Ciro
Tenía veintiocho años y, aunque no lo conocía de primera mano, sabía por el mundo tan crudo en el que había vivido desde hacía diez años que el enemigo que más daño puede hacerte es tu amigo. Porque te conoce, porque confías en él, porque es del que menos esperas una traición.
Y lo hace.
Dejar a Mireia a solas con él me corroía por dentro después de haber sabido que la había besado a mis espaldas, que lo había hecho incluso sabiendo que iba a casarme con ella, que la amo con todo mi ser, que es la persona más importante de mi vida.
Aun así, tuve que apartar por unos días todo eso a un lado porque él era el único en quien confiaba para protegerla, porque era mi hermano y jamás me habría fallado.
Cuando advertí a Mireia sobre él lo hice por Neus. Había algo más en esa historia que no sabía y que me quitaba el sueño por las noches. Mireia no se había abierto a mí todavía y no creía que fuera a hacerlo después de haberle pedido que estuviese con él con todo lo que había ocurrido entre los tres.
La confianza se había agrietado y no quería seguir forzándola hasta que se hiciese añicos. Por ello, una vez llegamos a Marsella, le pedí a Neus un favor. Ella ya se había ofrecido antes, pero yo todavía no quería creerme que entre Mireia y yo se acabara de abrir un abismo. Porque así era, una enorme brecha nos había separado de golpe y con cualquier paso en falso caería por el precipicio.
La habitación de hotel de Neus estaba contigua a la mía, así que antes de dividir nuestros caminos se lo dije.
—Necesito que hagas algo.
Ella se giró hacia mí con el ceño fruncido.
—¿Recuerdas lo que te conté sobre Mireia? —Asintió—. Quiero que hables con ella, pero sé muy sutil. Lo último que me gustaría es que se sintiera presionada a contarlo.
Neus dejó la maleta en la puerta y dio un par de pasos hacia mí.
—Tranquilo, las dos nos llevamos bien y puedo intentarlo.
—Quiero que se abra a alguien —repliqué desesperado—, aunque esa persona no sea yo. Quiero que esté bien, Neus, como sea. Pero cuando sepas lo que pasó cuéntamelo. Si le ha hecho daño de alguna forma...
Cerré la boca antes de decir algo de lo que pudiera arrepentirme y agaché la cabeza. Me avergonzaba tener que pedir ayuda sobre algo tan personal, a pesar de que Neus era prácticamente alguien de la familia.
—Eh, Ciro —me llamó para obligarme a alzar la vista—. Mireia te quiere. Recuérdalo.
—Lo sé, gracias.
Frunció los labios en una pequeña sonrisa y entró a su estancia. Yo hice lo mismo poco después. Debía acomodarme y descansar antes de las presentaciones.
Unas horas más tarde, la reunión se celebró con éxito. Neus no había venido porque prefería evitar encuentros con miembros de la mafia extranjera, pero se pasó por mi habitación al rato de llegar. Me había quitado la corbata y desecho del traje cuando llamó a la puerta.
—Dame un segundo.
Me coloqué una camiseta y unos pantalones cortos antes de abrirle. Pasó al interior algo nerviosa.
—¿Estás bien?
—Sí, es sólo que hacer esto a espaldas de todos me lleva demasiadas excusas ya.
—¿Cuándo llegará?
—A las ocho. Tenemos un par de horas todavía para ver las cosas de la empresa.
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El lobo de la mafia
RomanceMireia no soporta las drogas, ni el alcohol, no desde que su padre las abandonó y su madre se volvió drogadicta. Ella se ha visto obligada a llevar su casa para adelante mientras estudia en la universidad. Ciro es el cabecilla de una de las mafias m...