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Parte 1

Los calabozos eran un lugar oscuro y desolador, jamás había estado allí antes y sólo pudo pensar en lo frío que debía ser por las noches. Se encontraban luego de bajar por una escalera que daba paso a un pasillo subterráneo, apenas iluminado por antorchas y, santos dioses, creía haber visto una rata. Soltó una maldición en voz alta antes de pedir disculpas a sus guardias, algo avergonzado por ese pequeño exabrupto.

Los hombres que custodiaban el lugar se inclinaron cuando apareció, con uno de ellos llevándolo hacia la celda más cercana. Allí, acurrucada en una esquina, con las ropas sucias y los ojos hinchados por haber llorado tanto, se encontraba Kim Jisoo.

―Espero que estés cómoda, Jisoo.

La chica lo observó a través de las rejas y Nunew la miró con la cabeza ladeada. Jisoo se puso de pie, con una cadena tintineando, y se acercó a él. El doncel observó que se encontraba encadenada desde el pie izquierdo, cuya cadena se encontraba enganchada a la pared.

―¿Cómoda? ―una risa desolada―. Yo... ¿Cuándo saldré de aquí?

―Sólo llevas un día encerrada aquí, ¿y ya quieres salir? ―el muchacho enarcó una ceja―. ¿No te sientes feliz con nuestra hospitalidad, Jisoo? Luego de lo que hiciste ―su voz se tornó fría―, deberías acompañar al antiguo sacerdote a su muerte. Mañana, a media tarde, lo van a decapitar ―un gesto de desprecio―. O, quizás, a tu doncella Joomi. La colgaron hoy más temprano en la horca.

Observó el temblor que recorrió a Jisoo, la forma en que sus manos se agitaron, como sus ojos se llenaron de lágrimas de horror. Nunew no había querido ir a verla enseguida, pues temía que una parte suya pudiera conmoverse ante lo que veía. Además, necesitó mucho tiempo para procesarlo todo, para poder entender...

Habían matado a su hijo. A su niño. Esa persona frente a él fue una de las principales confabuladoras para deshacerse de su hijo, y lo habían logrado. Estuvo a punto de casarse con su Emperador y, de seguro, iba a estar dispuesta a hacerle la vida imposible. Había matado a su hijo.

Al procesarlo, por supuesto, había roto en llanto mientras Zee simplemente lo abrazaba y contenía. El pensamiento lo destruyó en ese momento, y más al pensar en que él podía tener bebés, bebés sanos, y le habían hecho creer que estaba maldito, que los dioses nunca lo bendijeron, que él jamás podría ser la joya de su amor. Así que no había querido visitarla enseguida, tan afectado y con el corazón roto.

Ahora, mientras observaba a Jisoo, Nunew sólo sintió odio e ira, nada de compasión. Ni un poco de compasión.

―¿No quieres acompañarlo? ―preguntó el menor.

―Nunew...

―No ―siseó con rabia―, no estás autorizada a llamarme por mi nombre. Soy Emperatriz Chawarin para ti, y a menos que quieras recibir diez azotes, más te vale llamarme por ese nombre.

Silencio tenso a sus palabras. Los ojos de Nunew brillaban con desafío en una clara señal de atrévete a no hacerlo y vas a pagármelas. Jisoo tragó saliva, retrocediendo un paso, como si así pudiera escapar de esa mirada que le lanzaba dagas.

―Emperatriz Chawarin ―murmuró con debilidad―, mis padres... E-ellos no han venido...

―No están autorizados para verte ―dijo Nunew―, pero tampoco han pedido hacerlo, Jisoo. Están muy avergonzados por lo que has hecho, después de todo... ―una risa sin gracia―, asesinaste al hijo del Emperador. Tus acciones han tensado las relaciones entre Silla y Baekje, casi has hecho estallar una nueva guerra y tu padre ha tenido que arreglar ese desastre.

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