Yǐncáng de Zhēnxiàng / Verdades Ocultas

I

―... Quiero... quiero saber la verdad...―

Esas palabras, pronunciadas con tanta fuerza por un ser tan joven, resonaron en su mente con una exigencia insospechada. Ese temperamento... tan similar al de alguien a quien una vez conoció... dio un fuerte suspiro y, con la mirada perdida en la ventana de su residencia, se sumergió en sus recuerdos. A lo largo de su vida había cometido innumerables errores, y jamás podría negar esa verdad. Con cada año que pasaba, se hacía más consciente de una tendencia preocupante: la de no actuar en los momentos importantes y huir de los problemas. Era plenamente consciente de ello, y al mismo tiempo, totalmente incapaz de detener ese ciclo...

― ¿Quién soy?... ―

Esa pregunta le hizo cerrar los ojos, pues la respuesta era sencilla. Si alguien le preguntara ¿dónde empezó?, también tendría una respuesta clara. Todo comenzó en la primera conferencia de sectas a la que asistieron otros herederos además de su, ya entonces, mejor amigo Nie Minjue y los hijos de Wen Ruohan. Esa fue la primera vez que su propio hermano menor pisó tierras de una secta que no fuera la suya. También fue la primera vez que ambos visitaron Ciudad Sin Noche. En esa ocasión, tuvo la oportunidad de conocer a Madame Jin y a su hijo Jin Zixuan, y por supuesto, pudo ver por segunda vez a Nie Huaisang. Pero lo que nunca olvidaría... fue la primera vez que vio a la familia Jiang... Madame Yu y sus hijos, Jiang YanLi y Jiang Wanyin.

Ese día marcó el inicio de todo aquel desastre, y con los años, ya no podía seguir negándolo. Porque fue ese día cuando sus ojos se fijaron en él por primera vez... Ambos eran aún jóvenes, y aún había especulaciones sobre sus segundos géneros, pero en el fondo, algo le decía que ese joven sería un Omega. Si hubiera sido un Jin, su vida habría sido miserable bajo la tutela de Jin Guangshan. Sin embargo, en Yunmeng eran conocidos por la igualdad que brindaban a todas las castas, aunque, si uno era observador, notaría una sutil preferencia de los Jiang hacia los Omegas. En su historia, casi siempre eran Omegas varones quienes heredaban el liderazgo de tan prominente clan.

―Cuando era muy joven, incluso antes de saber que era un Alfa, tuve la oportunidad de ver los ojos más hermosos del mundo...―

Recordaba claramente aquella ocasión. Fue la primera vez que Jiang YanLi vio a su prometido y se pactaron los términos de aquel compromiso. Era obvio que todos estaban allí para conocerse y establecer algunas alianzas matrimoniales que, esperaban los líderes, llegaran a buen término dependiendo de las castas de sus hijos. Sin embargo, esa noche, también fue testigo de uno de los primeros roces entre los Nie y los Wen, cuando Wen Xu fue ofrecido como prometido de Nie Minjue en caso de que el hijo mayor del líder de la secta Wen se revelara como Omega. Todos esperaban, con justa razón, que el futuro líder Nie fuera un Alfa, pero la oferta fue rechazada. Solo el decoro y las sabias palabras de su tío, Lan Qiren, entonces representante del líder de la secta Lan, evitaron que Wen Xu fuera humillado. Tal vez, si alguien más hubiera recordado esa situación, no les habría parecido tan sorprendente el camino que tomó la bola de nieve que desembocó en la campaña Sun Shot.

Aun así, estaba claro que se estaba adelantando y desviando del tema... Incapaz de afrontar verdades, incluso dentro de su propio fuero interno, pero lo cierto era que aquellos ojos, cual amatistas purpúreas, aún siendo solo niños, le parecieron la cosa más hermosa que había visto. Ese pensamiento lo aterró. Aquel niño era incluso un poco menor que su hermano, y se sintió mal por fijarse tanto en un niño tan pequeño. Temió lo que su tío, o incluso sus padres, tan ausentes como habían estado en su vida hasta entonces, pudieran pensar de su fijación por el infante. Así que decidió, sino es que básicamente se juró a sí mismo, no volver a fijar su mirada o su atención en él.

―Cometí un error muy grave con el dueño de esos ojos... ―

― ¿Qué tan grave? ― La evidente incomprensión en la voz de su interlocutor no lo sorprendió, pero esperaba que ese turbio comienzo arrojara luz sobre las interrogantes del joven.