La Tragedia De Los Mellizos

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-Cuando los reyes de Poniente acudieron a Roca Casterly para una visita de Estado, todo parecía en orden en el hogar de los Lannister. Daenys Targaryen, tras la llegada de sus hijos mellizos, había encontrado algo de paz, y el calor de su amor por los pequeños Rhaegar y Maekar iluminaba su vida. Eran apenas unos bebés, de tan solo cuatro meses de vida, pero llenaban los salones de Roca Casterly con una luz que traía esperanza a la devastada madre.

Rhaegar, el mayor de los mellizos, llevaba el nombre de su difunto sobrino, el príncipe Rhaegar Targaryen, en un homenaje al héroe caído en la Rebelión de Robert. Se parecía tanto a él que ver al niño era como una mezcla de dolor y consuelo para Daenys. Sus ojos violetas, cabello plateado y la elegancia innata que irradiaba, incluso desde su cuna, evocaban recuerdos del glorioso pasado de la Casa Targaryen.

Por otro lado, Maekar, el menor de los mellizos, había heredado los rasgos de su abuela, la reina Shaera Targaryen. Con su pelo blanco y ojos azules, su rostro evocaba la tranquilidad y la belleza de la madre de Daenys. Él, en comparación con su hermano, era más tranquilo, observador, casi como si comprendiera el peso de su linaje y lo llevara en silencio.

A pesar del dolor que Daenys había soportado, sus hijos parecían representar una promesa de futuro. No obstante, la tragedia llegó cuando menos lo esperaba.

Durante la estancia de los reyes, la atmósfera festiva cubría Roca Casterly, pero mientras todos atendían los compromisos diplomáticos, algo oscuro se cernía en las sombras. Cersei Lannister, impulsada por los celos y el miedo a perder el control sobre su propia descendencia, sentía que la presencia de los mellizos Targaryen amenazaba el futuro de sus hijos, en especial Joffrey y Steffon. Si los niños Targaryen crecían y se fortalecían, podrían reclamar derechos sobre el Trono de Hierro, desplazando a los herederos de Robert y su linaje.

Esa noche, mientras los reyes dormían en sus aposentos y los guardias estaban distraídos por la celebración, Cersei actuó en secreto. Bajo sus órdenes, sus hombres más leales entraron en la habitación de los mellizos y, de la manera más cobarde y brutal, asfixiaron a los inocentes niños en sus cunas. No hubo gritos ni alarma, solo un silencio aterrador que se apoderó de la fortaleza. Los niños, que solo horas antes dormían tranquilos bajo el cuidado amoroso de su madre, ahora yacían inertes.

Cuando Daenys encontró los cuerpos de Rhaegar y Maekar, su mundo se quebró. El llanto de una madre que ha perdido a sus hijos es un sonido que ningún corazón debería escuchar, y aquella noche, Roca Casterly fue testigo de una pena tan devastadora que incluso sus muros parecían temblar. El dolor atravesó su alma como si hubiera sido un puñal, y la rabia comenzó a crecer dentro de ella. Sabía que Cersei estaba detrás de todo, aunque no tenía pruebas para demostrarlo.

Tywin, aunque conmocionado por la muerte de sus hijos, se mostró frío y estoico ante la tragedia. No permitió que su dolor se reflejara externamente, concentrándose en mantener la estabilidad y proteger a su familia. Pero Daenys, rota por el duelo, no pudo entender cómo su esposo parecía tan impasible. Aunque Tywin no lo mostrara, la pérdida de dos herederos varones lo afectaba profundamente. Estos niños no solo eran la esperanza de unificar su legado con la sangre de los dragones, sino también una representación del futuro de la Casa Lannister.

El asesinato de los mellizos no solo marcó el final de la breve felicidad de Daenys, sino que también abrió un abismo insondable de venganza en su corazón. La sangre de los dragones había sido derramada en la casa de los leones, y Daenys juró que no descansaría hasta que esa deuda fuera pagada con creces.

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