El Matrimonio Forzoso Con Tywin Lannsiter

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-El sonido del mar rompía contra las rocas de Rocadragón mientras el sol de la tarde teñía el cielo de un tono carmesí, un presagio del destino de la princesa Daenys Targaryen. Las velas del barco ondeaban al viento, el último símbolo de su partida. Se dirigía hacia un futuro que nunca habría elegido por sí misma: una unión con Tywin Lannister, el Señor de Roca Casterly, y padre de la reina Cersei Lannister.

-La noticia del matrimonio había llegado de manera tan abrupta como implacable. Jon Arryn, la Mano del Rey Robert Baratheon, había sido uno de los arquitectos de la paz tras la caída de los Targaryen, pero no fue él quien solicitó la mano de la princesa Daenys. Fue Tywin, quien había visto en su vulnerabilidad la oportunidad perfecta para acercarse a la última de los Targaryen. Con la casa de su esposa aniquilada, Daenys era un símbolo, un legado que él anhelaba preservar, incluso a costa de su propia voluntad.

-Durante el viaje hacia Roca Casterly, la princesa Daenys había sido despojada de todo lo que alguna vez había conocido. Rocadragón, el último refugio de su linaje, se desvanecía tras ella, al igual que la esperanza de volver a ser libre. Ahora, como parte de la estrategia de los Lannister, estaba atrapada en una nueva vida llena de poder y traiciones.

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-El Gran Salón de Roca Casterly estaba decorado con el lujo y esplendor de la familia Lannister. Los estandartes dorados y rojos adornaban las paredes, y los invitados, cuidadosamente seleccionados por Tywin, observaban la ceremonia con una mezcla de interés y recelo. No era común ver una unión entre un Lannister y un Targaryen, y mucho menos después de la caída de los dragones.

-Tywin, alto y de porte imponente, se mantuvo firme y decidido mientras aguardaba a su futura esposa. Para él, la unión con Daenys no era solo un medio para fortalecer el poder de su familia, sino también una oportunidad de alcanzar la felicidad que había anhelado en silencio desde hacía años. Aunque era consciente de que el matrimonio era una transacción, su deseo por ella lo impulsaba a convertirla en su esposa y darle el lugar que merecía.

-La princesa Daenys se acercó al altar, su belleza etérea contrastando con el ambiente solemne del salón. Con su cabello plateado y ojos violetas, era un recordatorio del antiguo esplendor de su casa. La ceremonia se llevó a cabo con formalidad, pero para ella, sonaba distante y vacía. Su corazón seguía anclado en el pasado, aferrándose a los recuerdos de su hogar y de su familia, brutalmente despojados de su legado.

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-El banquete posterior a la ceremonia fue tan opulento como se esperaba de los Lannister. Las mesas estaban repletas de platos exquisitos, el vino corría libremente, y las risas resonaban en el gran salón. Sin embargo, la princesa Daenys apenas tocaba su comida, sentada junto a su nuevo esposo, con una postura digna pero tensa. Aunque su entorno rebosaba de riqueza, se sentía atrapada, y su mente divagaba hacia la libertad que había perdido.

-Tywin, por su parte, la observaba en silencio. A medida que los invitados celebraban, se dio cuenta de que su deseo por la princesa iba más allá de la política. Su belleza y gracia lo cautivaban, y aunque era consciente de que el matrimonio estaba cimentado en una necesidad política, no podía evitar sentirse atraído por ella. Había esperado este momento durante mucho tiempo, aunque sabía que era un amor que probablemente nunca sería correspondido.

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-Esa noche, en los aposentos que ahora compartían, el aire estaba cargado de una tensión palpable. Tywin entró en la habitación y cerró la puerta tras él con un silencio que resonaba más que cualquier palabra. La princesa Daenys estaba sentada en el borde de la cama, mirando hacia el fuego que ardía en la chimenea.

—Espero que entiendas lo que está en juego —dijo Tywin, rompiendo el silencio con su tono firme y autoritario—. Este matrimonio es más que una simple unión. Es la fusión de dos grandes casas. Juntos, restauraremos el orden en Poniente.

-La princesa Daenys no apartó la vista del fuego.

—No es orden lo que buscas, Tywin —respondió, su voz suave pero cargada de veneno—. Es poder. Siempre ha sido poder.

-Tywin se acercó lentamente, su expresión imperturbable.

—El poder es necesario para traer estabilidad. Lo que los Targaryen no pudieron mantener.

-Daenys finalmente lo miró, sus ojos violetas centelleando bajo la luz de las llamas.

—Los Targaryen gobernaron durante siglos, mientras tu casa se arrastraba bajo su sombra. No olvides que soy una princesa, Tywin. No soy tu súbdita ni una pieza más en tu juego.

-Tywin la miró, y por un instante, algo en sus ojos cambió. Había algo en ella que lo desafiaba, que lo intrigaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. La princesa Daenys Targaryen no sería una esposa sumisa, eso estaba claro. Y tal vez, en el fondo, eso era lo que lo atraía hacia ella.

—Nunca olvidaría quién eres —respondió Tywin, acercándose aún más—. Pero recuerda que tu supervivencia depende de lo que podamos construir juntos.

-Daenys no respondió, pero sus ojos no se apartaron de los de Tywin, un enfrentamiento silencioso entre el león y el dragón.

ENTRE SOMBRAS Y LLAMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora