Brisa

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Mau se inclinó sobre la mesa de acero inoxidable, sus dedos rozando con delicadeza los huesos dispuestos ante ella como las piezas de un rompecabezas que el tiempo había desordenado. Su mirada era intensa, fija, como si intentara arrancarles un secreto a esas estructuras frágiles, desgastadas por el paso de los años y por las historias que habían soportado en silencio. El laboratorio estaba casi a oscuras, apenas iluminado por la fría luz de una lámpara que proyectaba sombras alargadas en las paredes, como fantasmas que se resistían a desaparecer.

Los otros forenses ya se habían marchado, sus pasos resonando en la distancia, dejándola sola en la penumbra. Mau siempre prefería esos momentos, cuando el silencio se volvía palpable y la única compañía era el eco de su propia respiración y el crujido de los huesos bajo sus guantes de látex. Era en esos instantes, entre restos fragmentados y secretos enterrados, donde encontraba una extraña sensación de paz, como si cada hueso revelara un fragmento del pasado, y al mismo tiempo, una parte de sí misma que necesitaba ser descifrada.

Aquel lugar era su refugio. Los huesos no emitían sonido alguno, pero tenían la capacidad de contar mil historias en su silencio. Mau sabía que su trabajo podía resultar perturbador o incluso incomprensible para muchos, pero para ella no había nada más fascinante. Allí, entre fragmentos de vida pasada y secretos enterrados, encontraba su paz, su propósito.

Habían pasado apenas unos meses desde que decidió mudarse a aquel pequeño pueblo costero, buscando refugio en sus estrechas calles de arena y sus casas de colores deslavados. El sol abrasador golpeaba con fuerza, pintando de dorado las fachadas y cubriendo todo con un manto de calor agobiante. El mar murmuraba a lo lejos, en un diálogo eterno con la orilla, arrastrando sus olas con una constancia casi hipnótica. Era un lugar apartado del mundo, un rincón perdido donde nadie la conocía, y eso era exactamente lo que ella quería.

Había dejado atrás la fría indiferencia de la gran ciudad, su ruido ensordecedor y la sensación constante de no pertenecer a ningún lado. Aquí, entre el sol y la brisa salada, creía poder encontrar un nuevo comienzo, un espacio donde la ciencia forense fuera su único amante, donde su trabajo se convirtiera en el único espejo en el que mirarse. Y, sin embargo, una inquietud persistía en lo más profundo de su ser, como una sombra que siempre acechaba al borde de su conciencia.

Esa sombra era un recordatorio constante de que, aunque los huesos nunca mentían, los vivos lo hacían con demasiada frecuencia. Cada día lo veía en los cuerpos que llegaban al laboratorio: secretos desvelados a medias, verdades distorsionadas por quienes no podían enfrentarse a sus propios errores. Sabía que el verdadero enigma no estaba en los cadáveres que estudiaba, sino en los corazones de quienes aún respiraban, en las almas que deambulaban fuera de aquellas paredes, fingiendo que todo estaba bien.

Mau respiró profundamente, dejando que el olor a desinfectante le llenara los pulmones, mientras su mente seguía trabajando en un intento desesperado por encontrar respuestas. Había un conjunto de tres vértebras cervicales a las que no lograba encontrarles su lugar. Estaban demasiado desgastadas, corroídas por el tiempo, como para discernir su orden correcto. El resto del esqueleto ya estaba armado sobre la mesa metálica; aquellas tres piezas eran lo único que faltaba para completar el rompecabezas.

—No sé dónde va esto —refunfuñó con frustración, mordiendo ligeramente su labio inferior.

—Reina, colócalas donde creas que encajan mejor y márcalas en el informe como fragmentos sin especificar el orden. —dijo una voz a la distancia, sacándola de sus pensamientos.

Mau se sobresaltó un poco; la voz de su jefa siempre tenía ese efecto, resonando con autoridad en el laboratorio. Podía escuchar el sonido inconfundible de sus tacones acercándose, pero cuando ella se sumergía en su trabajo, todo lo demás quedaba en un segundo plano, en un mundo distante y borroso.

—Sí, no se preocupe, ya casi termino —respondió, tratando de concentrarse de nuevo en las vértebras.

