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-¡Usted no entiende, esto es muy importante, casi de vida o muerte!- dijo Florencia con sus manos en su cabello caminando de una lado a otro en aquella oficina que oficiaba de dirección del jardín de infantes en el que trabajaba.

-Ya te dije, Florencia que no tengo nada que decir al respecto, no lo recuerdo, lo siento mucho. No quiero recordarte que este es tu lugar de trabajo y yo soy tu jefa.- respondió la Señora Ana Ruiz con sus anteojos de lectura en la punta de la nariz y gesto de exagerada ofensa.

Florencia llevaba semanas dándole vueltas al asunto. Todo el tiempo, mientras cuidaba de Rony, preparando las comidas más sanas, que eran recibidas con resignación por su parte y se negaba a entregarle algo más que besos dulces para que su herida logre cicatrizar del todo, continuaba investigando el pasado de Simone.

Había hablado con Novak al respecto, sabía que él estaba muy abrumado, que continuaba pagando por la habitación en la que ella vivía en el hotel, esa a la que había ido a visitarla en tres oportunidades y las tres veces se había negado a abrirle. Apenas probaba la comida que el servicio al cuarto le enviaba, ni siquiera había desarmado las bolsa de ropa que Novak había comprado y no permitía que las mujeres de  limpieza ingresaran, decía que ella misma podía hacerlo, incluso se había quedado con los elementos necesarios, cosa que comenzaba a llamar la atención en aquel lugar, que se había comunicado varias veces con Novak obteniendo más dinero como respuesta.

    Novak, por su parte, estaba sobrepasado, la aceleración con la que la enfermedad de Emilia había avanzado, prácticamente no le permitía salir de la casa. Su suegro lo había dispensado de su trabajo y pasaba sus días llevando a Mila a casa de su amiga Charo y cuidando de la que había sido su esposa.

Solía chatear con Florencia para conocer la evolución de Rony y en una de esas conversación habían hablado de la pesadilla de Simone, del nombre Luna y de su insistencia en que era culpable de algo imposible de perdonar. Pero no había logrado sacar una conclusión coherente.

Solo sabían que Luna había sido su hermana menor y que ya no vivía, pero no lograban dar con lo que realmente había ocurrido en esa casa antes del incendio.

Sin querer agregar presión a la vida de Novak en ese momento, Florencia había continuado investigando. No podía ser una casualidad que Ana Ruiz fuera la directora del hogar en el que Simone había pasado varios años y la dueña del jardín de infantes.

Aquel camino la condujo a la historia de aquel hogar, descubrió que había sido cerrado luego de una extensa investigación, no le sorprendió que la palabra prostitucion apareciera insinuada en cada uno de los informes y mucho menos que la causa hubiera sido archivada sin más explicaciones.

Tampoco fue raro que la apertura de aquel jardín exclusivo hubiera sido dos años después del cierre y que los fondos para el mismo hubieran sido de una donación anónima. ¿Anonima? Por supuesto que no, no sabía el nombre de Moro, pero no había olvidado su cara, la recordaba con precisión desde esa fatídica noche en que había sonreído luego de que la bala que había disparado hubiera llegado a destino.

Por eso aquella foto supuso su carta baja la manga. Un descuido del mismo Moro había llevado una fotografía suya a la nube, su aspecto elegante en ella distaba del que solía utilizar en el club, pero era suficiente como para enfrentar a quien sí podía darle respuestas.

Por eso estaban allí, en esa oficina, enfrentando a la estricta Ana Ruiz, ignorando su gesto de enfado y sus ojos amenazantes.

-¿Supongo que entonces tampoco lo conoce a él?- le preguntó acercándose al escritorio para mostrarle una foto doblada frente a la cual la mujer apenas abrió un poco más sus ojos para luego negar con la cabeza.

Arráncame el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora