Capítulo 14

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La noche aún era fría y oscura, pero ellos ya estaban preparados. Portaban un equipaje escaso metido en un pequeño baúl, que llevaría Elsa, y una bolsa de cuero, que llevaría Kristoffer. A pesar de que no sabían cuánto tiempo duraría su viaje, no podían arriesgarse a llamar la atención.

Elsa era la que más en serio se lo había tomado, ya que sobre el vestido liso azul oscuro, llevaba una discreta capa con una capucha que le tapaba gran parte de la cara, dejando el espacio justo para que viera por dónde andaba. Aunque el frío no era una molestia para ella, se había puesto un par de sus viejos guantes. Por si acaso, pensó.

Erika, con su cabello rubio recogido en una trenza a la espalda, llevaba un vestido de viaje prestado, que pertenecía a su madre. Se lo había dejado con la extraña excusa de que le daría suerte. Con una falda azul oscuro, un corpiño negro sobre un chaleco azul celeste y una capa magenta que le cubría los hombros, no era muy de su estilo, aunque le quedaba bien. Así pasaría desapercibida. También llevaba un par de guantes de color azul marino, por una razón más simple y fácil de deducir que la de su tía.

Kristoffer lo tenía más fácil. Se había puesto el atuendo que llevaba todos los días a la montaña, puesto que se haría pasar por un vendedor de hielo más que necesita hacer un viaje con sus familiares. En cualquier caso, esperaban que nadie les hiciera preguntas incómodas sobre su identidad o sus motivos.

Los tres se encontraban en una de las puertas traseras del castillo, precisamente aquella por la que Elsa escapó el día de su coronación. La única puerta que permanecería abierta una hora por órdenes de la reina y luego se cerraría como las demás, hasta nueva orden. Anna había acudido para despedirlos una vez más. Abrazó primero a sus hijos y por último, a su hermana, tal vez alargando más de lo necesario la despedida.

-No sé qué vamos a hacer aquí sin ti... -Susurró.

-Estaréis bien, Anna. –Elsa insistió con más fuerza en el abrazo, en un intento de transmitir seguridad.- No os pasará nada.

-¿Y a vosotros?

-Me ocuparé de que no pase nada. De verdad. Cuidaos.

Anna se quedó en aquella puerta unos minutos, mirando cómo desaparecían a medida que caminaban. Sin tener la certeza de que volverían sanos y salvos.

Por el camino, pasaron a unos cien metros de la floristería donde Briana trabajaba. Kristoffer tenía sentimientos opuestos. Por un lado, quería protegerla y sabía que ella estaría más segura allí. Por otro lado... ¿Sería capaz de irse sin decirle nada? Agitó la cabeza y siguió andando. La respuesta era sí. No estaba dispuesto a correr riesgos.

El puerto de Arendelle estaba sumido en un silencio nocturno sepulcral cuando llegaron. A medida que caminaban empezaban a escucharse las voces de los marineros que se preparaban para partir, así como el sonido de todo lo arrastraban de un lado a otro. Cajones de madera, barriles, redes de pesca... Cualquier contrabandista que hubiera pasado allí la noche estaría a punto de partir, antes de que salieran las primeras luces del alba y aumentaran sus posibilidades de ser arrestados. Una huida que aquel día sería estúpida, ya que Elsa había ordenado expresamente que ningún guardia pasara por allí durante unas horas.

Había una docena de pequeñas embarcaciones sin bandera de ningún reino al fondo, justo en la parte más alejada del castillo y más cercana a la salida del fiordo. Una colocación estratégica. Para asegurarse de que la que elegían era de contrabandistas y no de piratas, solamente les quedaba encontrar una mujer. Después de un rato buscando, Kristoffer reconoció una figura indudablemente femenina en una de las cubiertas, que se agachaba y se levantaba llevando redes de un lado a otro. El pelirrojo dio un grito desde el muelle, tan fuerte que su hermana y su tía querían que las tragara la tierra de la vergüenza.

Frozen Fractals (Segunda Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora