ESE MISMO DÍA, por la noche, la familia Dixon, conformada por tan solo tres integrantes, se encontraba dando un pequeño recorrido nocturno, por los
extensos boulevares de Alexandria. Las cuales, ahora, eran apenas iluminadas por el hermoso destello lunar plateado de aquel cuerpo celestial que yacía por encima de ellos, en lo mas alto del cielo.El cazador sureño, llevaba al pequeño retoño entre sus grandes brazos, hablaba con ella o inclusive, le enseñaba algunas palabras, a escondidas de su marido, ya que, estás en su mayoria eran malas.
Mientras tanto, el paisano, se mantenía en silencio, sumergido en la profunda
laguna de sus pensamientos.—¿En que tanto piensas?— interrogó, el varón más grande, mirándolo.
—Nada importante, no te preocupes—
negó con la cabeza con una pequeña sonrisa —¿Qué te parece si vamos a ver cómo encuentran tu hermano y el resto?.—Lidera el camino cariño— respondió, con una sonrisa cómplice.
Ambos varones, cambiaron el rumbo de la caminata para dirigir sus pasos en dirección a una de las casas, que se les había sido asignada a sus amigos. Una vez llamaron a la puerta, fueron recibidos por el sheriff.
—Hola chicos, ¿Qué los trae por aquí?—
interrogó con una suave sonrisa dibujada en sus facciones .—Pensamos que sería una gran idea venir a ver cómo se encontraban todos—
respondió el italiano, mientras entraban.Apenas escuchar la voz del tano, Daryl, quien se encontraba sentado en el marco la ventana, abandonó rápidamente su lugar, para ir a recibir a su familia.
—Hola princesa— saludo el cazador a la Dixon más pequeña —¿Puedo cargarla?—
cuestionó, con las manos extendidas, en dirección al retoño.—Adelante hermanito, pero ten cuidado, no querrás que me enoje y 'por error', te arranque las pelotas con un tenedor, si dejas caer a mi hija— accedió Merle, con un sutil matiz algo amenazador.
En cuanto la tuvo entre sus brazos, Daryl, sostuvo cuidadosamente a su pequeña sobrina contra su pecho.
Ambos hermanos Dixon, parecían haber caído rendidos ante el pequeño adorable retoño, dejando atrás así, toda actitud de tipos malos para colmar a la niña de caricias suaves y apodos dulces.
—Vaya, si que les gusta estar juntos— comento el ragazzo, mientras observaba como todo el grupo, por completo, se encontraba reunido en el suelo la sala de estar, con camas improvisadas.
El italiano, caminó con sumo cuidado entre las personas, para llegar a dónde se encontraba su mejor amigo coreano y dejarse caer sobre el.
—Oh, dulce Mulan, mi asiatico favorito, después de Jackie Chan y el señor Miyagi— lo abrazo con fuerza.