Plottier, Neuquén, Argentina. 2015
Ya había pasado casi más de un año desde que me habían contratado en esa agencia de modelaje en Buenos Aires. Aunque yo seguía viviendo en Plottier lejos de Capital, viajaba de vez en cuando para cumplir con los compromisos con mi trabajo y mantenerme al tanto de las oportunidades a las cuales podía acceder. Sin embargo, cada visita se volvía más pesada, y el tiempo que pasaba en la capital me alejaba de la vida que conocía en casa.
Mi mamá por su parte, después de que conseguí entrar en esa agencia, había cambiado drásticamente su forma de ser conmigo en todos los aspectos. Su actitud se volvió mucho más crítica y exigente conmigo, cuestionando cada una de las acciones y decisiones que tomaba. Las palabras que antes eran de apoyo y aliento se habían convertido en reproches sobre mi vida en Plottier. Parecía que, en lugar de celebrar mis logros, solo veía los defectos y fallos. Este cambio se había vuelto una fuente constante de estrés, haciéndome sentir que estaba perdiendo el apoyo que siempre había dado por hecho.
Cada día la situación en mi casa se volvía más y más tensa e insoportable. Las conversaciones con mi mamá estaban cargadas de críticas hacia mí y hasta las personas con las que me juntaba, comparaciones constantes con lo que ella consideraba un futuro "mejor" para mí.
Un día así como así, mi mamá empezó a insistirme en que mi relación con Tomás era un obstáculo y una mala influencia para mí. Simplemente por el hecho de que él estaba profundamente involucrado en las batallas de freestyle que organizaban en las plazas, por donde era muy común que la droga corriera.
Según ella, el estilo de vida caótico que él tenía y las constantes competiciones en las plazas no solo eran una distracción, sino también un reflejo de su falta de ambición y estabilidad. Me presionó cada vez más para que reconsiderara mi relación con él, argumentando que su entorno y sus actividades no encajaban con las expectativas de éxito y profesionalismo que ella tenía para mí.
La insistencia de mi mamá se volvió cada vez más intensa, al nivel que me hizo sentir atrapada entre dos mundos que a su juicio, no podían coexistir. La presión de elegir entre Tomás y mi carrera se volvía insoportable, y cada conversación con ella solo aumentaba mi desesperación.
Al principio me negué totalmente a hacer eso. Hasta que un día después de meses de tanto insistirme, lo consiguió, me cedí a la presión y decidí alejarme finalmente de Tomás. Pero tenía que encontrar la forma de decírselo....
Un día que estaba en la plaza donde Tomás estaba a punto de competir en una batalla de Free. Había pasado el tiempo y él había llegado hasta donde estaba yo, esperando su turno nuevamente. No pude evitarlo, me acerqué a la arena para verlo de cerca.
Verlo ahí, tan concentrado y listo para competir, me hizo sonreír. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que vine a verlo competir. Así que me acerqué a él y me saludó con un beso en los labios.
Tomás: Cómo estás, amor? -preguntó simpático.-
Rubí: Bien... — Le respondí con un tono que sabía que no era el mío habitual—. Un poco cansada nomás...
Iba a decirle algo más, pero me interrumpieron los organizadores; era su turno para la final.
Rubí: Anda, rómpela —le dije tratando de sonar animada mientras le daba unas palmaditas en el hombro, con una sonrisa, aunque intentaba ser cálida, se sentía forzada.-
Él asintió y se dirigió a la competencia. Finalmente ganó. Cuando se acercó a mí, noté que algo había cambiado. Su sonrisa era una mezcla de triunfo y preocupación. La mía, por otro lado, era cada vez más difícil de mantener.
Sabía que tenía que hablar con él, pero el peso de lo que iba a decir me estaba aplastando. Así que lo llevé a una zona más apartada de la plaza. La brisa fresca y la luz apagada del día nublado parecían contrastar con la tensión que se sentía en ese momento.
Rubí: Tomás... necesitamos hablar... Tengo que decirte algo.. —dije con un tono serio casi neutro, sin poder ocultar mi incomodidad.-
Vi cómo su expresión cambiaba mientras trataba de mantener la calma. Empecé a explicar las decisiones que ""había tomado"", sobre mi nuevo trabajo, otras prioridades distintas, y el deseo de "tomar rumbos distintos". Cada palabra que salía de mi boca parecía hacer más grande la distancia entre nosotros.
Sentí su incredulidad y dolor. Sus preguntas, y su esfuerzo por entender, solo hacían más difícil la situación.
Tomás: No entiendo, Rubí —dijo con la voz entrecortada—. Por qué me estás diciendo esto ahora? No podemos hablar de esto de una mejor forma más tarde?
Evitando su mirada, sabía que no podía ofrecerle más explicaciones. Me despedí con una frialdad que no coincidía con el amor que alguna vez compartimos.
Me alejé sintiendo el enorme peso de la traición y el abandono a Tomás. Aguantándome las lágrimas. Mientras que a medida que me distanciaba de él, comprendí que algo fundamental había cambiado para siempre...