Lección 9: lacito

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Habían estado por varios minutos besándose sin parar, recuperando las semanas que no lo habían hecho y dejando que el otro lo despojase de sus ropas poco a poco. Sus cuerpos estaban pegados, Carlos acostado encima de Lando y las piernas de ambos entrelazadas, dejando que sus erecciones se rozasen. Fueron quizás veinte los minutos en los que solo se besaron y disfrutaron sin llegar a tocarse hasta que Carlos había decidido que no aguantaba más con solo besos, necesitaba explorar nuevamente el cuerpo de Lando, el mismo que solo él había tenido el gusto de tocar.

Las manos de Carlos se deslizaron con cariño por el cuerpo desnudo y delgado de Lando. Le encantaba que no tuviese ni un solo pelo y recordaba la de veces que había visto porno de temática twink solo porque los chicos físicamente se le hacían parecidos al cuerpo de su chico. Amaba la delgadez del contrario y sus músculos cada año más definidos, como su cuello se iba ensanchando cada temporada y como aún así su aspecto era tan dulce.

—Te amo—susurró contra sus labios, haciendo sonrojar a Lando, quien seguía confiando ciegamente en Carlos a pesar de todas las dudas que tenía.

—Yo también—aunque algo de temor seguía teniendo al expresar dichas palabras. Quizás Carlos no lo amaba tanto como él lo hacía.

—Te estás portando bien, pero creo que mereces un castigo por hacerte el difícil conmigo—susurró de manera sensual a su oído, logrando que la piel del menor se erizase por completo y su excitación aumentase.

—¿Qué vas hacerme?—preguntó en un susurro mientras sus uñas acariciaban la fornida espalda del hombre sobre él.

—Eso ya lo verás, de momento puedes empezar por chupármela.

Carlos se salió de encima de Lando para ocupar su sitio y tumbarse boca arriba en la cama, con sus piernas ligeramente separadas para darle hueco para colocarse bien y de manera cómoda. Lando enseguida se acostó con la mitad de sus piernas fuera de la cama y con su carita inocente justo delante del gran miembro de Carlos, sintiendo como su boca se hacía agua ante la idea de volver a probar su polla y su semen.

Al español le excitaba más ver la carita que Lando estaba poniendo que lo que le iba a hacer, sabía que lo estaba deseando y él no le diría que no y menos después de sentir sus manos agarrándolo, provocando que su pene tuviese ligeros espasmos. Lando lo miró al sentirlo y Carlos simplemente le dedicó una mirada de aprobación para que siguiese.

Primero lo masturbó, usando el propio presemen que salía del glande para humedecerlo, aunque al no ser suficiente, decidió escupir contra su polla y usar rápidamente su mano para ahora sí, dejarla empapada. Los jadeos roncos de Carlos no se hicieron esperar ante la paja que su diamante le estaba ofreciendo, bombeando su mano de arriba a abajo cada vez con más rapidez y usando la libre para sostener y acariciar sus testículos.

—Dios, Lando—mordió su labio y con cierta desesperación llevó su mano al pelo del contrario, sujetándolo con fuerza durante unos segundos, consiguiendo que Lando lo mirase excitado, antes de atraerlo de un fuerte tirón de pelo a su polla.

El británico lo entendió perfectamente y abrió aquella dulce boquita para meter la punta en su boca, succionándola con gusto y asegurándose de dejarla bien babada. El español dejó que un gemido se le escape y soltó el pelo del contrario para acariciarlo mientras hacía algo de fuerza para que se metiese más longitud en su boca. No hacían falta palabras, porque el chico del equipo papaya no dudó en hacerlo, de manera lenta y gradual para que su agujero bucal se acostumbrase y moldease al grosor y longitud de Carlos, que no eran precisamente pocos.

Lo mantuvo en el fondo de su garganta, dejando que Carlos disfrutase la sensación en su glande de como su garganta se contraía aguantando las náuseas que le causaba tener aquel pedazo de carne rozando su campanilla una y otra vez. Se separó después de un par de segundos y jadeó para recuperar el aire cuanto antes y de esa manera seguir, solo que esta vez de manera más pausada.

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⏰ Última actualización: Sep 20 ⏰

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