La jefa de Mau, la doctora Valeria Cortéz, se detuvo a su lado, mirando los huesos con un leve gesto de aprobación.

—Tienes buen ojo para estas cosas, Mau, y por eso mismo tengo algo importante que decirte —anunció Valeria, con una sonrisa apenas perceptible en los labios.

Mau levantó la mirada, intrigada.

—Acabo de recibir noticias de una colega en el extranjero. Están buscando a alguien con tu perfil para un proyecto de investigación muy interesante en un centro forense de renombre. No es algo que se dé todos los días, y pensé en ti de inmediato. ¿Qué te parece?

Mau parpadeó, sorprendida. Una oportunidad de trabajo fuera del país. Su corazón dio un pequeño salto, una mezcla de emoción y temor se agitó dentro de ella. No estaba segura de lo que implicaría dejarlo todo atrás de nuevo, pero había algo en su interior, una pequeña chispa de curiosidad, que se encendió con fuerza.

—¿En el extranjero? —repitió, más para sí misma que para su jefa—. ¿Dónde exactamente?

—En Europa del Este, en un lugar con muchos casos abiertos y quieren un profesional joven que esté dispuesto a establecerse allí. Sé que es un cambio grande, pero pensé que podría ser justo lo que estás buscando…
Mau quedó en pausa, definitivamente era una noticia enorme.

-Piénsalo bien, podrías tener más cerca la posibilidad de hacer una especialización. Además tú tomaste algunas clases de ruso en tu escuela, ¿no? Un idioma muy útil en esa zona, creo.

-No fueron muchas…

-Pero casi todo es en inglés ahora, piénsalo Mau.

Mau asintió lentamente, sintiendo cómo una nueva posibilidad se desplegaba ante ella. Estaba bastante feliz allí. Se acomodó en su silla, disfrutando de la sensación de tranquilidad que le ofrecía ese lugar. La idea de mudarse nuevamente le revolvía el estómago.

- ¿Tengo tiempo para pensarlo, Doc? - preguntó, tratando de mantener la calma mientras su mente se tambaleaba entre la emoción y el temor.

- Esa es la cuestión, nena- dijo Valeria en un tono insistente- Esta oportunidad no se le da a mucha gente. Yo te recomendé, pero si aparece otro candidato antes que tú y confirma su interés…

Mau miró hacia la ventana, la brisa nocturna entraba por las rejas abiertas de par en par. Una especialización, sonaba tan bien. Podría hacerla y volver después de unos años. Un acceso a un mejor trabajo, tal vez podría trabajar como profesora, la idea de un sueldo fijo y estable era demasiado tentadora ¿Por qué no?

- De acuerdo, digamos que acepto. ¿Qué pasaría con los gastos? Digo, el viaje, la estadía…

- El viaje está cubierto, y la estadía te la dan ellos el primer mes. Todo se incluye dentro de la oferta. No te puedo prometer un salario muy alto, pero es suficiente para empezar.

Tentador definitivamente, pero iba a extrañar la brisa del mar.

- Pues…

- Pues…?- Los ojos de Valeria estaban clavados en Mau.

- Diles que estoy interesada entonces, Valeria, y de verdad muchas gracias por pensar en mí.

- Voy a avisar de inmediato, muñeca. ¡Sabía que no ibas a decir que no! - Su entusiasmo era palpable. Valeria se enderezó de golpe antes de dejar la sala, dirigiéndose hacia la puerta mientras hacía sonar sus tacones- Esta es una gran oportunidad, y tú eres la persona ideal para ella. Estoy tan emocionada por ti. - La voz de Valeria se perdió entre los pasillos.

Mau estaba tranquila, posiblemente ese viaje tomaría un tiempo en realizarse, estaba segura que obtendría unas semanas o meses extras para arreglar todo lo que necesitaba. No tenía por qué apurarse, todo se daría a su debido tiempo. Estaba completamente segura de que todavía le quedaba un tiempo en la costa. Pero esa esperanza duró poco.

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⏰ Última actualización: Aug 31 ⏰

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Bajo la piel- Nikto CODDonde viven las historias. Descúbrelo ahora