— Bien, un estorbo menos en la lista — Murmuró con un sentimiento de irritabilidad, terminando de echar los restos del cadáver en la trituradora de carne, que no tardaban en salir y caer en el contenedor al frente de la máquina — Así terminó el Shinigami original, o mejor dicho... así fue la muerte de Jun Fukuyama —.
Observó con desagrado la carne, sintiendo como su estómago se revolvía, pero a la vez, estaba acompañado de un sentimiento de placer.
— Onii–chan —.
Karma se acercó con cuidado a Shinigami, abrazándolo mientras ocultaba su rostro en el abdomen del mayor. Shinigami lo miró con confusión, pero terminó por corresponder el abrazo, dejando que fuera su hijo adoptivo quien lo consolara.
— Ese bastardo tuvo lo que se merecía... siento que no te haya protegido en su momento —.
Los ojos de Shinigami se llenaron de lágrimas, aferrándose al menor sin importar que lo estaba manchando con residuos de sangre.
Rompió en llanto.
~ • ~
¿Se arrepentía de todo lo que había hecho?...
Nacido en uno de los barrios más hostiles y peligrosos de todo el país de Japón, sin conocer a sus padres y sólo siendo cuidado por un viejo anciano a nada de morir, no le quedó de otra que adentrarse a un mundo siniestro, donde aprendió lo que le gusta llamar: "el arte del asesinato".
¿Se arrepintió en su momento?
No.
Haría cualquier cosa para poder sobrevivir en ese lugar, sin importar las vidas que tenía que matar, y dejando un rastro de sangre y muerte por dónde sea que pasara.
"Shinigami" fue su apodo.
Creció de esa manera, y poco a poco, la indiferencia comenzó a nacer dentro de su corazón, acompañado de un sentimiento de soledad que se empeñó en ocultar con el pasar de los años. Algo que pronto salió a la luz, cuando asesinó a un rico empresario de la ciudad de Tokyo, donde fue el hijo de su víctima que presenció el acto.
Aquel pequeño niño, quizás de 6 o 7 años, presenció la muerte de su propio padre, y cuando volteó a verlo, lo único que vió en su mirada... fue admiración.
Para su gusto como mayor desagrado, aquel niño se pegó a él como un chicle, deseando que fuera él quien le enseñara su preciado arte del asesinato. Algo que en los primeros días se negó, pero al ver como el infante se deshacía de su propia familia como pan comido... algo en su interior le dijo que sería mejor llevarlo con él.
Era una amenaza... que él quería controlar.
No puede negar que su comportamiento no fue el mejor al principio, tratando al infante sólo como una herramienta que debía de pulir, pero que a la vez no podía permitir que saliera de su campo de visión.
Al menos... había hecho que su soledad no fuera tan notable.
Sin embargo, no había cometido el peor error, hasta que el infante cumplió los 10 años, y él, ignorando cualquier peligro que un niño podía correr en los barrios bajos de la nueva ciudad en donde estaban –Kioto–, lo dejó sólo, sólo había sido por un día, pero había sido el tiempo suficiente como para que aquel niño se diera cuenta de la perversión que podía guardar la mente humana.
La forma en el que el infante se acercó a él, buscando consuelo mientras lloraba de manera desconsolada, con sus ropas ahora siendo sólo trozos de tela.
« E–Ellos abusaron de m–mí »
Y aún así lo ignoró.
Debió de preveer lo que podría pasar después de lo que hizo, y aún así... decidió no pensarlo, y tres años después, fue cuando una traición que jamás vio, lo golpeó en la cara.
¿Le molestó?
No tenía derecho para hacerlo.
Ahora como un prisionero de un científico, cuyo nombre era Kōtaro Yanagisawa, que lo trataba como un conejillo de indias, fue cuando conoció algo más que jamás había sentido, algo a lo que le gustó llamar amor, aunque ni siquiera entendía su significado.
Su amor, estaba dirigida a la prometida de su captor.
Aquella hermosa mujer de cabellos azabaches y mirada ámbar, linda y delicada, pero que para su desgracia, se encontraba atrapada en un matrimonio arreglado, sufriendo de constantes abusos y manipulaciones por parte de su prometido, y aún así, sin perder aquella bella sonrisa de inocencia que fue capaz de flecharlo desde el primer momento.
Se interesó en ella y por su trabajo como docente. Cuando el científico no estaba, se la pasaban hablando y hablando, y así... conoció un nuevo lado de él.
Uno comprensivo.
Luego de un año en cautiverio, fue capaz de finalizar su escape. Con un trato con el gobierno, fue capaz de adquirir lo que la gente podría llamar "una vida normal".
Tuvo que esforzarse para ganarse la confianza no sólo del gobierno, sinó de la hermana menor de su amada. Kaede Kayano, al menos ese era su nombre falso. Una linda joven de cabello verdoso y ojos ámbar.
Igual, no pasó mucho tiempo para que él mismo viera a la menor con más cariño, como un padre veía a su hija, mientras que Kayano, había logrado verlo como algo más que sólo la pareja de su hermana mayor, sinó también como la figura paterna que no tenía.
Todo pareció ir bien.
Consiguió un trabajo como maestro en la misma escuela donde trabajaba Aguri. Consiguió romper el matrimonio forzado de su amada. Sin embargo, cuando Kayano llegó a tercero de secundaria, y conoció a la pareja de esta...
Sintió que algo no iba bien.
Nagisa Shiota, ese era el nombre de aquel joven que había robado el corazón de Kayano. Alguien de cabello azul celeste y ojos del color del mar, con una apariencia andrógina, y que fácilmente se podría confundir con una chica, llamó su atención.
Era un chico tímido y sin nada que sobre saliera realmente, algunos problemas familiares y hasta ahí. Pero por alguna razón, siempre sintió que ocultaba algo, podía verlo en su mirada, siempre perdida y llena de culpa, aunque sonriera con felicidad y actuara como sí nada pasara. Actuando normal... pero era capaz de nota sus suspiros cuando veía hacía la ventana, y cuando se quedaba a dormir en su casa, escucharlo murmurar "Karma..." una y otra vez.
Algo sucedía, y nunca supo qué, hasta la aparición de ese chico.
De un momento a otro, toda la calma que había logrado reunir con los años, desapareció.
Ver como aquel chico de cabello celeste caía en la desesperación y en una depresión profunda, acompañada de un sentimiento de culpabilidad y sufrimiento... simplemente no pudo soportarlo.
Cometió errores en su vida, demasiados realmente, ni siquiera los podía contar o enumerar, y viéndolo todo desde esa perspectiva, era ridículo e ingenuo de su parte, haber creído que su Karma jamás llegaría luego de todo el daño que había causado.
Cuando se enteró del posible embarazo de Aguri, fuera sólo una mentira o una verdad dicha por el pelirrojo, no pudo evitar tener un sentimiento de malestar en su cuerpo.
Y cuando vio a su antiguo discípulo...
Simplemente sabía que todo había acabado.
¿Se arrepintió al final?... sería una mentira sí dijera que no.
.
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.¿Cómo están mis queridos suicidas?
Aquí un pequeño aviso ajeno a esta historia. Si algún lector de esta historia fue alguna vez un lector de "Amor en la Oscuridad", me gustaría decir que se publicarán algunos extras.
Situaciones que explicarían algunas cosas que no se dijeron en la historia, y algunos momentos de la familia Akabane–Asano.
Sólo para que se pasen por ahí a dar un vistazo.
Los quiero <3
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Hasta regresar a mi hogar
Hayran KurguHistoria de humor negro, amor tóxico y enfermizo, violencia explícita, abuso sex, trastornos mentales, Karushuu, y Karma teniendo una "relación" con otros personajes. • Ninguna relación en esta historia será sana. • No trato de romantizar ningún tem...