Una vida, Una muerte

Capitulo 1 - La Necesidad me Llama?

Era un día como cualquier otro siendo las 6:30 de la mañana, es sábado, así que la mayoría de la gente todavía duerme en sus acogedoras camas, a excepción de alguien.

-bep bep bep be-

¡Cállate! A veces quisiera no tener que levantarme tan temprano, pero tengo que pagar la renta si quiero seguir viviendo en este departamento que conseguí. Con un suspiro resignado, apagué el despertador y me arrastré fuera de la cama, sintiendo el frío del suelo en mis pies descalzos.

La luz del sol apenas empezaba a filtrarse por las cortinas, creando un suave juego de sombras en las paredes. Miré el reloj de nuevo. Tenía que apurarme. La tienda de café donde trabajaba abría a las 7:00, y aunque el dueño solía ser flexible, no quería arriesgarme a que me descontara alguna hora.

Mientras me vestía, la mente se me llenó de pensamientos sobre cómo había llegado hasta aquí. Un año atrás, había dejado mi ciudad natal en busca de nuevas oportunidades, con la esperanza de encontrarme a mí mismo en el bullicio de la gran ciudad. Pero el brillo de la aventura se había opacado un poco bajo la carga de las responsabilidades.

Después de una ducha rápida y un desayuno improvisado de tostadas, salí de mi pequeño departamento. El aire fresco de la mañana me golpeó la cara, y un rayo de luz dorada iluminó el camino hacia la estación de metro.

Mientras caminaba, noté a un grupo de jóvenes riendo y hablando animadamente. Eran tan despreocupados, y me pregunté si alguna vez volvería a sentirme así. Pero tenía que concentrarme en mi trabajo. En mi mente, solo había un objetivo: sobrevivir otro día en la jungla urbana.

Al llegar a la estación, la rutina comenzó: el sonido del tren acercándose, el murmullo de la multitud y el olor a café del quiosco. Sin embargo, algo en el aire parecía diferente ese día. Una sensación de anticipación vibraba en mi pecho, como si el día prometiera algo inesperado.

Cuando finalmente me acomodé en el tren, noté a una chica sentada frente a mí. Tenía el cabello rizado y una sonrisa que iluminaba incluso el espacio estrecho del vagón. Nos miramos brevemente, y sentí una chispa de conexión. ¿Podría ser que este sábado, a pesar de todo, guardara alguna sorpresa?

El tren avanzaba, y mientras las estaciones se sucedían, no podía dejar de pensar en la chica del cabello rizado. Su sonrisa había dejado una marca en mi mente, un pequeño destello de esperanza en medio de la rutina. Pero debía concentrarme. En mi mente, siempre había una idea latente: unirme al ejército. La promesa de estabilidad financiera y un futuro más brillante me tentaba, aunque el miedo a lo desconocido me mantenía a raya.

El trabajo en la tienda de café se desenvolvía en la monotonía habitual. Servía a clientes apurados, escuchaba historias breves y, a veces, risas en el aire. Pero, cada vez que la puerta se abría, mi corazón se aceleraba un poco, esperando ver a la chica otra vez.

Esa mañana, durante un descanso, me senté en una mesa del café, revisando las páginas de un folleto de reclutamiento militar que había encontrado. Las ventajas eran tentadoras: educación pagada, beneficios de salud, la posibilidad de hacer algo más grande que uno mismo. Pero también había algo que me detenía: el miedo a perderme a mí mismo en el proceso.

Mientras reflexionaba, un amigo del trabajo se acercó. "¿Sigues con la idea del ejército?" me preguntó, arqueando una ceja. "No sé si es para ti. Eres más... creativo, ¿sabes?".

"Tal vez", respondí, "pero la idea de tener un futuro asegurado me llama".

Él se encogió de hombros. "Es tu decisión, pero no te apresures. A veces, lo que parece seguro no lo es tanto".

Su comentario resonó en mí. Pero el tiempo pasaba, y mi situación financiera se volvía más crítica. La renta se acercaba, y cada día se sentía un poco más pesado. A pesar de todo, la imagen de la chica seguía en mi mente, como un faro que iluminaba mi camino en medio de la niebla.