Adam.
La primera vez que la ví de esa forma, no supe cómo reaccionar. Se comportaba tan diferente a su esencia. Sin una gota de entusiasmo, desganada. Al principio me costó entender que no era conmigo el problema. Peleamos mil veces por sus cambios de humor. Quizás porque yo siempre quería verla sonriendo, y cuando transitaba de esos días, no había risas de parte de Gin. Eso me mataba.
Mucho tiempo no supe cómo ayudarla. Quería invitarla a hacer cosas conmigo simplemente para cambiar su humor, intentaba hacer chistes a toda hora, pero nada funcionó realmente. No hasta ese día.
Verla sin ese brillo característico en los ojos, ese brillo que me iluminó tantos días a mi, me hacía increíblemente mal. Quería hacer tantas cosas por ayudarla, que tantas veces cometía errores que terminaban en discusiones. Creo que después pudo entender mi comportamiento, y eso ablandó su corazón. Ese corazón que hacía palpitar el mío con mayor fuerza cada vez que estaban cerca el uno del otro.
Verla cabizbaja, o llorando me partía en mil pedazos. Pero más me partió ver las primeras lágrimas que brotaron de sus ojos a causa mía.
Es que por esas mejillas deberían correr sólo lágrimas de felicidad, de risa.
Cuando presencié el primer episodio, no entendí para nada lo que estaba pasando. Estaba en el instituto, antes de entrar, pude divisar el Honda de Sam, y a los pocos segundos, a ambas bajando de él. Sonreí por dentro al verla. Siempre hermosa.
A medida que mis pasos me iban acercando a ellas, pude escuchar a Gin.
-Al pedo vine- había dicho con una voz más desgastada de lo normal. Eso llamó mi atención. Ella me daba la espalda.
-¡Es viernes Rose!- recuerdo que dije intentando molestarla un poco como siempre. Pero esa vez no recibí un insulto de parte de ella, ni siquiera un dedo del medio, o una sonrisa.
Al contrario, siguió su camino ignorándome completamente y una sensación amarga me recorrió el cuerpo en ese momento.
-¿Pasó algo?- le pregunté a Sam intentando recibir una explicación del terrible gesto que había tenido la mujer que meses después comenzó a alegrarme cada maldito día y de la cual no podría separarme jamás. O bueno, eso pensaba.
-Es una larga explicación- dijo Sam tomándome del brazo y obligándome a entrar.
-Puedo escucharla sin problema- dije
-Sufre de estos cambios de humor- dijo Sam. -No se bien a raíz de que surgen, pero de vez en cuando está así. Desganada, sin ánimos, sin buen humor, con ganas de nada.- explicó el comportamiento de Gin. - Yo creo que es por la falta que le hace su madre, la cual no ve hace años ya-. Esa fue la primera vez que tuve tantas ganas de abrazar a mi pequeña. Envolverla en mis brazos y que se sienta lo más protegida, amada y cuidada posible.
-Ah- logré decir- ¿No hay nada que pueda hacer para ayudarla?- le pregunté a Samantha.
-No lo creo- dijo largando un suspiro.-Lo llevo intentando hace varios años- dijo logrando formar un nudo en mi garganta.-Dale su espacio, puede permanecer así durante tres días, una semana, o tres horas. Nunca se sabe bien- asentí entendiendo.
Ahí entendí lo mucho que teníamos en común con Gin, y cuánto podría comprenderla. Ambos sufríamos una ausencia. Por mi parte, la vida decidió que viviera los siguientes años sin mi madre, pero Gin vivía sin su madre simplemente porque su madre así lo quería.
Vi sólo una vez a mi suegra, sólo ese día. Georgina no merecía a Gin, su corazón y su mente encontraron paz cuando pudo entender eso.
Recuerdo que entramos a clase con Sam, y Gin ya estaba sentada en su banco cotidiano, dibujando la mesa. Se veía claramente que su cuerpo se encontraba allí, pero su mente estaba divagando vaya a saber donde.
Sus ojos apagados se encontraron probablemente con el brillo que se formaban en los míos al verla. Me limité a hacer una media sonrisa, queriendo que con ese gesto entendiera que ahí estaba para ella. No me devolvió el gesto, pero sus ojos no se separaron de los míos hasta que pasé para sentarme detrás de ella.
Por mi mente pasaban mil ideas de formas de hacerla reír, o para molestarla, como siempre, pero trataba de contenerme, como me había dicho Sam. Claramente no pude.
Tome un pedazo de papel y escribí "Nunca nadie me había ignorado de la forma más sexy posible".
Se lo tiré a su mesa, y esperé su reacción.
Gin abrió el papel, pasaron dos segundos, dió vuelta el papel, escribió algo, lo dobló, y volvió a entregarmelo.
Casi temblando recuerdo que abrí el papel y leí lo que decía.
"No estoy de humor."
A secas.
Tragué saliva y miré a Sam, quien nos observaba desde dos bancos a la izquierda.
De la nada otro papel llega de parte de Gin a mi mesa.
"Perdona :("
Mire a Sam nuevamente, quien me hacía seña que lo deje ya. Y volví a mirar a Gin, quien colocó sus airpods y mentalmente volvió a irse.
Bufé.
Creo que ese fue el momento que decidí que la amaría tanto tanto, y que nadie más la haría sufrir.
El almuerzo de ese día transcurrió en silencio. Como si alguien hubiese fallecido y nadie se atrevía a decir una sola palabra. Mi carácter y personalidad, me impulsaban a decir algo pero intentaba contenerme.
-¿Tienen que juntarse a seguir el trabajo?- largó por fin una pregunta Sam, quien su personalidad era bastante similar a la mía al parecer.
-Si..- iba a terminar la frase cuando Gin me cortó.
-Hoy no- nos miramos.
Se creó una especie de tensión en el ambiente, y bajé la mirada. No quería discutir con ella.
-¿Y cuándo lo piensan terminar?- preguntó Sam, y le clavé la mirada.
-Tenemos tiempo- dije
-Tenemos tiempo- repitió Gin, para luego levantarse e irse de la mesa.
-Gin...- intentó frenarla Sam pero Gin la ignoró completamente. Pronto descubriría que ignorar sería el arma mortal de Gin. -Perfecto ahora va a ignorarme y odiarme durante un mes.- protestó exageradamente Sam.
-Voy a hablar con ella.-dije levantándome
-No te va a hacer caso- dijo Sam.
-Lo voy a intentar las veces que sea necesario- le respondí.
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Adam.
RomanceÉsta no es la típica historia de amor juvenil, ni la típica historia del chico malo y la chica buena. Ésta es la historia de cómo un amor puede hacerte vivir de nuevo. Cómo puede hacerte sentir cosas que nunca habías sentido, ni experimentado. Cómo...