viernes, no tenía opción.

Rony le entregó la llave del reservado y creyó ver algo en sus ojos que no quiso investigar. Caminó casi arrastrando los pies y ni bien cruzó la puerta avanzó sin mirar desabrochando el nudo detrás de su cuello para liberar casi de forma metódica sus pechos.

-¿Qué vas a querer?- preguntó antes de voltear y al oír la respuesta giró de forma repentina cubriéndose los pechos para comprobar que su mente no mentía.

-Necesito que hablemos.- dijo Novak con su ceño fruncido.

La había visto bailar desde la oscuridad de un rincón con la creciente necesidad de empujar a todos esos ojos lujuriosos que la seguían incisivos. Había aguantado los comentarios soeces y las manos prohibidas que la habían rozado. Sabía que ese era su mundo, que esa era su vida pero una cosa era imaginarlo y otra muy diferente era verla.

Había contenido su frustración con la única premisa de volver a verla.

Luego de aquella noche todo se había vuelto confuso para él. Pasado el momento de sorpresa, por la vergonzante imagen de un hombre de 33 años a medio vestir en la vereda de un local cerrado, la había visto subir al auto de ese grandulón.

Había querido odiarla, había querido enfadarse con ella, olvidarla y seguir su camino, pero el germen de una idea silenciosa y constante había encontrado terreno fértil para crecer, y en la soledad de su monoambiente, con las luces apagadas y la canción Rezo de Spinetta sonando a alto volumen se había convencido de que eso no podía haber sido todo.

Recordaba sus sonrisas, sus miradas inocentes, la forma en la que se había estremecido bajo sus besos y la idea de que solo lo hubiera hecho por dinero no parecía encajar.

Tenía que haber sido una excusa, una salida rápida para alejarlo, una reacción instintiva de quien está demasiado herida como para dejarse ayudar. Y con esa premisa había decidido que debía seguir luchando por ella.

Sin embargo no había sido capaz de acercarse en la calle, se había escondido como un cobarde mientras la había visto caminar detrás de la pareja despareja. No sabía cómo volver a ella, no sabía cómo volver a empezar y así habían pasado los cinco días de la semana dejándolo sin más opciones que intentarlo de otro modo.

Por eso había llegado a aquel club solo, había ordenado una cerveza y había esperado pacientemente verla en el escenario y como si con su simple presencia lo hubiera llenado de valentía, se había acercado a Rony para suplicarle que lo llevara a ella

-No tengo nada que hablar con vos, ya te dije todo.- le dijo liberando sus manos para dejar caer su ropa una vez más.

-¿Vas a querer sexo o te vas?- le preguntó provocativa disimulando que en realidad, temblaba como una hoja en su presencia y que rogaba con toda su alma que no creyera lo que decía.

Novak se levantó de aquel sillón y caminó hasta donde estaba, frenando unos centímetros antes de tocarla.

Estiró sus manos y tomó las tiras de aquel vestido para subirlo y volver a atarlo detrás de su cuello.

-¿Vas a rechazarme de nuevo entonces?- le preguntó ella alzando su mentón y él sonrió de lado con un suspiro parecido a una risa.

-No voy a rechazarte nunca más, pero ahora dejá de pelear contra lo que nos pasa cuando estamos juntos y seguime.- le dijo tomándola de la mano para comenzar a caminar hacia la puerta.

Y como si su voz fuera la única orden que siempre había querido seguir eliminó todo el aire de su pulmones para, por primera vez en su vida, dejarse llevar

Arráncame el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora