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- Ya hemos dejado nuestras cosas y la conferencia empieza en la noche. Estamos a tiempo, así que podemos dar algunas vueltas por acá, ¿no les parece?

Gian se cubrió el rostro con la mano, mientras se ajustaba las gafas oscuras sobre sus ojos y maldecía el ambiente de campo. Los zumbidos de insectos le aguijoneaban los oídos y el calor le jodía por todas partes. Movió la mirada desde manuel hasta camila, quien se encontraba asintiendo con la cabeza y sonriendo con los ojos brillantes de emoción.

- Anda y míralo vos, entonces. Yo no le veo nada interesante a caminar en un desierto con plantas y bichos picándote todo el maldito cuerpo - masculló, quitándole la tapa a su botella de agua.

Manuel suspiró con desgano.

- A mí sí me hace mucha ilusión, iré a dar una vuelta, ¿vas conmigo, cami?

La menor volvió la mirada hacia manuel; la sonrisa de sus labios haciéndose más grande y siendo iluminada por los rayos del sol y el ambiente de campo. Sostuvo su bolso con emoción sobre su hombro y abrió ligeramente sus labios.

- No, ella no puede -la determinada voz de Gian le cortó de golpe - Es mi empleada, ha venido conmigo y tiene que cargar mis cosas. La próxima trae la tuya, aunque no creo que haya una próxima.

El silencio cayó como rayo del cielo. Los ojos de camila perdieron su brillo y se limitó a observarlo todo con confusión. Camila suspiró otra vez.

- Bueno, no te preocupes, tendremos otra oportunidad más tarde, cami -le elevó un pulgar y sonrió de nuevo - Iré a llamar a mi padre para avisarle cómo va esto, los veo luego, ¿sí?

Gian elevó y descendió ambas cejas, observando cómo camila se mantenía con el rostro repleto de confusión. Cuando sus ojos se encontraron con los suyos, descendió la mirada con el rostro enrojecido y una sonrisa en sus gruesos y provocativos labios. ¿Qué, no soportaba verlo a los ojos? Lo observó de pies a cabeza, notando sus
jeans negros y su camiseta blanca con letras rosadas alrededor. Todo le sentaba tan  bien.

- ¿Querías ir con él, no?

Se llevó la botella a los labios y la vio elevar la mirada un poco y negar desesperadamente con la cabeza, todavía sonriendo.

- No... no, no hay problema, Gian -tartamudeó, casi tropezando con una roca del pastoso suelo - Si vos queres que me quede, yo me quedo.

Odoguardi continuó caminando y no pudo evitar que una media sonrisa apática se colara entre sus labios. Su criada era un caso. Si simplemente se hubiese abierto de piernas la primera vez que la vio en la cocina, todo estaría muy distinto ahora. Pero debía aceptar que la situación estaba divertida. Al menos, soltando estupideces como esa, le había hecho olvidar el asco que le provocaba tener que relacionarse con gente de mierda como manuel.

- Creo que el paseo lo podemos dar los dos.

¿En serio...? -la ilusión volvió a los ojos de camila - Pero los mosquitos y las plantas...

- Ya no me importan. Me vale mierda eso ahora.

Camila se encogió un poco, todavía sonriendo, mientras sus ojos se movían hacia el campo verde que le rodeaba. Había muchos árboles, estatuas y aves revoloteando entre las hojas y las personas escaseaban, porque casi todos estaban concentrados en el otro lado del campo, donde estaba el hotel y el resto de las construcciones. Nunca había visto algo tan hermoso como eso y creía no merecerse estar ahí. Estuvo al borde de caer de nuevo, pero resistió.

- A mí me gusta mucho el campo. En donde vivía, habían muchos pájaros y plantas como acá, pero este lugar está mejor cuidado y es más grande.

Gian se mordió el labio y se acabó lo que quedaba de agua en la botella.

Inocencia Pasional |giamila|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora