Prologo, locura

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Robert H. Thompson se hundió en el sofá, sosteniendo una botella de licor vacía.

La televisión estaba encendida, mostrando héroes en acción: salvando a civiles, luchando contra villanos, y posando para las cámaras.

Para él, cada escena era una burla, un recordatorio doloroso de la corrupción y el fracaso del sistema heroico.

Cada vez que un héroe sonreía a la cámara, Robert sentía cómo la rabia se apoderaba de él.

La imagen de la falsa nobleza de esos héroes le provocaba una furia creciente.

No podía soportar ver cómo esos personajes se hacían pasar por salvadores mientras ocultaban sus errores y manipulaban al público.

Con un grito ahogado de frustración, lanzó la botella contra la pared, que estalló en miles de pedazos.

Su furia se transformó en desesperación cuando sus ojos se posaron en una foto en la pared: su esposa y su hijo.

La mirada de Robert se suavizó momentáneamente mientras caía derrotado en el sofá, mirando el techo.

La tristeza y el dolor de la pérdida lo inundaron nuevamente.

"Hice todo lo que pude y aún así ellos ganaron. ¡Maldita sea!", murmuró con desespero.

A pesar de ser uno de los ingenieros y científicos más destacados del mundo, sus esfuerzos fueron en vano.

La corrupción y el dinero habían silenciado su clamor por justicia.

De repente, un anuncio en la televisión captó su atención.

"¿Problemas en casa? Mantenga su hogar seguro y estable con el nuevo modelo T-800." El anuncio mostraba un robot avanzado, que se movía con una precisión casi humana, aunque aún le faltaba perfección.

" El anuncio mostraba un robot avanzado, que se movía con una precisión casi humana, aunque aún le faltaba perfección

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Robert se quedó mirando el anuncio, sumido en sus pensamientos.

Recordó algo crucial y salió disparado de su casa, dirigiéndose al sótano por la parte trasera.

Allí, encendió la única bombilla que iluminaba débilmente el espacio, buscando entre viejas pertenencias hasta que encontró un cómic desgastado.

Allí, encendió la única bombilla que iluminaba débilmente el espacio, buscando entre viejas pertenencias hasta que encontró un cómic desgastado

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Era el primer cómic de The Terminator.

Este cómic, un regalo de su abuelo, había encendido su pasión por la tecnología e ingeniería desde niño.

La nostalgia lo invadió, pero también le dio un nuevo propósito.

Regresó a la sala, se acomodó en su sillón, y comenzó a leer el cómic con renovado interés.

Simultáneamente, ordenó la compra del nuevo modelo T-800 y diversos materiales necesarios para su proyecto.

A pesar de las quejas de los ejecutivos de su empresa, los ignoró, centrando su atención en los materiales esenciales.

Cuando el robot llegó, Robert lo recibió sin palabras, lo llevó a su laboratorio y cerró la puerta detrás de él.

Su laboratorio, sucio y desordenado por el tiempo, contenía máquinas de ensamblaje en un rincón y computadoras apagadas, pero aún funcionales.

Robert colocó el T-800 en la mesa central y comenzó a desarmarlo pieza por pieza, usando sus herramientas para entender su funcionamiento

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Robert colocó el T-800 en la mesa central y comenzó a desarmarlo pieza por pieza, usando sus herramientas para entender su funcionamiento.

Al mismo tiempo, investigó y mejoró otros robots viejos con piezas nuevas.

"Serás mi obra maestra, Terminator. Superarás los límites de la ficción y entrarás en la realidad. Tú serás el purgador, el exterminador", dijo Robert con determinación.

Sabía que su trabajo podría tomar décadas, pero la magnitud del desafío no lo desanimaba.

Estaba decidido a llevar la tecnología al siguiente nivel y crear al verdadero erradicador del mal.

El exterminador del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora